Por Luciano Eutimio Armas Morales.

Marina Ginestá, con la apariencia de una jovencita tierna y encantadora, tenía 17 años cuando el fotógrafo alemán Hans Gutmann le hizo esta foto en la azotea del Hotel Colón, en la Plaza de Cataluña, el 21 de julio de 1936. La joven miliciana, con la mirada sonriente, cautivadora y desafiante, tenía en su mente y en su corazón, en aquel instante, el convencimiento de que pronto terminaría aquella intentona golpista y fusilarían a Franco.

Marina Ginestá había nacido en Toulouse, a donde sus padres se habían trasladado huyendo de la represión de la dictadura de Primo de Rivera y la monarquía de Alfonso XIII, y allí estudió, en la escuela pública, laica, gratuita y republicana, francesa. Con toda su familia regresó a España en 1930 y se instalaron en Barcelona. Su madre, culta, feminista y revolucionaria, y su padre, destacado dirigente de UGT, le inspiraron esos sentimientos y espíritu rebelde, que le hacían sentirse orgullosa y entusiasta, defensora del ideal de una sociedad libre, justa, democrática y solidaria.

La foto de Marina que hizo Gutmann, posteriormente colorizada por Julius Beckman, refleja en su semblante ese optimismo y seguridad. Su compromiso con la defensa de esos principios, le motivó a afiliarse a las Juventudes Socialistas Unificadas y participar activamente en la contienda que comenzó el 18 de julio de 1936, en la que hizo de traductora, de intérprete, de periodista, de mecanógrafa y de animadora incansable, y en algunas ocasiones con la carabina Winchester al hombro, porque los ideales a veces hay que defenderlos con las armas.

Decía de ella Pablo Torriente en “Cuatro muchachas en el frente”, que. “…Marina, con solo diecisiete años, es una muchacha delgada, fina, de lacio pelo negro, que le sacude la frente como ala de un pájaro imprudente. Todos los compañeros, hombres y mujeres, siempre la están buscando, porque tiene la inteligencia en los ojos y la decisión en los gestos”.

Sin embargo, ocurrió que a Franco no lo fusilaron como ella en principio había pensado, y después de una contienda fratricida que duró casi tres años, sus tropas entraron en Barcelona a principios de 1939, y Marina Ginestá, como otros muchos republicanos que fueron coherentes, valerosos y “momentáneamente” vencidos, estaban en un campo de concentración en el puerto de Alicante durmiendo sobre la tierra a cielo raso, y esperando que les fuesen seleccionando por grupos para llevarles cada amanecer a los pelotones de fusilamiento. 

Pero Marina Ginestá dijo que era alicantina para que no pudieran cazarla y reconocerla como militante de las juventudes socialistas de Cataluña y la dejaron marcharse. Después de una accidenta odisea por campos y montañas en la que perdió a su compañero y se fracturó un brazo, salió hacia Francia por La Junquera, y desde allí, al exilio mexicano como tantos otros españoles republicanos, aunque recaló en la República Dominicana y posteriormente en Venezuela, desde donde en 1949 regresó a Francia y se estableció en París, la ciudad de la luz, donde falleció en el año 2014.

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En el año 2008, recordaba sus vivencias en una entrevista para la agencia EFE: “Con la juventud, las ganas de ganar y las consignas, yo me las tomaba en serio. Teníamos la sensación de que la razón estaba con nosotros y que acabaríamos ganando la guerra, con lo que volvería la república, pero tras la decepción de la derrota, vino el dolor por el recuerdo de tantos compañeros que quedaron atrás, muchos de ellos fusilados…”.

La Segunda República española nació al amanecer del día 14 de abril de 1931, ya que, como dijo un ministro, España se acostó monárquica y amaneció republicana. Pero esa república nació de la voluntad democrática del pueblo español expresada en las urnas, de forma pacífica, sin violencia, sin muertos, y con un enorme caudal de optimismo y esperanza en un futuro mejor para todos los españoles. 

Y esa misma república murió cinco años más tarde, aplastada por una bota militar que provocó cientos de miles de muertos y represaliados, y un país dividido y atemorizado durante muchos años.

¿Qué como se vivió LA REPÚBLICA en El Hierro?

El profesor Miguel Ángel Cabrera Acosta, en el libro “La Isla de El Hierro durante la II República”, hace un magnífico relato de los acontecimientos de aquellos convulsos años, vividos también con intensidad en nuestra isla. 

Y en estos días en que precisamente se acerca el 14 de abril, he encontrado unas anotaciones de una conversación con mi padre QEPD, Leonardo Armas Benítez:

   “Cuando vino la República se revolucionó todo. Fue un sueño de modernidad, de justicia, de educación y de progreso. Se celebraron las primeras reuniones de trabajadores y se crearon las primeras secciones sindicales. En aquella época, se estaba construyendo la carretera a El Golfo por La Cumbre. El delegado del Gobierno era de El Mocanal, y desde el Norte salía una guagua con los trabajadores. No querían contratar trabajadores de Azofa ni de El Pinar, porque el encargado decía que eran de izquierdas. Se originó entonces el primer intento de boicot y de huelga en la isla.

En el casino de Sam Andrés se abrió una biblioteca que llamaban “El Gabinete”. Pagaban un real al mes, y tenían derecho a leer periódicos, revistas y libros. Se reunían los vecinos por las tardes después de terminar las tareas del campo, y hacían cola para leer. Santiago Fernández, Pancho Acosta y Pablo Castañeda, a veces leían en voz alta para los que no sabían leer. Cuando estalló El Movimiento, llegaron los falangistas, se metieron en “El Gabinete”, sacaron todos los libros, revistas y periódicos, y les prendieron fuego. 

En esa época se escondieron los que llamaron “los huidos” tratando de escapar de la represión de los falangistas, pero todos eran de Azofa y de El Pinar, como Pancho Acosta, Aniceto, Juan Acosta, José Padrón Machín, Manuel Hernández… de La Villa y de El Norte, solo huyó escolástico Pérez, que era presidente del Cabildo y se refugió en Las Puntas. Lo detuvieron y lo mandaron a Fyfes, el barco-prisión de Tenerife, donde los encerraban para irlos sacando poco a poco y fusilarlos o tíralos al mar apotalados…”