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Opinión

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Por Alfredo González Hernández.

Estimado Eutimio: 

Sin ánimo de polemizar pero, como tú dices y yo comparto, un debate desde la libertad de opinión y el respeto es necesario porque contribuye positivamente a la convivencia.

Es verdad, existen manifestaciones sectarias y fanáticas que en muchos casos entran en aspectos personales amparándose en el cobarde anonimato, lo que ya de por sí sólo las descalifica. También yo las estoy sufriendo en algún comentario a mi artículo de opinión pero, afortunadamente, son minoritarias y no deben ser tenidas en cuenta.

Agotado el capítulo de las coincidencias pasemos al de las controversias.

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Sobre la calificación que hiciste de “infamia” en referencia a la moción de censura, calificación que yo no comparto aún estando de acuerdo contigo en que, por una cuestión formal que no de fondo, no debió haberse presentado el mismo día de la investidura del censurado, pero ello no le debe restar credibilidad ni ser comparada simbólicamente con la puñalada que un hermano asesta a otro hermano. La realidad es que la forma en que tratas este asunto no se compadece con la necesaria cordura y respeto que debe imperar en la controversia política y en lo ambos hemos coincidido. Volviendo al término “infame” creo que haces auténticos equilibrios casi inestables al asegurar que se puede calificar un acto (la moción de censura) de infame sin que los firmantes sean infames, al menos en esa concreta actuación de la que ellos son únicos responsables. Si yo ejecuto una acción infame soy infame, eso es inexcusable, al menos en esa acción.

Sobre la dimisión de tu cargo he de reconocer que erré en la expresión. Mi intención era dejar claro que, junto con la dimisión, los herreños merecían conocer su verdadera causa que no era, como se suele decir, de índole familiar, sino que era netamente política y que, como tú reconoces, era la obstrucción de la Presidenta de AHI para facilitar la financiación necesaria en la ejecución de acciones de interés para la isla, quizás con la intención de hurtarte protagonismo político. Paradojas de la vida, la misma AHI que permitió actuar a su presidenta de esa forma tan desleal con la isla es la misma AHI por la que tú ahora tanto te inquietas, hasta el extremo de que es difícil observar esa actitud en ningún militante del partido. Bien es verdad que es legítimo cambiar en las propias convicciones políticas y que serán los votantes  los que lo valoren en las urnas.

Vuelves a asegurar que en el Cabildo se “dan corruptelas y casos de corrupción… Otra cosa es poder demostrarlos ante instancias judiciales”. Parafraseándote ¿De qué hablas, Eutimio? ¿Lo dices en serio? Recuerda que en democracia, la Carga de la Prueba es la obligación de acreditar un hecho que se está alegando y no está esclarecido como se debe. El “onus probandi” es un latinajo del principio jurídico que señala quién está obligado a probar un determinado hecho ante los tribunales y está fundamentado en un viejo aforismo del derecho que expresa que “lo normal se entiende que está probado, lo anormal hay que probarlo”. Tú, precisamente, que te has quejado de acusaciones nada objetivables de “tener un devastador sentimiento de culpa o venganza”, o que “tratas de jugar públicamente a literato y quieres hacerte notar”, que eres “un resentido fracasado”, o de que “buscas un puestecito de director general” y que yo en absoluto comparto. Hay cosas que se pueden pensar y sospechar, pero nunca decir.

Sí, con la mofa al PSOE me refería a la utilización de la gastada frase de “Cien años de honradez y cuarenta de vacaciones”, especialmente porque fue el “ínclito” Ramón Tamames quien la creó. Comparto lo que cuentas sobre tus experiencias en la Universidad Complutense y que ni mucho menos los socialistas del PSOE del Interior fueron los protagonistas de las movilizaciones. Ya comenté en mi anterior artículo las dificultades que pesaban en la organización por su división en Interior y Exterior y las importantes discrepancias estratégicas entre ambas facciones. También yo tengo mis humildes experiencias antifranquistas en la Universidad de La Laguna durante el curso 1970-71 y siguiente cuando, invitado por mi profesor de Economía de la Construcción Luis Fajardo Espínola (no sé si sigue siendo miembro del Consejo Consultivo de Canarias) y conociendo mis inquietudes socialistas, después de solicitar información al enlace en El Hierro, el compañero fallecido Pascual García, de Sabinosa, me invitó a participar en una de las células clandestinas que operaban en La Laguna, en San Benito, donde recibíamos información y adiestramiento en las protestas que en aquellos años se prodigaban, además de elaborar y recibir propaganda escrita para ser repartida en la Universidad, con el grave riesgo de ser detenido por la Brigada Político-Social encargada de perseguir y reprimir todos los movimientos de la oposición al franquismo, todo ello con el riesgo de verse truncada mi carrera. Claro, mis padres se enteraron muchos años después.

Cordiales saludos. Alfredo González Hernández.

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Por Luciano Eutimio Armas Morales.

 

Estimado Alfredo: Quiero agradecerte en primer lugar el tono de tu escrito “La gatita de María Ramos”, porque un debate, desde la libertad de opinión y el respeto, en este caso sobre aspectos sociales y políticos, contribuye positivamente a la convivencia, la cohesión social y a buscar las mejores alternativas de futuro, ya que, como decía el gran Antonio Machado: “Tu verdad no, La Verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”. 

Sinceramente, pienso que tenemos en nuestra isla un déficit de debates sosegados, de tolerancia, de transparencia en los asuntos públicos y de voluntad en construir un proyecto común, y en cambio, proliferan las expresiones sectarias, los fanatismos, la intolerancia y los acomplejados que, desde la caverna de su anonimato, tratan de insultar y descalificar a quien tiene el atrevimiento de opinar libremente.

Observa, por ejemplo, como en los comentarios anónimos a estos escritos, alguno dice que tengo “un devastador sentimiento de culpa o vergüenza”, o que “trato de jugar públicamente a literato y quiero hacerme notar”, que soy “un resentido fracasado”, o de que “busco un puestecito de director general”, e incluso, alguno hace alusiones a mi familia. ¿Y qué tiene que ver todo esto con la moción de censura, que es el objeto del debate?

En el fondo, son acomplejados que, escondidos en el anonimato, prefieren la obscuridad de la caverna, quieren “defender su territorio”, tienen miedo a la libertad y tratan de intimidar a uno para que no siga opinando. Pero lo tienen claro: seguiré opinando libremente, porque ni le debo ni le temo a nadie, ni aspiro a ningún “puestito”, como dice uno. Sus enrabietadas expresiones, a veces adornadas con falsa erudición, me divierten y me animan a seguir opinando.

Y lo hago, porque quiero contribuir modestamente con mi opinión a buscar La Verdad, como decía Antonio Machado. Es decir, a buscar las mejores opciones de futuro para nuestra isla y para nuestros hijos, y es que como también podríamos decir parafraseando a Unamuno: “Me duele El Hierro”. Me indigna profundamente los que hacen uso indebido e ineficiente de recursos públicos, y defenderé siempre valores democráticos como la libertad, la justicia social y la solidaridad. 

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Dicho esto, vamos al grano.

Dices en tu escrito, estimado Alfredo, que llamo infames, malvados y viles, a los que firman la moción de censura. Y eso no es cierto. Yo no he calificado de esa forma a tu hija, ni a Alpidio, ni a ninguno de los que la han firmado. Por la sencilla razón, de que creo que se pueden descalificar los actos, las expresiones o las actuaciones, pero a las personas siempre hay que respetarlas.

Califico de infame no a las personas, sino a la moción de censura en si misma, por la sencilla razón de que hay que valorar siempre el fondo y la forma. Por ejemplo, si tú vas a entrar en un edificio público, y en ese momento hay una persona parada en la puerta, puedes actuar de diversas formas: Una, decirle: “Por favor… si es tan amable… me permite pasar”. Y otra: “¡Quítese de delante, que quiero pasar!”. Em ambos casos reivindicas un derecho, en el primero, de forma cortés y educada, en el segundo, de forma grosera.

En ningún momento he restado legitimidad al derecho a presentar la moción de censura. Lo que me parece infame y grosero no es el hecho de presentarla, sino la forma y el momento. Decía muy claro en mi escrito, que la moción podía presentarse a los tres meses, (Suele hablarse de un periodo de gracia de cien días), al mes, o a la semana siguiente, pero que me parecía, y esa es mi opinión y respeto a quien tenga una opinión contraria, que jurar el cargo de consejero, abrazar y felicitar al nuevo presidente, y a continuación bajar la escalera y presentar la moción de censura, me parece un acto infame que parece cargado de maldad y afán de venganza y carente de un mínimo de respeto y cortesía al rival político. 

Dices también en tu escrito, que me olvido de que fui consejero del Cabildo en Infraestructuras y Territorio y que perdí la ocasión de oro de renunciar a mi cargo. Pues te equivocas, Alfredo. Fui consejero, pero dimití en el tercer año de mandato, precisamente porque no disponía de los recursos humanos y económicos necesarios para hacer las obras que se consideraban necesarias, recursos de los que si disponían otras consejerías, y además, no quería ser cómplice de determinadas políticas o actuaciones. Cierto que no lo denuncié públicamente, pero tiempo al tiempo.

Manifiestas también que “tiro la piedra y escondo la mano”. Y también es falso lo que dices. Digo lo que pienso con absoluta libertad y responsabilidad, y digo lo que tengo que decir, en el momento y lugar oportuno. Quizá sea a veces “groseramente sincero”, pero de injurioso nada. Y como nombras también la judicatura partiendo de supuestos falsos, permíteme que te diga que de los asuntos sub judice, ya saldrá en su momento lo que tenga que salir.

Añades también que eso que digo de que “aquí nos conocemos todos”, es dar pábulo a sospechas de corrupción. ¿Pero de que hablas, Alfredo? ¿Lo dices en serio? ¿De verdad quieres negar que en Cabildo se dan corruptelas y casos de corrupción, en los que se lucran algunos en detrimento del bien común y el interés general? Otra cosa es poder demostrarlo ante instancias judiciales, que siempre parten de la presunción de inocencia y de una rigurosa y completa evaluación de pruebas.

Y en cuanto a lo que dices que me mofo del PSOE, partido al que pertenecí y en el que compartimos militancia, es otra expresión tuya que no se ajusta a la verdad. Quizá lo dices, porque cito una expresión sobre los “cuarenta años de vacaciones”. Te diré que he encargado el libro “Hombres sin nombre” que me recomendaste, ya que no disponían de él en librerías, porque siempre tengo curiosidad por conocer opiniones divergentes como forma más precisa de aproximarse a la realidad. 

Pero, de todas formas, te aclaro: en el tiempo en que estuve en la Complutense, abundaban grupos y siglas de todo signo que tenían notable actividad, pero el PSOE no tenia presencia notable en el movimiento estudiantil. Y en segundo lugar, me merece muchísimo respeto y admiración un partido político que ha tenido un indudable protagonismo en la lucha por las libertades, los derechos sociales y la modernización de nuestro país, a pesar del comportamiento poco ejemplar de alguno de sus dirigentes, pero eso sucede en todos los partidos.

En cualquier caso, ya me he excedido hoy de las mil palabras, y del PSOE, y más concretamente del PSOE de El Hierro y de mi paso por el mismo, hablaremos otro día. Y aunque no lo he contado públicamente, en cierto modo me comprometes a que lo haga. Porque los asuntos personales y familiares pertenecen a la absoluta intimidad, pero los relativos a actuaciones en el ámbito de lo público, creo que es saludable democráticamente que sean conocidos, pues los ciudadanos tienen derecho a saber en base a qué criterios se toman determinadas decisiones que les afectan.

Cordiales saludos.

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Por Raúl Acosta Armas*.

Cuando decidí presentarme como candidato al Parlamento de Canarias, mucha gente me preguntó: ¿Por qué?, ¿Por qué ahora?, ¿Te sientes preparado?... Creo que debo responder a estas preguntas que tanto me plantearon, y que incluso me planteé a mí mismo, para que puedan comprender un poco mejor mi decisión.

La razón es fácil; tristeza. Tristeza de ver cómo los grandes temas de nuestra isla no se afrontan, tristeza de ver cómo abandonamos a la generación que nos lo ha dado todo, nuestros padres y abuelos, tristeza de ver cómo los jóvenes que abandonamos nuestra isla luego no tengamos un lugar al que volver a nivel profesional en la mayoría de los casos.

Por mi formación académica como jurista y mi desempeño luego como abogado y consultor de empresas, vivo la realidad económica y social muy de cerca en la isla de El Hierro. Veo como cada vez son más las empresas o familias que les cuesta llegar a fin de mes. Muchos piensan que la culpa de todo es la pandemia, pero tiene sus matices. Algunos de los problemas que tenemos actualmente son anteriores a la propia Covid-19 y tienen que ver con la falta de planificación política de las grandes cuestiones que requieren consenso social (educación, sanidad, política fiscal, inversión pública…).

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Si nos lo planteamos fríamente, estoy seguro que ninguno de nosotros encontraremos nunca el momento perfecto para aventurarse en esto de la política, pero estaba en un momento de mi vida que sentía que no podía esperar más, porque no estaba de acuerdo con muchas cosas y siempre me estaba quejando. Es por ello que vi necesario dar un paso al frente e intentar aportar.

Creo que todas las personas tenemos la obligación de aportar a la sociedad una parte de todo lo que la sociedad nos ha dado. Puedo decir que hoy tengo una carrera, tres máster y un experto universitario, gracias a un sistema público de becas y a una familia que me ha ayudado en todo momento. Puedo decir que soy afortunado, pero no todos han tenido la misma suerte que yo, por eso tenemos que trabajar para ayudar a que cada vez sean más los que puedan cumplir sus sueños, dando igualdad de oportunidades a quienes no la tienen.

Deseo que la isla de El Hierro sea aquel lugar seguro, próspero y con posibilidades que lo fue en mi niñez, antes de aquella primera gran crisis del 2008 que lo estropeó todo. Por eso estoy en política, porque tenemos que volver a soñar la isla que queremos.

  

*Raúl Acosta Armas, diputado del Parlamento de Canarias por la Agrupación Herreña Independiente

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Por Juan Jesús Ayala.

El mentidero del “El Puente” se concentraba en su muro; un muro de apenas 10 0 15 metros de largo y sin espaldar, el cual estaba sobre la latonería de Aurelio  y del  pòrtalón de la casa de don Atilano  y de su yerno Pedro León.

Buena parte de principios de siglo XX existían políticas partidarias entre unas familias y otras, los Quinteros, los Fuentes y los Cejas que abanderaban  facciones diferentes que se titulaban Radical Socialista, Liberal Democrático o de Acción Republicana que además proyectaban sus políticas a otros pueblos y que cuando había que dilucidar quienes deberían ser los representantes a Cortes que venían de fuera, concretamente de Tenerife, la efervescencia política de la isla se recrudecía en esos mentideros, donde  el que más destacaba por la proximidad con el poder, a parte de El Pinar, se circunscribía al muro de “El Puente”, donde no solo se dejaban ver sus determinadas influencias para el logro de cuestiones, como por ejemplo los tejemanejes que se tuvieron con la llegada de médicos por parte de una determinada facción política hasta que por fin después de tantas triquiñuelas y agachadillas se logró  durante el mandato de los Fuentes tanto en la Delegacion del Gobierno como bajo la Presidencia del Cabildo quedara como medico único de la isla don Pancho Fuentes que hasta esa fecha ostentaba la dirección de una vieja casa que funcionaba como hospital insular aunque en realidad mas bien era un hogar de acogida para algún menesteroso de la isla que más que enfermedad alguna padecían de hambre y de desnutrición.

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Y entre esas triquiñuelas que rondaron los silencios y contubernios del “muro”   tras la ausencia del medico titular que se había desplazado a la isla de La Palma para asuntos familiares se le diera el cese que se le comunicó al regreso del viaje con lo cual se aprovechó para que al haberse ido sin el permiso oficial correspondiente, Don Pancho lograra  la titularidad como único medico de la isla así como  la dirección del nuevo hospital que aún estaba poco mas o menos que en  proyecto.

A parte que fue lugar de discusiones  y hasta enfrentamientos políticos, una vez concluida esta fase da  paso para  acoger a la juventud de los 50 donde lo que se discutida eran quien iba al Lomo de San Juan a volar las cometas o a jugar al trompo en el terraplén de enfrente;. O si había muchos boliches en los bolsillos para jugar al “chis y palmo” o buscando  el “gongo” y la correspondiente “tuladera” para hacerlos rodar por los vericuetos del terreno.

Pasado el tiempo el muro ya no está. Ha sido engullido por los planes urbanísticos  y queda  como una sombra en el recuerdo de los que disfrutaron de sus intrigase, de sus juegos que se han difuminado en las paginas de una historia que forma parte de las vivencias de una isla.

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Por Juan Jesús Ayala.

El Majano en la isla de El Hierro es una zona cerca del volcán Montaña Pablito y montaña de las Chamuscadas, pero no solo es una denominación geográfica  sino que además se conoce, “el majano”,como uno de los símbolos y referentes del viejo tiempo que posee unas características no solo geológicas, vitales ,sino que encierra dentro de su significado de piedra  una gran enjundia emocional con historias que circulan alrededor de su emplazamiento.

En los caminos de la isla y en recovecos por donde discurría el paso de personas, los que por allí circulaban percibían unas torres de piedras amontonadas, unas sobre otras de una altura que no pasaba el metro que guardaban entre sus oquedades o en la cúspide prensada también con otra piedra un papel, una señal, un mensaje  para una determinada persona que tenia que descifrar el misterio de su lenguaje a pesar  de saber de donde venia  y quien había sido el mensajero.

Por lo general era un lenguaje que traducía amores escondidos, de escapadas, reflejos de suspiros que pretendían arrullarse en las emociones del otro; a veces era un lenguaje de celos, de imposibles y cuando no de tretas, de amigos y hasta de enemigos, como desafíos de peleas que estaban pendientes. En ellos el tiempo se cristalizaba, se hacia sonido como si fuera un diapasón, que anunciaba lo que iba a suceder por la tarde o al día siguiente.

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Los majanos estaban protegiendo y enmarcando un territorio que el que pasaba  por allí pertenecía al mismo, intuía  que había algo que le aguardaba entre las piedras secas o mojadas, algo que tenia que descifrar: Y siempre era lo que deseaba oír y no podía, lo que necesitaba una repuesta y tenia que hacerlo igual: dejando en la torreta de piedras una marca, un papel, el simulacro de una frustración o el deseo que la noche se  difumine y de paso a un amanecer diferente.

El secreto de los majanos es de dos; no participan en él más que el uno y el otro; solo dos saben de su existencia porque entre ellos lo han fabricado y conocen donde están, en que encrucijada de caminos se encuentran.

Funcionan los majanos como si fueran una estación de comunicación que en tiempos pretéritos en que la isla  se encontraba incomunicaba con el exterior también soportaba una cierta incomunicación desde dentro.

Había que recurrir a la argucia, a este medio de información curioso y elegante, donde desde el artificio de los majanos se cantaban las verdades, se rompían amores y se daban besos las piedras  como la mejor metáfora de la impaciencia y del deseo.

Los majanos en la isla de El Hierro son una de las claves que la isla utilizó para revivir leyendas, para emitir llantos, risas o esperanzas encerrados en una marca, en una piedra puesta en esta o aquella dirección, sobre todo, es uno de los monumentos sentimentales y emotivos que debe conservar la isla, al menos en su memoria colectiva de esos viejos caminos hoy ya sin majanos y sin intrigas.

 

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