Por Juan Jesús Ayala.

Dentro del fenómeno de la migración que soporta Canarias, casi por inercia e inconscientemente abunda en la memoria   de cada cual que no nos es un acontecimiento nuevo, sino que fue hasta vital para el desarrollo económico y social de las islas en capítulos  de su historia donde la penuria fue protagonista durante mucho tiempo.

Pero también nos hace pensar que más de una vez   se asume la sensación que se es extranjero en su propia tierra, lo que se prolonga hasta dentro de uno mismo. Cuando observamos un paisaje que notamos cambiado, que hace años no era así y que ahora está desdibujado por la especulación, nos encontramos con ciertos interrogantes que trastocan la conciencia y la percepción de cosas, de nuestras cosas.

Ser extranjero, desde los bárbaros, quea lo largo del tiempo que así se consideraban, es doloroso; y la cuestión se acrecienta cuando nos encontramos con extranjeros que nos vuelven la mirada, que cuando cruzan por nuestro camino, si se fijan en nosotros es para dirigirnos un gesto que traduce asco y agresividad.

También se consideraron así a los Danaides, descendientes de Egipto, lo que nos hace comprender que la condición de extranjero estaba subyacente en las civilizaciones elementales y que invaden la tierra conviviendo con otros seres humanos, uniéndose los de un pueblo con los del otro, teniendo entre sí hijos que en la diferencia enriquecen los linajes.

Sin embargo, no se sabe muy bien si lo que en el fondo está funcionando el mecanismo psicógeno que impulsa el encuentro sea el miedo o la desconfianza que uno tiene del otro.

Muebles El Placer Pie

Los pueblos nunca   fueron primigenios en su implantación, puesto que los que llegaban traían la ventaja de la novedad, así como también el inconveniente de la amenaza. Los de dentro eran receptivos y desde el recelo y la desconfianza se formaliza el encuentro, y desde ahí, desde el temor y la sumisión de unos por los otros, surgen los Estados y las naciones.

Es necesario, pues, una armonía de la polivalencia, donde tengamos los mismos derechos y desarrollemos idénticos discursos, pero mucho tiene que evolucionar la mentalidad de los seres humanos para que esta situación sea satisfactoria.

De momento a muchos extranjeros se les explota y se les somete a unas condiciones de supervivencia ciertamente   esclavista, con salarios de miseria y exentos de todos los parabienes y necesidades que tiene el nativo.

Situación que hay que corregir.

Pero también en la historia, y circunscríbenos a la de Canarias, se da la gran paradoja que extranjeros que llegaron y continúan llegando a nuestra tierra se alían con los poderes locales  para desde un poder reforzado entre unos y otros reventar a los de dentro que se ven como extranjeros de sí mismos. Viven en la incomodidad al comprobar que sus arraigos vitales en todos los vértices de su desarrollo son desde dentro secuestrados y violentados.

Lo que constituye un drama difícil de entender, sobre todo, en esta época de la gran migración, donde se intenta poner en rodaje la mejor solución para paliar y ayudar este desgraciado fenómeno; pero se nos olvida que muchas veces comprobamos que también somos extranjeros de sí mismos oprimidos por los poderes ocultos y no tan ocultos de algunos que han llegado a nuestra tierra que nos miran por encima del hombro y que nos hacen recordar viejas épocas de colonizaje y vasallaje.