Por Luciano Eutimio Armas Morales.

El debate por TV del lunes 10 de julio entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez, en plena campaña electoral de las elecciones generales del 23 de julio, deparó algunas perlas que han tenido amplia difusión en los medios de comunicación y en las redes sociales.

En un debate agresivo y trufado de mentiras por parte del candidato Alberto Núñez, producto posiblemente de la factoría de Miguel Ángel Rodríguez, ex-portavoz del gobierno de José María Aznar y muñidor en la sombra de las campañas de Isabel Díaz Ayuso, se sacó el candidato gallego un conejo de la chistera.

En un gesto falaz, hipócrita y efectista, mientras firmaba un papel que tenía sobre la mesa, se lo pasaba a Pedro Sánchez mientras decía: “Vamos a firmar un pacto ahora mismo: Al que gane las elecciones, a la lista más votada, se le permite gobernar: Si usted gana, yo le permito que usted gobierne, y si yo gano, usted permite que yo gobierne”.

Es evidente que esto no era sino un gesto de cara a la galería, porque un asunto de tanta trascendencia no se firma de forma improvisada en un debate televisivo, sino tras un riguroso y contrastado debate de las formas y el fondo de un asunto de tanta trascendencia. Se trataba más de una concesión a la demagogia, que del deseo de que el gobierno tuviese el respaldo de la mayoría de los ciudadanos.

Porque ese es el fin último que debe perseguir cualquier sistema democrático: que el gobierno responda al sentir colectivo y cuente con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos. Y esto se puede conseguir de dos formas. Una, en un régimen parlamentario, en el que se conformen mayorías que respondan a ese fin, porque de nada vale que el representante de la lista más votada sea proclamado presidente, si no tiene un respaldo de una mayoría en el parlamento. 

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La otra, es en un sistema más presidencialista, en el que, si ninguno de los candidatos obtiene mayoría absoluta para gobernar, se celebra una segunda vuelta entre los dos primeros candidatos, y el que gane, indefectiblemente lo hará por mayoría absoluta y gobernará la lista más votada. Este sistema se emplea en Austria, Francia, Argentina, Brasil, Croacia, Portugal, Chile, Finlandia, Uruguay, Rumanía, Ecuador, Polonia y muchos otros países.

Así que Sr. Núñez Feijoo, no sea usted tramposo. Las democracias forman los gobiernos con mayorías parlamentarias, y la otra alternativa para ratificar un apoyo inequívoco de la mayoría de los ciudadanos, sería celebrar una segunda vuelta entre los dos primeros. Eso es juego limpio, pero lo de proponer firmar un documento en un debate televisivo para que gobierne la lista más votada, cuando todas las encuestas le dan mayoría, no deja de ser un efectista truco de trilero.

Y eso, sin contar los gobiernos autonómicos o municipales que se están formando en diversas comunidades contra el ganador de las elecciones. Y sin contar tampoco, con las ocasiones en que han conseguido ese poder apoyándose en tránsfugas, en casos con un claro tufo de corrupción, como los de Esperanza Aguirre, Eduardo Zaplana o Evelyn Alonso. Cierto que casos similares se pueden dar, y de hecho se han dado en casi todos los partidos, pero también es cierto es que quien tiene mayor poder adquisitivo tiene mayor capacidad de compra. 

Si de verdad al Sr. Feijoo le preocupa la representatividad democrática de los gobiernos que salen de las urnas, que promueva una modificación de la constitución, a la que efectivamente le conviene una puesta al día y una ratificación en referéndum del sistema de gobierno, monarquía o república, del que en su día se olvidaron. Pero para eso, debería empezar por respetar la constitución que tenemos y no bloquear la renovación del CGPD. Por ejemplo.