Por David Cabrera.

Tenemos la posibilidad de crear una pequeña comunidad que sea un ejemplo en muchos aspectos de la vida. Sin embargo estamos lejos de lograrlo. 

Vivimos unos años de completa locura, epidemia mundial, guerra, rearme europeo, inflación, paro, y una clase política poco capaz, seguramente le menos capaz de nuestra democracia, que no hace, no deja hacer, no profundiza, no trabaja.

Soy de los que creo que quizá podamos entre todos crear una oportunidad entre tanto desmoronamiento, construir de nuevo y con arreglo a principios más simples, más sólidos, más honestos y solidarios.

Los herreños estamos en una posición privilegiada para hacer frente a este reto. Por población, por ser parte de la ultra-periferia europea, por ser una sociedad aún a tiempo de reconstruir nuestro futuro, en cuanto al turismo, al sector primario, a la educación y a la salud.

Es que no hay más.

¿Pero qué hacemos los cargos públicos? 

Hemos creado una burocracia que nos lleva a situaciones absurdas. Llevados por nuestros deseos de control del bien público, de responder con equidad, justicia y solidaridad, hemos perdido cualquier atisbo de eficacia y eficiencia. 

Y los políticos, que tenemos en nuestra manos la opción de cambiar esta situación, de dotar a nuestra administración de mayor agilidad primero y eficacia después, no hacemos absolutamente nada, quizá porque se trata de un proyecto que vas más allá de una legislatura, y ya se sabe que para nosotros los políticos lo importante es lo que entra en los cuatro años inmediatos. 

En resumen, no interesa meterse en ese berenjenal. Mejor quedarse en el huerto de lo no comprometido, de lo que no da votos, pero que tampoco quita muchos votos. 

Y así nos va. No solo en nuestra isla, sino en el mundo. 

Muebles El Placer Pie

El gran peligro es convertirnos en una sociedad meliflua, y ha sido necesaria la atrocidad de una guerra entre seres humanos en Ucrania para darnos cuenta de que Europa no puede seguir por el camino de lo políticamente correcto. ¡Cuántas vidas quitadas!…, para, finalmente, ponernos a todos de acuerdo en algo tan de sentido común. 

En nuestra Isla, sin embargo, lo que pasa en el resto del mundo, parece que no va con nosotros. Parece que la guerra queda lejos de nuestras aguas, cuando cada vez más nos lleva a la conclusión de que debemos recorrer el camino de la soberanía; es decir cultivar nuestros productos, hacerlo de forma sana, respetuosa con la salud y la calidad del sabor; no es posible que produzcamos al año por ejemplo 2.000 kilos de hortalizas y consumamos 32.000 kilos; que nuestra papas, en estas fechas, sean las que vienen del Reino Unido, cuando contamos con seguramente las variedades más interesantes de papas de Europa. 

Nos hace falta una política insular basada en la unanimidad, porque si yo no puedo convencer a otros de que tiene más sentido plantar nuestra papas, aunque sean más caras, que consumir la más que mediocre calidad de las papas británicas que nos llegan, porque nuestra salud y nuestra economía circular nos lo agradecerá, como voy a convencer a los compañeros de la corporación de gobierno de la prioridad que implica el sector primario. 

Ha tenido que arrasarse el granero de Europa que es Ucrania, para que algunos recordemos aquellos tiempos en los que cultivábamos nuestro propio grano en las medianías.

No hemos asumido aún que el sector primario es la base de nuestra Isla, el pilar fundamental sobre el que construir nuestro futuro soberano, en lo que no sea necesario tener mucho de casi nada, pero sí un poco de casi todo. El pequeño agricultor, el pequeño ganadero, el pequeño pescador necesita un vehículo eficaz de comercialización de nuestra pequeña producción. Por aquí debemos empezar.

Gobernar una comunidad de 11.147 personas censadas exige unanimidad y ganas de cambiar nuestra sociedad, pero tengo que decir que uno se siente muy solo en esta lucha política por lo nuestro; a menudo tergiversada, ridiculizada por aquellos que buscan el puesto fácil, no comprometido, y que una vez que lo consiguen, no hacen absolutamente nada por los demás.