Por Alfredo González Hernández.

Son las 3,15 de la madrugada. En la carpa de San Andrés habilitada para acoger provisionalmente a los Inmigrantes ilegales, han entrado hace dos horas 180 personas, la mayoría hombres y mujeres, todos jóvenes, además de algunos niños y bebés. Acaban de culminar una travesía de siete días con mar agitada en la que falleció un joven, cuyo cadáver les acompañó hasta el puerto de La Restinga.

Agotamiento, piel seca y áspera por efectos del sol y la sal, llagas y dolores generalizados por las malas posturas en un espacio reducido e infernal que no les permite el descanso ni el sueño. Algunos vómitos. Miradas de tristeza y extenuación, pero de agradecimiento y esperanza. 

Maguette Traore, senegalés de 25 años, se dirige a mí para agradecer nuestra ayuda. Veo la ocasión para sondear sus sentimientos y le pregunto por qué ha venido y si volvería a repetir esta experiencia. Me pide el móvil y, después de una reflexión, escribe pacientemente. Empieza a cautivarme y se establece entre nosotros una fugaz relación de complicidad, de empatía y de mutuo agradecimiento. Su lacónico mensaje es como sigue:

Joyeria Bazar Elvira pie

"Sí tuviera que regresar a mi país, nunca volvería a hacer este viaje. Estuvimos demasiado cerca de la muerte. Cuando aún faltaban ochocientas millas, aparecen fisuras en el fondo del barco. Nos vimos obligados a usar las ollas para sacar el agua. Habíamos formado dos equipos para trabajar, el del día y el de la noche. No hubo descanso durante la larga travesía movida e interminable. El miedo crecía, pero con suerte estamos aquí con vida. Agradecemos vuestra ayuda. Dios se los pague. Los jóvenes de mi país huimos del hambre, de la corrupción y de la penuria. Queremos trabajar y estudiar, al mismo tiempo que enviar urgentemente dinero a nuestras familias”.

Así es como piensan estos jóvenes inmigrantes del África negra, los mejores de su país, los más emprendedores y valientes. Los más nobles.

Hoy esperaba ilusionado volver al centro y verle, preguntarle si había descansado. Lástima, acabo de enterarme que ya ha sido desplazado de esta isla. No tuve la oportunidad de tener su número de teléfono. Con él se va lo que pudo llegar a ser una amistad sincera y duradera. Que no sufras las heridas del racismo. Suerte, amigo Maguette.