Por Raúl Acosta Armas*.

Tenerife ha ardido de forma literal sin que los medios de extinción hayan podido hacer gran cosa ante el devastador efecto de las llamas, ayudado por la morfología del terreno

En Tenerife, la noche del 15 de agosto comenzaba un incendio en el monte de Arafo que inexorablemente se fue extendiendo hasta afectar a 12 municipios de la isla. Más de 14.751 hectáreas quedaron afectadas y tuvieron que desalojar su vivienda o propiedades unas 26.000 personas. Ha sido el peor incendio desde que se tienen registros en Canarias.

Distintos factores como la pérdida de la actividad silvícola, la escasez de pastoreo de trashumancia o el bajo aprovechamiento agrícola en zonas rurales, todo ello en un contexto de cambio climático, han creado el caldo de cultivo perfecto para que se lleguen a producir incendios de estas características, técnicamente conocidos como de sexta generación. A corto plazo, dado que este voraz incendio forestal ha finalizado, toca evaluar los daños, ayudar a los damnificados y trabajar por recuperar la biodiversidad afectada, pero es nuestra obligación poner de manifiesto una realidad más que evidente a medio e incluso largo plazo: este no será el último episodio que se va a producir en nuestras islas. 

Toca reflexionar sobre lo ocurrido en Tenerife, pero también, en los últimos años, en La Palma, La Gomera, Gran Canaria y El Hierro. No podemos obviar la certeza cada vez más evidente de que los incendios forestales constituyen un riesgo recurrente de primer orden para personas, bienes y medio ambiente, que cada verano pueden convertirse en una vorágine de destrucción para nuestros territorios insulares. No hay más que mirar para toda la zona de medianías del Valle de El Golfo para ver ese color anaranjado y amarillento de los pastos resecos, tras años de sequía, y ver que estamos ante un peligro inminente que en cualquier momento puede materializarse. 

La progresiva y desordenada urbanización de nuestro entorno rural, una gestión silvícola manifiestamente mejorable, el abandono de terrenos de cultivo de medianías y la consecuente progresión de la vegetación natural hacia nuevos espacios constituyen agravantes a considerar por sus consecuencias negativas en materia de incendios forestales y la progresiva generalización de episodios fuera de capacidad de extinción en Canarias y, por ende, en El Hierro. En la actualidad, un incendio en Frontera o El Pinar, en el que las condiciones de propagación sean favorables, podría suponer una catástrofe sin precedentes para El Hierro. Y esto es una realidad extensible a cualquier otra isla con masa forestal.

Por eso, es necesario incrementar nuestra conciencia social y medioambiental sobre este asunto y poner en primer orden de la agenda política la necesidad de implementar una gestión forestal sostenible de nuestros montes. De esta manera, garantizamos la conservación del medio natural, al tiempo que generamos empleo y contribuimos al aumento de la calidad de vida y expectativas de desarrollo de la población rural. En este nuevo contexto de cambio climático, si queremos preservar estos ecosistemas para el futuro, debemos cambiar nuestra manera de entender e interactuar con los territorios forestales. La “musealización” de nuestros montes no ha sido una estrategia válida, visto lo acontecido en Tenerife. Necesitamos volver a recuperar paisajes que den una respuesta diferente al fuego y su propagación por sus menores cargas de combustible, todo ello en claro equilibrio con los valores naturales que los identifican. 

La necesidad de una nueva gestión del riesgo de incendios forestales debe plantearse  entendiendo que nuestros montes deben ser gestionados integrando los aspectos ambientales con las actividades económicas, sociales y culturales de sus territorios. Y para ello es necesario que desde las Administraciones públicas se trabaje desde distintos ámbitos (legislativo, urbanístico, política forestal y de incendios, protección civil y de educación ambiental). A modo de ejemplo tendríamos que valorar algunas de estas acciones:

Legislativo

- Redacción y aprobación de un nuevo Plan de Gestión Forestal de Canarias, así como los consiguientes documentos insulares, que favorezca una gestión selvícola sostenible de nuestros montes.
- Aprobación de un nuevo Decreto de Prevención y Extinción de Incendios, dado que el actualmente vigente data de 2001.
- Aprobación, desde los ayuntamientos, de ordenanzas específicas para compeler a los vecinos/as a que tengan las parcelas colindantes a los montes limpias, bajo apercibimiento de ejecutarse a su costa la limpieza de los terrenos (como hizo el Ayuntamiento de Los Realejos).

Planificación espacial

Favorecer medidas de fomento para que la agricultura y ganadería, especialmente la extensiva, de medianías y zonas cercanas a la masa forestal pueda volver a considerarse como un actividad económica rentable y favorecedora de la recuperación de nuestro paisaje.

Delimitar los territorios de riesgo por incendio forestal en Canarias y alcance territorial del peligro con los usos del suelo que se superponen, especialmente en zonas habitadas.

Mejorar los accesos de pistas forestales y agrícolas como cortafuegos y potenciadoras de la recuperación de parcelas para sus dueños. 

Incentivar actividades económicas que supongan la reducción de la carga de combustible en terrenos forestales.

Política forestal y de incendios

Establecer un fondo presupuestario de apoyo a la prevención de incendios y gestión forestal, mejorando la inversión en prevención frente a la extinción.

Incentivar el aprovechamiento silvícola y ganadero de nuestros montes a fin de favorecer actuaciones para el aprovechamiento de los recursos  como la madera, basa, pastos, setas, entre otros.

Fomentar la puesta en marcha de actuaciones para mejorar la estructura del bosque y favorecer su biodiversidad.

Aumentar las redes mixtas de riego y contraincendios en las zonas de medianías con una doble función, recuperar cultivos como la vid y/o higueras que hagan de cortafuegos y tener acceso a agua en caso de incendio.

Fortalecer la selvicultura preventiva de nuestros montes favoreciendo espacios más resilientes ante un incendio forestal haciendo buena esa máxima de que “los incendios se apagan en invierno”.

Protección civil

- Invertir más en las dotaciones materiales y humanas de los equipos contraincendios y de prevención.
- Solicitar al Estado una base permanente en Canarias de Helicóptero bombardero pesado (kamov) y/o similar durante todo el año.
- Elaboración de Planes de autoprotección para núcleos de población aislada, áreas recreativas, entre otros, que se encuentren ubicados en zonas de riesgo.
- Ampliar las Campañas Anuales de Incendios a todo el año, y no sólo a la etapa estival.
- Adquisición de maquinaria pesada específica para las actuaciones de prevención y extinción de incendios. 

Estas son algunas de las medidas que debemos considerar para garantizar la persistencia de nuestros montes. Aunque la medida más importante que debemos adoptar hoy mismo es la de despertar la conciencia. Cualquier isla puede volver a verse afectada por este riesgo y, si nos llega a pasar, no habremos hecho todo lo posible ni por evitarlo, ni por estar más preparados.

*Raúl Acosta Armas, diputado del Parlamento de Canarias por la Agrupación Herreña Independiente (AHI).