Por Juan Jesús Ayala.

El mentidero del “El Puente” se concentraba en su muro; un muro de apenas 10 0 15 metros de largo y sin espaldar, el cual estaba sobre la latonería de Aurelio  y del  pòrtalón de la casa de don Atilano  y de su yerno Pedro León.

Buena parte de principios de siglo XX existían políticas partidarias entre unas familias y otras, los Quinteros, los Fuentes y los Cejas que abanderaban  facciones diferentes que se titulaban Radical Socialista, Liberal Democrático o de Acción Republicana que además proyectaban sus políticas a otros pueblos y que cuando había que dilucidar quienes deberían ser los representantes a Cortes que venían de fuera, concretamente de Tenerife, la efervescencia política de la isla se recrudecía en esos mentideros, donde  el que más destacaba por la proximidad con el poder, a parte de El Pinar, se circunscribía al muro de “El Puente”, donde no solo se dejaban ver sus determinadas influencias para el logro de cuestiones, como por ejemplo los tejemanejes que se tuvieron con la llegada de médicos por parte de una determinada facción política hasta que por fin después de tantas triquiñuelas y agachadillas se logró  durante el mandato de los Fuentes tanto en la Delegacion del Gobierno como bajo la Presidencia del Cabildo quedara como medico único de la isla don Pancho Fuentes que hasta esa fecha ostentaba la dirección de una vieja casa que funcionaba como hospital insular aunque en realidad mas bien era un hogar de acogida para algún menesteroso de la isla que más que enfermedad alguna padecían de hambre y de desnutrición.

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Y entre esas triquiñuelas que rondaron los silencios y contubernios del “muro”   tras la ausencia del medico titular que se había desplazado a la isla de La Palma para asuntos familiares se le diera el cese que se le comunicó al regreso del viaje con lo cual se aprovechó para que al haberse ido sin el permiso oficial correspondiente, Don Pancho lograra  la titularidad como único medico de la isla así como  la dirección del nuevo hospital que aún estaba poco mas o menos que en  proyecto.

A parte que fue lugar de discusiones  y hasta enfrentamientos políticos, una vez concluida esta fase da  paso para  acoger a la juventud de los 50 donde lo que se discutida eran quien iba al Lomo de San Juan a volar las cometas o a jugar al trompo en el terraplén de enfrente;. O si había muchos boliches en los bolsillos para jugar al “chis y palmo” o buscando  el “gongo” y la correspondiente “tuladera” para hacerlos rodar por los vericuetos del terreno.

Pasado el tiempo el muro ya no está. Ha sido engullido por los planes urbanísticos  y queda  como una sombra en el recuerdo de los que disfrutaron de sus intrigase, de sus juegos que se han difuminado en las paginas de una historia que forma parte de las vivencias de una isla.