Por Luciano Eutimio Armas Morales.

  • ¿Sabe usted por donde queda la fuente? – Le preguntó el senderista al pastor.
  • Siga usted aquella vereda, y tras la montaña que usted ve a la derecha, hay un valle de pinos. Una hora de camino, más o menos. Cuando vea los pinos, podrá observar una caseta de madera a la orilla de un barranquillo. Justo al lado de la caseta, podrá ver la fuente.
  • ¿Pero es agua potable? ¿Se puede beber?
  • Bueno, aunque es agua desalada, parece que sí. Se puede regar con ella, beber, ducharse o emplearla en la cocina.
  • ¿Agua desalada en una fuente? Que cosa tan extraña …

Cuando los perros de caza ladran al tiempo que mueven la cola, parece que no es buena señal. Y cuando los amos escriben y firman bajo los pinos, es probable que las manchas de resina pegajosa se adhieran al papel y se emborronen las firmas.

  • Me han dicho que junto a la fuente hay también un quiosco y venden pescado…
  • Si, es cierto, allí se vende toda clase de pescado. Pero hay que pagar por adelantado.
  • ¿Y cómo es eso?
  • Si. Usted elige el pescado que quiere comprar y cuantos kilos, lo paga, y luego cuando lo pesquen, se lo entregan. 
  • En mi tierra, a eso le llaman “vender el pescado antes de cogerlo”.
  • Si. Más o menos. También habrá oído decir eso de que en todas partes se cuecen habas.
  • Bueno, cierto, aunque en unas partes más que en otras. He oído decir, por ejemplo, que en La Gomera se comen muchas habas. No sé si sabrá que es una legumbre altamente nutritiva, que contiene proteínas, vitaminas, minerales y antioxidantes.

Hacia un calor sofocante bajo los pinos, a lo que contribuía el aire enrarecido que se desprendía de la pinocha. El convidado de piedra miraba sin ver. No sabemos si porque carecía de capacidad visual, o si era porque en ese momento no estaba ubicado en ese lugar y circunstancia. Los expertos en lenguaje facial, no se ponían de acuerdo en la interpretación de sus gestos.

  • ¿Hay conejos por estos montes? -preguntó de pronto el senderista.
  • Uff, muchísimos, lo que sucede es que están escondidos en las gateras y no se ven. A veces asoman el hocico, sobre todo cando barruntan que va a haber tormenta.
  • ¿Y hay alguna carretera para llegar a la fuente, o solo se puede ir por senderos?
  • Si, hay una carretera, aunque no está en muy buenas condiciones. Es estrecha, de tierra, como puede ver más allá, y a veces hay desprendimientos de las laderas. Dos veces al día pasa una guagua haciendo todo ese recorrido.
  • ¿Pero es segura?
  • Bueno, digamos que sí. Es una guagua antigua, pero el chofer hace malabarismos, tanto circula hacia adelante, como hacia atrás, e incluso de lado.

Los vientos alisios, parece que se retrasan este año. Algunos hablan de efectos del camio climático. En cualquier caso, la cuenta de explotación de Gorona del Viento   seguro que se resentirá por la baja productividad de uno de los meses clave. Lo que, de rebote, puede afectar a alguna federación de futbol.

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  • ¿Y a qué hora pasa la guagua?, preguntó el senderista al pastor.
  • La primera es por la mañana, a primera hora, pero ya pasó. Y por la tarde pasa otra vez, pero si usted va a la fuente, mejor vaya caminando … a no ser que pase algún coche y le lleve. Porque creo que hoy celebran una ceremonia al lado de la fuente.
  • ¿Qué tipo de ceremonia?
  • No sé muy bien… parece que es por reparto pescado.
  • ¿Qué pescado?
  • Del que piensan coger en la campaña.
  • Eso parece el cuento de la lechera…
  • Pero es divertido. Además, para amenizar la ceremonia, brindan con vino de pata y comen conejo en salmorejo. Si camina usted un poco deprisa, quizá llegue a tiempo de la ceremonia. Seguro le encantará, y hasta puede que le inviten.

La imagen digital es un instrumento de dominio.  O como decía Marshall McLuhan: “The medium is the message”. Los momentos más heroicos, más graciosos, más asombrosos o más infames, si no se graban en imágenes es como si no existieran. Por eso, lo importante no es contenido de un papel emborronado con resina de pino, lo importante de verdad es la imagen del acto de firmar.

Cuando tras una larga caminata, y después de agotar la reserva de agua de la cantimplora, el senderista se aproximaba al claro entre los pinos al lado de la fuente y la caseta de madera, se encontró con una pareja, que se ocultaban tras un pino de gran porte.

  • Te das cuenta, Helena, los tres machucambos y el convidado de piedra. ¡Que foto!
  • Aprovecha ahora, Francisco. ¡Dispara!

Helena estaba detrás de Francisco, que protegido de ser visto por los demás tras unas ramas de pino, disparaba su cámara con teleobjetivo sobre un grupo que, ante una mesa de madera, parecía que participaban en una ceremonia.

 Francisco, por otra parte, sabía que la imagen es un potente instrumento de comunicación y de dominio, y que los restos de resina parecería le conferían cierto hado de ancestrabilidad a los papeles. Pero justo en ese momento, cuando el convidado de piedra estira la mano para coger un trozo de conejo en salmorejo, unas gotas de grasa roja por el pimentón salpican una de las escrituras que se estaban consagrando en ese ritual. El senderista miraba con curiosidad desde cierta distancia.

  • ¡Jo tío! ¿Qué has hecho? -Se oyó una voz que gritaba, dirigiéndose indignado al convidado de piedra, al tiempo de levantar y mantener el papel manchado con grasa roja de salmorejo

Lo peor, -pensó el senderista-, es que eso no se puede limpiar con agua. Ni aun empleando agua desalada.

 

La Frontera de El Hierro, 16 de junio de 2.023

PS. Disculpa, estimado lector, pero cuando la realidad supera a la ficción, resulta inevitable tratar de recurrir al esperpento para describirla.