Por Juan Jesús Ayala.

Max Weber, sociólogo eminente y de categoría universal siguió a través de los siglos el desarrollo de una categoría social, de un tipo de persona que denomina “político profesional”, el cual obtiene de la política su subsistencia, el que vive de ella y para ella.

Esta observación sociológica no ha decaído con el paso de los años sino, por el contrario, se ha acrecentado y tenemos  ejemplos innumerables en personas que han ostentado  diversos cargos políticos,  que si contemplamos su retrato actual  vemos que su característica fisonómica nada tiene nada que ver con el de su juventud. En otro tiempo jóvenes y ahora entrados en años, pero con la misma dedicación profesional que antes.

Y uno se pregunta ¿Qué tienen estas personas que son capaces de deslumbrar a los lideres de los partidos que en realidad son los que manejan listas y puestos para continuar, desarrollando este o aquel cargo público? ¿Como es posible que esto sea así?. ¿Es acaso que los partidos están escuálidos de cuadros suficientemente dotados intelectualmente que se ven obligados a  echar mano de los de siempre?.

Si los  que tienen  en la política su medio de vida  y que durante las campañas electorales  no se cansan de decir que darán parte de su vida para arreglar este o aquel problema el cual continua igual, sin resolverse sine día no cabe duda que su incapacidad en la gestión de la cosa pública queda bien patente. 

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Y muchas veces son los mismos lideres de los partidos los que se aferran al poder y no les da vergüenza ajena pasar años y años en cargos públicos, donde a parte de gestionar la palabra y un énfasis que han cuidado a lo largo de los años, poco o nada han hecho de provecho y bienestar para esa sociedad que dicen está por encima de personalismos y de retóricas trasnochadas. Lo que nos parece bien. Pero se olvidan de mirarse hacia dentro y encontrarse él mismo  como el mejor protagonista de su historia. Una historia invariable plena de confusionismo y de inmovilismo por mucho que se muevan en coches oficiales de aquí para allá, o que caminen con paso ligero que no les conduce a ninguna parte cuando las cámaras de cualquier televisión enfocan esa altivez tan característica del que se cree imprescindible, aunque sea un farol.

Me da la sensación y tal vez sea así, que en la gestión publica, en aquellos que acceden a ella, no están los mas aptos por lo que deberían someterse a un reciclaje no solo ante si mismos y tener plena conciencia de su valía y responsabilidad sino que las organizaciones políticas a las que se pertenece, que tienen unos objetivos programáticos definidos cuenten en su militancia  personas con verdadera vocación política y que tengan claro que su labor estriba en dar cumplimiento a un proyecto político estén en este o aquel cargo, pero con responsabilidad, con la dedicación  debida para lograr y dar respuesta a los objetivos que se  han establecido.

Todo menos acercarse a la política, usarla para tenerla como una categoría profesional porque con ello se  demuestra una miseria intelectual-política de alto grado, que solo podrá conducir al fracaso del proyecto y a un estado de  melancolía que da la frustración.