Por Luciano Eutimio Armas Morales.

Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver… porque no le interesa. Y es que la polémica sobre el turismo y la tasa turística, parece que, en Canarias, está subiendo en decibelios. Empecemos por el principio:

¿Qué es el turismo?

Algunos autores hablan de la industria turística, para darle más relevancia y equipararla a la industria de las chimeneas, es decir, a la que realmente transforma materiales para crear productos. Pero independientemente del apellido que le pongamos y se le clasifique como industria o como servicio, es una actividad económica que ofrece una amplia gama de servicios con objetivos económicos, y que, en el año 2.019, representó el 10,4 del PIB mundial dando empleo a 319 millones de personas.

Turismo en Canarias

El turismo en Canarias, como muchas otras actividades agrícolas e industriales, fue iniciado por los ingleses, aprovechando la coyuntura de que Canarias estaba en la mitad de la ruta de Gran Bretaña con las colonias de África, y era punto de escala casi obligada. Los ingleses construyeron los primeros hoteles en Canarias en el siglo XIX situados en el Puerto de la Cruz y en Santa Brígida, aunque el turismo como viaje organizado con vuelos chárter a Canarias, comenzó en diciembre de 1957 con un vuelo entre Estocolmo y Gran Canaria. Los suecos, huyendo del obscuro y frio invierno, encontraban en Canarias ese clima, ese sol, esas playas y esos paisajes que tanto admiraban y deseaban disfrutar.

Tras los suecos, llegaron los alemanes, los ingleses, y en general de todos los países nórdicos, a disfrutar de todo eso que no tenían, y la mejora del nivel de vida en esos países y la eficiencia y competitividad de los medios de transporte, hicieron que ese turismo un poco exótico en sus comienzos, se convirtiera en un fenómeno de masas con amplia repercusión en la economía y en el empleo.

En Gran Canaria, el turismo comenzó una expansión extraordinaria tras la aprobación de la urbanización Maspalomas, Costa Canaria en el sur de la isla, que preveía la construcción de hoteles, apartamentos, campos del golf y centros comerciales. Y justo en ese tiempo nació lo que algunos llaman capitalismo popular: Ante la gran demanda de alojamientos turísticos por parte de los tours operadores extranjeros, ofrecían el pago adelantado de rentas por años, para contratar complejos de apartamentos turísticos. 

Se constituyeron así comunidades de propietarios formadas por pequeños comerciantes, funcionarios, taxistas, empleados administrativos, etc. que, con una pequeña inversión y el adelanto de renta que hacían los touroperadores, se hacían con la propiedad de un bungalow o un apartamento. Esto fue así en los años setenta y ochenta, hasta que los grandes operadores turísticos comenzaron a controlar y en cierto modo monopolizar el rentable negocio.

El negocio y el Rey Midas

En cualquier negocio o empresa, se invierte en comprar algo, ya sean materias primas, mercancías elaboradas, construcciones, vehículos, etc, y luego vende esos productos y servicios a un precio que le permita pagar los costes y obtener unos beneficios. Eso es tan elemental, que hasta Juan Lauriano o entendía. 

En el negocio turístico, el inversor construye un hotel, por ejemplo, en el que presta unos servicios y vende las habitaciones a un cliente que paga por disfrutar de esa habitación y esos servicios durante unos días. 

¿Qué vende el empresario hotelero? El alojamiento en una confortable habitación con los servicios de limpieza y restauración correspondientes, así como un valor añadido, que hace incrementar el precio de ese servicio de alojamiento. No es lo mismo una habitación en primera línea de playa con vistas al mar, que una habitación coya única ventana da a un patio interior con poca luz, aunque las habitaciones sean idénticas. 

Ese valor añadido del producto industrial o agrícola que hace incrementar el precio, puede ser cámaras de visión 360 º o conexión a internet en un automóvil, elaboración artesanal por medios mecánicos del aceite de oliva, o velocidad de procesamiento y memoria de un ordenador portátil. Pero todos esos añadidos tienen un coste, que el empresario repercute obviamente en el precio de venta.

Pero en el caso del turismo ocurre hasta ahora en Canarias algo muy curioso: El coste de construir un hotel en Soria o en Badajoz, y los servicios a prestar en el mismo, tienen aproximadamente el mismo coste que en Canarias. Pero una habitación de hotel en Canaras tiene un valor añadido extraordinario, que obviamente, el empresario turístico repercute en el precio de venta.    

¿Y cuál es el valor añadido del producto turístico que vende el empresario?  Es el clima, el sol, las playas, el paisaje y la seguridad ciudadana, entre otros. Pero hay una gran diferencia entre el industrial o el agricultor, que incorpora valor añadido a sus productos, porque el industrial turístico en Canarias, ese valor añadido que vende a sus clientes a él le sale gratis, con lo cual su beneficio se multiplica.

¿Y que tiene que hacer el Rey Midas de turno, ya sea en un ayuntamiento, cabildo o gobierno autónomo para multiplicar ese valor? Tocar con su varita mágica una porción de suelo y convertirlo en urbanizable. Su valor se puede multiplicar por cien para el que lo compra, construye y vende con el valor añadido del clima, el sol, las playas y el paisaje de Canarias, algo que a él le sale gratis y aumenta su beneficio escandalosamente. 

¿Y quién paga la cuenta?

Cuando un turista viene a Canarias, puede disfrutar de sus playas, de sus espacios naturales, de su clima, de sus infraestructuras, puede ducharse y desalarse cuando va a la playa en las duchas de la misma, o caminar por senderos acondicionados en sus cumbres o sus espacios naturales. 

¿Y quién paga todo eso?

Nosotros con nuestros impuestos pagamos los socorristas de las playas, la limpieza de las mismas, el cuidado de los senderos, los vigilantes de los espacios naturales, o el agua de las duchas en las playas. Pero los turistas, a quien el empresario turístico se lo ha vendido incluido en el paquete como valor añadido a su alojamiento, no pagan nada por eso.

La tasa turistica

¿Es tan difícil entender, que el turista debe pagar una tasa para contribuir a mantener esas playas y esos espacios naturales que disfruta gratuitamente? Y no me digan que el turista ya paga IGIC cuando va a un restaurante o alquila una moto de gua, porque ese IGIC también lo pagamos los canarios.

La tasa turística está extendida prácticamente en todos los destinos turísticos. No solo para contribuir con esas tasas a mantener esos espacios que los turistas disfrutan, sino también en algún caso de forma disuasoria para tratar de evitar un colapso del destino por masificación del mismo. Venecia por ejemplo comenzó por prohibir la escala de cruceros, y ha seguido por establecer una tasa para todo turista que quiera entrar en la ciudad.

Esa tasa nos la cobran a nosotros si vamos a hospedarnos a algunas ciudades de Francia, de Alemania, de Holanda, a Nueva York, a Praga, a Cancún, e incluso hay países que cobran una tasa turística de hasta 220,$  por el solo hecho de entrar en ese país como turista. Pero a los alemanes, a los franceses o a los holandeses, no les cobramos nada cuando viene aquí como turistas. ¡Es que somos muy generosos!

En realidad, los que se oponen a la tasa turística, es que ni defienden a Canarias ni defienden a los canarios. Lo que defienden de verdad, son los intereses de los depredadores de suelo que hacen negocio vendiendo nuestras playas, nuestros espacios naturales y nuestro clima, sin que a ellos les cueste nada… o bueno, quizá alguna mordida para el Rey Midas de turno.

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Diversificación económica de Canarias

Eso de la diversificación de la economía, junto a lo de turismo sostenible, es una de las muletillas que más se utilizan, por eso de que “es necesario que algo cambie para que toda siga igual”, como decía el Conde de Lampeduza, y es que, aunque esas expresiones se manejan de boquilla, los tiros van en sentido contrario.

Decía el pasado mes de diciembre el presidente Fernando Clavijo que había que agilizar los procedimientos de autorizaciones en el territorio, porque nos estaban esperando inversiones del orden de cincuenta a sesenta mil millones de euros, que estaban frenadas porque los inversores no conseguían las autorizaciones pertinentes. Y ya había dicho anteriormente, que “nuestra prioridad es atraer inversiones que contribuyen a ofrecer nuevas oportunidades a los jóvenes canarios”. ¡Que bien suena la frasecita!

Pero esas inversiones no pretenden destinarse en Canarias a crear un HUB que sea plataforma para los países vecinos de África aprovechando nuestra posición geográfica estratégica, ni para la creación de un parque tecnológico, ni para el desarrollo de industrias punteras en desalación o energías alternativas, no, nada de eso. Esos cincuenta mil millones de euros que están en lista de espera, son para invertirlos en construir más hoteles, más campos de golf, más centros comerciales y más puertos deportivos.

En esa lista de espera están La Tejita, El Mojón, el puerto de Fonsalía, La Pavona, Ecoresort, Cuna del Alma, Tenerife Circuito del Motor, y otros muchos proyectos para construir miles y miles de camas más. 

Y claro está, crearán más puestos de trabajo. Pero como el crecimiento vegetativo de nuestra población no permite cubrir esos puestos de trabajo, vendrán de Sudamérica o de África a cubrirlos. Pero esos trabajadores demandarán entonces más servicios sanitarios; de educación para sus hijos; de agua, electricidad y comunicaciones; de instalaciones de depuración y saneamiento. Y muchos tendrán un vehículo para desplazarse, y las autopistas del sur y del norte de Tenerife tendrán que aumentar a cuatro carriles, a cinco, a seis, y así sucesivamente hasta el infinito, o hasta que el caballo reviente. 

Capacidad de carga

“El crecimiento del turismo en España no es sostenible”. Esto no lo dijo un ecologista, lo dijo Gabriel Escarrer, consejero delegado del grupo Meliá. Hay que intentar hacer algo para controlar un crecimiento que puede colapsar el negocio. 

Hace más de veinte años, un gobierno y un parlamento sensibles con algo tan elemental como la capacidad de carga de un territorio, promulgaron leyes que pretendían contener ese crecimiento descontrolado. Pero desde el año 2015, las leyes parece que van en sentido contrario, y fomentan instrumentos para liberación del suelo y abrir ventanillas para los especuladores, como los Proyectos de Interés Insular. ¡Barra libre a los depredadores del territorio!

Porque la Ley del Suelo 4/2017, que en su exposición de motivos decía que pretendía descongestionar la tramitación de expedientes relativos a ordenación del suelo desmantelando la COTMAC y delegando funciones a los cabildos y ayuntamientos, lo que ha conseguido es el efecto contrario: Es como si en sanidad, ante el colapso de los hospitales deciden derivar los enfermos a los ambulatorios, donde ante la carencia de medios y de especialistas, a los pacientes les esperaría un negro panorama. Pues ese negro panorama es el que ha provocado la Ley del Suelo en Canarias. El desarrollo del los planes generales e instrumentos de ordenación del territorio se atascan, y solo parece que se agilizan los proyectos de Interés Insular, a la medida de algunos especuladores, claro está. En realidad, esta ley no se hizo para tratar de ordenar el territorio, sino para permitir que algunos lo desordenaran a la carta.

Y en esto, llegó la vivienda vacacional

Esta figura, nació con vocación de generar una renta complementaria para determinado segmento de pequeños propietarios. La intención parecía buena, pero como sucedió con el desarrollo de los complejos de apartamentos en los años setenta y ochenta, los grandes han visto la tarta, y ya hay algún propietario que posee más de quinientas viviendas vacacionales acogiéndose a la opacidad fiscal que esta figura permite, y provocando un crecimiento espectacular de este tipo de alojamiento.  Si esto no se regula adecuadamente, crecerá como un monstruo que devorará parte del mercado turístico, y provocará inevitables tensiones por carencia de viviendas en alquiler y elevación de la renta de las mismas. 

Gran parte de estas viviendas vacacionales han sido compradas por extranjeros, y esto necesita ser regulado. Hay países que han prohibido a los extranjeros no residentes comprar una vivienda, como Canadá, Nueva Zelanda o Andorra, y otros como Portugal, han aumentado considerablemente el impuesto a la propiedad para los propietarios no residentes. Pero en este país, como somos tan generosos, si un extranjero invierte quinientos mil euros en la compra de una vivienda, lo que llaman la Golden Visa, le regalamos la condición de residente y el derecho a vivir y trabajar en España. ¡Increible!

La situación de Canarias y la dependencia de la Unión Europea, en la que entramos por la puerta de servicio, no permiten seguramente implantar unas restricciones que si pueden hacer algunos países para hacer frente a la codicia especulativa del suelo y de la vivienda, pero posiblemente si se puedan implementar medidas fiscales como ha hecho Portugal, que contribuyan a frenar o disuadir este fiebre, que podría tener efectos muy negativos en el mercado turístico en general y en el acceso a la vivienda en particular.

Y una forma de rebajar esa fiebre, podrían ser efectivamente instrumentos fiscales: Que las viviendas vacaciones, dada la dificultad de controlar su nivel de ocupación, paguen una cuota mensual de tasas turísticas por la capacidad alojativa de la misma, pues el no pagarla, sería una forma de competencia desleal para los hoteles. Además, como obtienen mucha más rentabilidad que con el alquiler convencional, sería justo que tributaran más en IBI o en otras figuras fiscales.

¿Es beneficioso el turismo para Canarias?

Si el turismo es una industria, es la industria de los pobres. De los que tienen poca o ninguna cualificación profesional. De los que ni fabrican ni producen, sino que venden lo que han heredado para sobrevivir. Y si bien es una actividad económica que genera beneficios económicos y que ha permitido ayudar a salir de un crónico subdesarrollo a algunos países o regiones, también es cierto que cuando el turismo se convierte casi en un monocultivo, como ocurre ahora en nuestras islas, los efectos pueden ser negativos.

Tenemos en Canarias los peores indicadores en educación, en sanidad, en paro, en precariedad laboral y casi ochocientas mil personas en riesgo de pobreza o exclusión social. ¡Y eso con cifras récord de turistas! 

!Y todavía algunos se afanan en calificar más suelo para construir más camas turísticas, que traerán mas precariedad laboral, mas demanda de servicios, mas saturación de infraestructuras, mas contaminación, más presión sobre el territorio y las costas… y más miseria!

Pero no se trata de demonizar el turismo, como algunos dicen para descalificar a los que se oponen a esta demencial espiral de crecimiento. El turismo es una actividad económica beneficiosa para las sociedades que la promueven, cuanto está regulada y orientada a mantener y revalorizar los valores patrimoniales de esa sociedad, como sus paisajes, sus costas, su cultura y su equilibrio medioambiental. Pero cuando esa actividad está orientada a un crecimiento desmesurado promovido por especuladores y depredadores del suelo, se produce una destrucción de esos valores y una consiguiente pérdida de valor como destino turístico.

Pero eso a los buitres financieros no les preocupa. Después de exprimir, saturar y quemar a Canarias como destino turístico, se llevarán los beneficios a República Dominicana, a Los Cabos, en la Baja California, a Cancún o a Panamá. Con la complicidad de los Reyes Midas, claro está.