Sobre la nueva novela de Víctor Álamo de la Rosa
La escritura más allá de la muerte: El Pacto de las viudas

Mari Nieves Pérez Cejas/Siete mujeres. Siete voces femeninas. En la nueva novela de Víctor Álamo de la Rosa amor, muerte y escritura forman un trío perfecto, un ménage à trois cuyos hilos se mueven según los dictámenes de las viudas de los grandes dictadores de la historia. Caleidoscopio de ficciones que se presenta ante el lector como un verdadero desafío literario.

 

“No sabemos qué puede ocurrirnos dentro de este sueño”

Danilo Porter está enamorado hasta las trancas, hasta lo más hondo, hasta el suicidio imperfecto, hasta tal punto ama Danilo que en esta novela el hecho literario se reinventa para reescribir una y hasta dos veces la historia de un amor primitivo, un amor caníbal en fondo y en forma; no en vano es Calibán la isla en la que todo se origina y en la que todo acaba. La isla es, como en otros títulos del autor, el nacimiento y la muerte, el deshacer del tiempo en el que lo que pudo ser y lo que será conviven en una sincronía literaria sorprendente.

El Pacto de las viudas, la nueva novela del escritor Víctor Álamo de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, 1969) orbita en una galaxia literaria en la que los personajes se sitúan frente a sus obsesiones más irracionales, esas que salen de las entrañas y que llenan las páginas de muchos de los títulos de este autor, de larga y celebrada trayectoria. A modo de ejemplo, rescatamos El año de la seca, Terramores y Campiro que, trilogía de los amores imposibles que forman parte de ese mapa general que es el corpus narrativo de Víctor Álamo y que, según sus palabras, conforman, junto al resto de sus obras, una “supranovela”. Y es de un amor imposible de lo que hablan las páginas de El Pacto, de amor y de muerte, dos elementos fundamentales que rigen esta novela en la que el poder se alza como eje vertebrador de la escritura. Todo ello situado en una realidad distópica, en una atmósfera surreal en la que el espacio sideral se mezcla con las callejuelas de la Isla Menor o Isla Calibán y las avenidas casi dantescas de la capital madrileña.

El Pacto de las viudas nos presenta la historia de Danilo Porter, marido despechado por su musa Eleonore, detective dedicado a investigar los suicidios imparables de un mundo que parece haberse sumergido en la desesperación y en el caos, en el vaivén de una deriva que solo responde a las voces de siete mujeres poderosas, dueñas inmortales de un olimpo planetario. Las viudas tejen la historia a su antojo, recrean la ficción vivida de Danilo como si este fuera su juguete literario. Desde el gineceo atemporal en el que viven, ordenan la acción de la novela, en la que incluso el Escritor es un personaje más, subyugado a su poder apocalíptico.

Esta novela es un desafío constante, una provocación literaria que juega con el poder de deshacer historias y con la capacidad de la palabra para conseguirlo. Porque en la narrativa de Víctor Álamo, el estilo es un personaje más. Por encima de todo importa el cómo, lo que la lectura sugiere, la poesía que está detrás de la palabra. Y para ello se adueña del lenguaje hasta exprimir todas sus posibilidades, en un ejercicio barroco que tensa la sintaxis sin agotarla, empleando todos los recursos disponibles como si cada oración fuera el punto y final de la historia. Sin embargo, cada punto es un nuevo inicio. El placer lingüístico que posibilita describir la esencia profunda de las cosas, un juego irracional que deforma realidades, aunque tal vez sea la realidad la que esconde el esperpento, la violencia salvaje y primitiva de las emociones que mueven a los personajes de esta historia.

El lenguaje también erotiza. Su carácter sexual se explicita de forma descarnada, sin transparencias, con la crudeza que caracteriza la narrativa de Víctor Álamo, en la que continúan presentes algunos espacios comunes a otras obras, como la isla o el mar. Pero no. En El Pacto la isla y el mar no señalan lugares concretos, sino que son fuerzas mitológicas que determinan el devenir de la novela, entes mágicos porque proceden de la magia misma; por eso Calibán se quedó sordo hasta la muerte: “Y dicen que la culpa la había tenido el mar. Toda la dichosa culpa. El mar”.

El Pacto de las viudas es un coro polifónico integrado por diferentes voces que conforman una melodía armónica. Las grandes viudas de los grandes dictadores entonan un yo que constituye una pieza fundamental del engranaje novelístico y que entran en diálogo narrativo con el tú a través del cual conocemos la historia de Danilo. Alternancia de voces, de espacios y de un tiempo extraplanetario que conviven con personajes que el escritor resucita de su corpus narrativo. El Hans Marcus Müller de Campiro que continúa su vida literaria en estas páginas. Atrás quedó la obsesión por Celedonia Jesús que le llevara al delirio, sin embargo, en la isla aún permanece la huella de sus experimentos, así como el vacío que dejó la muchacha cuando el amor estalló. Porque el amor siempre está. Por eso: “dominar los mecanismos humanos del amor era la mayor conquista del Pacto de las viudas”.

Sin embargo, en esta historia hay una voz por encima de todas las voces. La voz de la escritura se impone para dar paso a un juego metaliterario de huella quijotesca, a través del cual el autor se convierte también en personaje-escritor, en trasunto shakespeariano que cierra la novela firmando su inmortalidad. Así, la escritura es el mito mismo: “Escribir es medirlo todo. Medir tus palabras, medir el tamaño de tus frases, medir tus intenciones y emociones. Medirte con el texto hasta cerciorarte de que un día se vuelve contra ti, representación de tu fantasía, porque es más grande que tú y que tus impulsos.”

Según investigaciones científicas, el universo no es estable, es más, al parecer, descubrimientos inesperados han demostrado que la órbita de Plutón es caótica.  Caótica es también la ciencia de la escritura y, por ende, del arte porque es desde el caos desde donde se origina la catarsis que necesariamente debe generar el hecho literario. Así lo entiende el escritor: “Creo en el poder liberador del arte. El arte nos ayuda a ser más auténticos, mejores”; y así lo viven sus personajes.

En esta orquesta de voces literarias, siete son los gritos que se imponen, siete voluntades que viven a su antojo ficción y realidad, siete hechiceras de la palabra que sucumben ante el Escritor personaje. Solo la lectura puede resolver el laberinto de sus páginas. Ella es la única voz posible capaz de rendirse al caos vital que trasciende el lenguaje, porque en esta novela la literatura siempre gana.
“Uno.
Dos.
Tres.
Siempre empieza así sus historias, es un truco de narrador antiguo, pero, por eso mismo, eficaz.”

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