Ana Ávila*

“Disturbios que le sucedieron”. Esta frase forma parte del título del apartado con que Dacio Darias encabeza el tema de la restauración de la Virgen de los Reyes a finales del siglo XIX (Noticias generales históricas sobre la isla del Hierro, 1929, pp. 246-249). Pocos acontecimientos como el mencionado han permanecido en la memoria colectiva de los herreños. Solamente teniendo en cuenta su carácter de patrona insular -con su desmedida carga emocional- se puede comprender la indignación que revoloteó sobre los herreños acerca del injustificado cambiazo de la imagen, estado de ánimo que, lamentablemente, no se ha manifestado con motivo de restauraciones de otras esculturas, visiblemente inapropiadas; con la desaparición de elementos constitutivos de la iconografía de las mismas (San Bartolomé, en El Mocanal, sin el monstruo –demonio- a sus pies) e, incluso, con inadmisibles sustituciones, como apreciamos en San Antonio Abad y San Ildefonso en El Pinar (A. Ávila, Isla de El Hierro. Patrimonio artístico religioso, Las Palmas, Gobierno de Canarias-Valverde, Ayuntamiento, 2012).

 

Dacio Darias comenta cómo el citado acontecimiento afectó el ánimo del sacerdote insular, José Francisco Hernández Ayala, quien había enviado la imagen a La Orotava para su restauración, según confesó, simplemente para que la encarnaran. Nacido en Valverde el 19 de marzo de 1858, hijo de Juan Antonio Hernández Quintero y de Avelina Ayala Machín, fue ordenado sacerdote en Tejina (Tenerife) el 30 de octubre de 1881. Por abuelo materno tenía a Pablo Ayala Rocha, quien fuera mayordomo de la cofradía de la Virgen de los Reyes durante una larga temporada del siglo XIX. No obstante, en esta acción, que se inicia el 14 de enero de 1897, debió haber sido crucial la figura de Tomás Hernández Espinosa, beneficiado de la catedral de La Laguna.  Mientras el historiador herreño no le menciona, sí hay constancia de su mediación en el acta notarial que se abrió con motivo del revuelo causado por las sospechas de que la imagen que regresó de Tenerife no era la original. El notario público Enrique Albert Albert recoge el 25 de marzo de 1897 los pareceres de unos y otros, ya que el tema se judicializó a instancias de la corporación municipal de Valverde (Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife, Protocolos Notariales, sign. 4478) [Fig. 1]. Una inscripción al dorso de la imagen, conocida tras la restauración reciente (16 de enero-26 de marzo), va más allá, ya que indica, en latín y mediante manuscrito en tinta, cómo él mandó que fuera restaurada. De hecho, su restaurador, Nicolás Perdigón Oramas (La Orotava, 1853), confesó en el proceso que “cumplió con su misión sin extralimitarse de ella con arreglo a las instrucciones dadas por D. Tomás Hernández”. Como vemos, este beneficiado fue el responsable del envío a Tenerife, del procedimiento que se llevaría a cabo en la restauración e, incluso, podríamos aventurar, que de la propia decisión de tal intervención y con el preciso restaurador.

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[Fig. 1] Acta notarial sobre la restauración de la Virgen de los Reyes, La Orotava, 25 marzo 1897, fol. 268 v (AHPSCT).

Por 1897, Tomás Hernández Espinosa era beneficiado de la catedral de La Laguna y su Sacristán mayor. Años después, cuando se consagró el nuevo templo, su desempeño era el de Maestro de ceremonias. José Rodríguez Moure, beneficiado y, por entonces, Sacristán mayor, elogia la labor realizada por este en el referido acontecimiento: “De la dirección de este complicadísimo ceremonial se encargaron los señores canónigo D. José Miguel Belamendia y el beneficiado, Maestro de ceremonias, don Tomás Hernández Espinosa, que con un detenido estudio y gran inteligencia dispusieron con gran acierto todo lo necesario para la consagración…” (Datos históricos del templo catedral de Tenerife, Santa Cruz, 1914, pp. 19, 41).

Tomás Hernández Espinosa era primo hermano del sacerdote herreño José Francisco Hernández Ayala, ya que el padre de este era Juan Antonio Hernández Quintero y el del beneficiado, Jerónimo Hernández Quintero, ambos, hijos de Antonio Francisco Hernández Herrera y de Rosa Quintero Magdaleno. Jerónimo –quien fuera alcalde y concejal de Valverde- se había casado con María Antonia Espinosa Casañas (1827), hija del teniente coronel, Tomás Antonio Espinosa Fernández Paiva y de Bibiana Casañas Frías. Tomás Jerónimo Enrique, que así se llamaba el beneficiado, nació en Valverde el 12 de agosto de 1861. Varios fueron sus hermanos: Eleuteria Juliana (1855), Antonio Pedro Alejandrino (1856) –quien se casaría con Edelmira Ribera González-; Petra Bibiana (1858), Rosa de la Concepción (1860), Bibiana de la Concepción (1864), Úrsula Catalina de la Trinidad (1866), María Antonia Marta (1868) y Aurelia de la Concepción (1871). 

Entre los miembros de la comisión que se personó ante notario encontramos a su presidente, el teniente alcalde, Enrique Sánchez Cruz, en ausencia del alcalde titular. Este era hijo de Juan Sánchez y de Francisca de la Cruz Febles, nacido el 20 de mayo de 1853, teniendo como padrino de bautizo a Valentín Padrón Padrón, sacerdote, hermano del fotógrafo Matías Padrón Padrón. Contrajo matrimonio con Florisa Ayala Hernández el 18 de octubre de 1877, de cuya unión nacieron Isabel, Asunción, Emerencia, Francisca, Fernando y Santiago. Como secretario, el del Ayuntamiento, Graciliano Ayala Casañas, hijo de Aniceto Ayala y de Narcisa Casañas, nacido el 16 de octubre de 1852. Por vocales, la comisión contaba con Juan Andrés Castañeda Acosta, quien había sido mayordomo de la virgen, Juan Bautista Padrón de la Guardia, Juan Morales Casañas y Esteban Sánchez González. 

El Ayuntamiento ya había acordado nombrar una comisión a fin de que examinara la escultura de la Virgen de los Reyes, una vez restaurada por Perdigón, en su propia ermita, compuesta por Juan Bautista Padrón de la Guardia, Domingo Padrón Sánchez y Juan Andrés Castañeda. El segundo de ellos, hijo de Domingo Padrón y Antonia Sánchez, nacido en 1871, contrajo matrimonio con Inocencia Padrón Cano (1880), cuyo abuelo paterno, Luis Cano, era natural de Alcalá la Real (Jaén), casado con Justa Torres, originaria de San Andrés, Tenerife. Desconocemos su exacto papel en el examen de la pieza, todo lo contrario que el de Juan Bautista Padrón de la Guardia. Este, aficionado a la escultura, había barnizado la imagen en 1869, retocándola (se menciona en la documentación) en 1885, y, posteriormente, le añadió unas nuevas orejas, de madera, y, con aceite de linaza y clarión, le incorporó cabello por la frente. Tras su inspección ocular en la iglesia parroquial de Valverde, estos “inteligentes” –como tal se les califica- llegaron a la conclusión de que no era la auténtica imagen, lo cual encendió aún más los ánimos acerca de la falsedad de la obra, que motivaría la constitución de una nueva comisión, que hemos mencionada al principio y se personó ante notario, la cual, finalmente, llegó a la resolución que se trataba de la auténtica, tras las explicaciones del restaurador ante la misma escultura, expedida de nuevo a La Orotava. No deja de ser incongruente que Juan Bautista Padrón de la Guardia emitiera al principio un veredicto de falsedad y al poco tiempo se convenciera de que era la auténtica, con la sencilla rectificación de lo añadido por Perdigón, que afectaba básicamente al parcial recubrimiento de las orejas mediante cabello y a una más despejada frente. 

Depositario de fondos municipales, el interés de Juan Bautista Padrón de la Guardia por la práctica de la escultura le viene de su abuelo, Pedro de la Guardia, originario de Realejo de Arriba (Tenerife), activo en la segunda mitad del siglo XVIII y fallecido el 24 de diciembre de 1826. Este era hijo de Manuel Luis de la Guardia y de María Espínola, casado con una herreña, María Ana (Mariana) Fernández-Salazar Paiva, hija del capitán y alférez Dionisio Fernández-Salazar (administrador de los bienes del conde de La Gomera y señor de El Hierro) y de Juana Rita Paiva. Fueron varios los hijos del matrimonio, uno de ellos, Mariana de los Dolores, nacida el 7 de diciembre de 1792 y fallecida en El Golfo el 22 de diciembre de 1879. Esta contrajo matrimonio con Juan Miguel Padrón (h. 1793-1874), de cuya unión nacieron varios hijos, como el mencionado Juan Bautista de los Dolores (24 de junio de 1818). Este se casaría con Emilia Calveras, hija de Nicolás Calveras y María del Pilar Sacramento, naturales de Santa Cruz de Tenerife. Del matrimonio nacería Federico Padrón Calveras (1846-1905), casado el 6 de mayo de 1864 con Sergia Cejas Espinosa (hija del capitán de Milicias Juan Antonio Cejas y de Rosalía Espinosa). Amalia Nicolasa del Pilar (1867), Juan Bautista de los Santos (1868) y Celio Manuel de la Concepción (1873) nacieron de esta unión.  Amalia contrajo matrimonio en 1885 con Pablo Hernández Ayala, de cuyo enlace nacerían Carmen (1886), Juan Estanislao (1890), María de las Mercedes (1895), Clotilde (1897), Amalia (1899), José Francisco Pablo Nicanor Juan del Pablo (1901) y Eduardo Juan Melitón (1904). No en vano, en el ámbito familiar de Amalia, una de las hijas, se ha conservado una Inmaculada atribuida a su abuelo, de quien también se puede considerar el grupo de Santiago a caballo (1880) de la ermita del mismo nombre. 

El acta notarial relativa a la polémica restauración de la Virgen de los Reyes no menciona a Matías Padrón Padrón (1854) pero sí lo hace Dacio Darias, considerándole un experto en la materia, junto con Juan Bautista Padrón de la Guardia. De hecho, estaría en contacto cercano con la Virgen de los Reyes puesto que consta que en 1904 la policromó y barnizó y en 1901 hizo gestiones a propósito del sillón de la patrona, parte del cual envía a Las Palmas, supuestamente para su restauración. Nacido en Valverde en el seno de una familia culta, en vida fueron estimadas sus facultades para la pintura y las actividades lúdicas, redescubriéndose recientemente su intensa labor como fotógrafo aficionado, siendo el primer herreño que desde finales del siglo XIX se internó en esta práctica (A. Ávila, Fotografía y sociedad en la isla de El Hierro a través de la cámara de Matías Padrón (1854-1926), Las Palmas, Gobierno de Canarias, 2015). Dacio Darias pone en su boca la consideración de que, con la intervención practicada a la escultura en La Orotava, “había ganado bastante, artísticamente considerada, la imagen”. A juzgar por su propio hijo, Valentín Padrón Espinosa, el revuelo popular causado por la misma lo consideró un desaguisado, atribuido a la ignorancia, y no solo por parte de los vecinos de los pueblos sino de la élite social de Valverde, preocupados por cuestiones aparentemente baladíes, según él, como era si la virgen “miraba o dejaba de mirar en determinado sentido, por si tenía o dejaba de tener el niño en uno o en otro brazo” (Alonso de Espinosa (seudónimo), “Cuadros herreños”, El Deber, 9 de mayo de 1921).

Prueba de la cercanía de Matías Padrón con la imagen de la Virgen de los Reyes es la fotografía que le realizara a principios del siglo, la cual fue seleccionada por Dacio Darias para ilustrar su conocida monografía sobre la isla de El Hierro (1929) [Fig. 2]. Como vemos, tiene la cabeza al descubierto, apreciándose la talla del cabello y el tornillo en el que se debe ajustar la corona. Precisamente, Nicolás Perdigón confesaría ante notario cómo recibió la imagen con “el casco de la cabeza en muy mal estado y sin pelo, con un tornillo en la misma corona”. La toma fotográfica no permite apreciar con nitidez su estado de conservación, pero Perdigón debió cubrir la zona con pinceladas al óleo. Por desgracia, no se conserva la fotografía que debía captar con mayor amplitud la figura, pues era común en él concentrarla en el momento de enmarcarla ficticiamente mediante un óvalo provisto de arquitos. Otra fotografía de Matías Padrón corresponde a la también reproducida por Dacio Darias en su mencionado libro, introducida en su silla de viaje (1868), mueble del cual dimos a conocer ciertos datos de interés en esta misma publicación digital (10 enero 2019). De esta atribución y de otra versión de la misma fotografía nos ocupamos en otra monografía del citado fotógrafo de próxima publicación.

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[Fig. 2] Matías Padrón, Cabeza de la Virgen de los Reyes (D. Darias, Noticias..., 1929, p. 247).

Comparando la fotografía antes mencionada con la primera reproducción gráfica que existe sobre la Virgen de los Reyes (que aquí reproducimos nuevamente), no se aprecian modificaciones sustanciales [Fig. 3]. Esta debe estar realizada tras la restauración orotavense y las dudas suscitadas acerca de su autenticidad, de ahí el pie de la misma, tomada en la propia ermita de la Dehesa, de la que se vislumbra la cubierta con su artesonado a dos aguas y el retablo que adornaba en esos momentos el testero de la capilla, con sus columnas salomónicas. Es decir, que, entre la restauración debida a Nicolás Perdigón, de 1897, y la fotografía de Matías Padrón, anterior a 1926, año en que fallece, la imagen es prácticamente la misma, con la excepción del Niño Jesús. Hay constancia documental de que Juan Bautista Padrón de la Guardia talló uno nuevo por 1885, probablemente el que aparece en la fotografía antes descrita, siendo sustituido por otro, al menos, con anterioridad a dos o tres años antes de la muerte de Matías Padrón, cuando ya no tenía ánimos de salir de su residencia de “El Conde”. Desde este momento la Virgen de los Reyes ha permanecido básicamente sin modificaciones evidentes, pues las posteriores (Francisco Ramos en 1924; Rafael Padrón en 1952; Ezequiel de León en 1964) afectarían a su consolidación y a aspectos vinculados a la policromía y el barnizado. La reciente restauración a cargo de Rubén Sánchez López habrá podido registrar no solamente los intentos de conservar físicamente la pieza evitando su deterioro, sino el obstinado entusiasmo de intervenir en ella a fin de “modernizarla”, en un contexto en que la restauración no se tomaba como una disciplina de las artes y en que lo antiguo era sinónimo de vetusto o tosco. Incluso un historiador como Dacio Darías, quien en el momento de la restauración tendría unos diecisiete años, es decir, que pudo tener a la Virgen de los Reyes en el recuerdo, consideraba que Nicolás Perdigón “mejoró y hermoseó bastante el rostro algún tanto rústico de la efigie”. Habría que preguntarse qué entendía por “rústico” en esta imagen de vestir del siglo XVIII.

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[Fig. 3] Nuestra Señora de los Reyes, patrona de la isla de El Hierro, entronizada (Foto Gelmert Finol).

Tras el veredicto resultante de la comisión herreña que se personó ante la antes mencionada notaría de La Orotava, las aguas volvieron a su cauce. Ya los vecinos tenían la certeza de que la Virgen de los Reyes que ellos veneraban era la de siempre. El sacerdote, José Francisco Hernández Ayala, pudo resarcirse de los malos momentos por los que pasó, cuando eran pocas las personas, según Dacio Darias, “que se compadecían de su afligida y delicada situación”. Incluso su primo, el responsable de la decisión de restaurar la imagen y de su traslado a La Orotava, el beneficiado de la catedral de La Laguna, Tomás Hernández Espinosa, pudo predicar en su isla natal con motivo de la próxima Bajada de la Virgen de 1899.

*Ana Ávila es Profesora Titular de Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid

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