Por Juan Jesús Ayala.

Comentaba hace algún tiempo con un amigo herreño que su abuelo un día le había manifestado el misterio que encerraba el majano y que era depositario de ciertas timideces emocionales y de conversaciones amorosas que se debían mantener, pero que la falta de comunicación en aquel tiempo y como los encuentros no eran muy propiciatorios había que recurrir a algún tipo de argucia o simbologia que según su posición en la torreta de piedra tenía un mensaje u otro.

Y aconteció que cuando su abuelo estaba desesperado por la ausencia de contestación sobre el enamoramiento con la que fue su abuela, llegó un momento que la recibió a través del majano porque sabía traducir la seña que había encontrado en el camino, camino que transitaban ambos muy esporádicamente.

Y fue que en aquel apilamiento de piedras, que generalmente eran de cinco amontadas unas sobre otras, si se encontraba una sexta puesta de canto, significaba que estaba todo resuelto: que el enamoramiento casi furtivo había dado consentimiento a ambos.

Los majanos generalmente era un lenguaje de amores escondidos, de escapadas, reflejos de suspiros que pretendían arrullarse en las emociones del otro; a veces también, traducción de celos, de imposibles y cuando no tretas de amigos, hasta de enemigos, como desafíos de peleas que estaban pendientes.

Los majanos estaban protegiendo y enmarcando un territorio que el que lotransitaba pertenecía al mismo, intuía que había algo que le aguardaba entre las piedras secas o mojadas que tenía que descifrar y siempre era lo que deseaba oír y no podía, lo que necesitaba una contestación y tenía que hacerlo igual: dejando en la torreta de piedras una marca, un papel, una determinada posición, el simulacro de una frustración o el deseo que la noche se difumine y de paso a un amanecer diferente.

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El secreto de los majanos es de dos, no participan en él más que el uno y el otro, solo dos saben de su existencia porque entre ellos lo han fabricado y conocen donde están, en que encrucijada se encuentra.

En una época que la comunicaron era deficiente, había que recurrir a este medio curioso y elegante, donde desde el artificio de los majanos se cantaban las verdades, se rompían amores y se daban besos las piedras como la mejor metáfora de la impaciencia y del deseo.

Los majanos en la isla de El Hierro son una de las claves que se utilizó para revivir leyendas, para emitir llantos, risas o esperanzas encerradas en una marca, en una piedra puesta en aquella o esta dirección. Y sobre todo, es uno de los monumentos sentimentales y emotivos que debe conservar la isla, al menos en su memoria colectiva, de esos angostos caminos hoy ya sin majanos  ni intrigas, como la que me comentó el amigo herreño que si la había atrapado con la vivencia de su recuerdo cuando a su abuelo le comunicaron que el mensaje que espera está en el majano.