Por Juan Jesús Ayala.

Y me refiero al laberinto en el cual se encuentra la política española para dar salida al futuro gobierno tras las elecciones del 23 de julio.

Según los datos que se manejan, ni el bloque de la izquierda (vamos a llamarlo así) ni el de la derecha cuentan con los votos y apoyos suficientes para llegar a formar gobierno. Por un lado y por el otro manejan posibilidades, pero visto lo visto el personaje político que tiene  en sus manos  la gobernabilidad de este país (“En este país”, como decía Mariano José de Larra) se encuentra en Waterloo, Carles Puigdemont, y en el bolsillo de sus 56.091 votantes la llave del futuro gobierno aportando 2 de los 7 diputados de su partido, Junts.

Da la sensación que esto es lo que pudiera acontecer a parte de la presentación de Feijoo para una investidura que será fallida, ya que tiene toda la pinta de quedarse en eso: fallida.

Porque hablar de un gobierno de coalición entre los dos partidos aludidos seria poco más que imposible dado el nivel de confrontación que existe alejado de la búsqueda común de una solución pactada y programada.

Pero considerando que el voto de Junts  es decisivo este tendrá un precio muy alto y hasta  imposible de ser aceptado según el marco jurídico y constitucional actual cual es la amnistía y ejercer el derecho de autodeterminación.

En lo que respecta a la amnistía es para  los 3.330 represaliados lo que incluiría   a  más de 700 alcaldes que fueron denunciados por su colaboración en el preparativo del referéndum ilegal de  1 de octubre de 2017; pero en lo  concerniente  a  este problema, Sánchez, podría darle la vuelta a la legalidad vigente por medio de quintaesencias que su habilidad  retórica pudiera condicionar.

Pero el segundo punto cual es ejercer el derecho a la autodeterminación con una convocatoria que sea vinculante para la independencia de Cataluña, la Constitución española no lo permite, aunque el articulo 92 de la misma ponga de manifiesto que para situaciones de especial transcendencia política podrían ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos y que seria convocada por el rey a instancias del presidente del gobierno.

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Sin embargo, existe una cuestión perfectamente definida que se contempla en el articulo 168 donde se menciona que la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española patria común de todos los españoles. Lo cual es de una imposibilidad absoluta  dado que  ante reformas totales o parciales del Titulo Preliminar en su articulo 2 que es el anteriormente señalado tiene que ser determinante tras nuevas elecciones, un nuevo texto constitucional refrendado por los 2 tercios de ambas Cámaras y ratificado posteriormente por todos los españoles Y con la situación actual que se puede repetir, el PP tiene mayoría absoluta en el Senado lo cual más imposible no puede ser.

Queda, no obstante, un resquicio que es invocar, como hacen los nacionalistas  catalanes el artículo 1 de los Derechos Políticos y Civiles aprobados por la Asamblea de la ONU en 1960,  y  más tarde en 1966  con una ampliación  “a  que todos los pueblos de la tierra tienen  derecho a su libre determinación” lo que se ratificó por la misma Asamblea en 1976 y  asumido  por la Estado español en 1977. Ahí,  tienen mucho que decir los Tribunales Internacionales, lo cual es de una farragosidad complicada para llegar a una solución satisfactoria.

Así  que, visto lo visto España anda en estos momentos, como comentó Juan de Mena, uno de los poetas más preclaros de siglo XV, en “Laberinto de Fortuna” haciendo parangón con los círculos de Dante, que nos muestra tres ruedas: dos inmóviles y otra en constante movimiento divididas en circulo pero  que al final  se profetiza que la figura del rey Juan II llegará a la cima de la gloria dejando en el olvido las hazañas de los reyes que le han precedido.

Y es que en esta época que nos ha tocado vivir de confusión, de demagogias baratas, de frentismo a ultranza, de poner la democracia a los pies de los caballos,  de retóricas insulsas, traer a la memoria  que la historia es un eterno retorno puede confortarnos o envilecernos más.