Por Juan Jesús Ayala.

Una vez que los resultados de las pasadas elecciones, salvo algún fleco por recontar, ya disponibles que ha originado se hayan firmado pactos de gobierno, y otros que están en curso para la inmediatez del acuerdo que abrirán la posibilidad de nuevas organizaciones políticas situadas en el recambio del gobierno de las islas tanto en determinados ayuntamientos como cabildos y parlamento.

La firma acentuará el entusiasmo de los que se verán con el protagonismo que deseaban para encarrilar los desaguisados que han heredado y poner en practica todo aquello que la campaña electoral aguantó y que intentarán demostrar que las palabras pronunciadas no se las va a llevar el viento sino que la seriedad y el compromiso adquirido irá camino de desarrollarse para dar cumplimiento debido a un programa que se ha definido como original y diferente por cada organización política que optó al poder.

La Historia, sobre todo, la de las islas, en ese aspecto nos enseña como a medida que pasa el tiempo y dan la cara imprevistas dificultades que ponen en la picota a decisiones que habrá que tomar en un momento determinado no van a ser aplaudidas y si denostadas, no solo por la oposición existente sino por la falta de reflejos para adelantarse a los acontecimientos lo que ocasionará frustración que se disimulará, como siempre, trasgrediendo el comportamiento democrático que transitará por la senda del autoritarismo que dan los votos, escapándose de los conceptos determinantes de lo que debe ser la acción democrática.

Y no es que sea el “eterno retorno” enfatizado por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, sino que el campo de operaciones se ve reducido no solo a las decisiones de las políticas insulares y gubernativas de Canarias sino que hay que contar con la controversia de gobiernos centrales que serán, hasta necesarias, para que algunas cuestiones sean  bendecidas desde Madrid y no se obstaculicen, ocasionando malestar que siendo lógico en el escenario de la política, incomodan y agrian el  carácter de los políticos por más que el disimulo aparezca como disfraz encubridor.

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Dándose situaciones “circulares” que avanzado el compromiso firmado y en vísperas de próximas elecciones las acciones que se tomaron con gran énfasis y entusiasmo hay que, interesadamente, desviarlas para ahuyentar los pactos establecidos  y vislumbrar otras posibilidades que el tiempo político va poniendo en  el animo de los que aún siendo protagonistas continuarán  persiguiendo  un nuevo protagonismo, a pesar de todo.

Pero el momento es de negociación, de encuentro de buenos modales que ya habrá tiempo para el disloque donde el discurso emocional vaya degradándose y con nuevas actitudes  donde los desacuerdos  a veces con pronunciamientos muy educados  se dislocan  apareciendo el resentimiento y hasta la soterrada venganza.

Si las políticas que se han practicado a lo largo del tiempo hubiesen sido certeras y consecuentes, las islas estarían hoy mejor, con más desarrollo e independencia en las decisiones a tomar  pero como esa cuestión  a pesar  del “nacionalismo” de unos y el “insularismo” de otros, la disociación ideológica será el eterno conflicto difícil de solucionar.

Unos y otros no se bajarán del lema que son de “obediencia canaria” pero la Historia que no es un testigo mudo nos dice que cada cual intentará obedecer a sus organizaciónes internas y lo que hoy parece un campo de razones históricas y reivindicativas, mañana cada uno regresará a su posición primigenia no asumiendo la razón política de un nacionalismo consecuente.