Una frase que en si mismo no dice nada, pero que lo encierra todo y en torno a la cual deberíamos reflexionar profundamente y aplicarla a nuestra realidad más tangible y cotidiana. 

A lo largo de los años, todos hemos sido testigos de como en consonancia con el progreso y desarrollo de la Isla, se han emprendido, proyectado y ejecutado obras he infraestructuras que si en su concepción primaria “son positivas”, la realidad evidente de las cosas nos lleva a ver como en ocaciones no han sido dimencionadas o pensadas teniendo en cuenta su viabilidad técnica, social y económica real,  sin pensar en el momento de su puesta en marcha, en un plan de conservación, mantenimiento y viabilidad temporal de las mismas, que terminan irremediablemente en el deterioro y mal estado de estas, en el mejor de los casos, “en otros simplemente no tienen funcionalidad ninguna”.

Ejemplos sobran. Por citar alguno, podríamos hablar del Complejo de Piscinas Cascadas de Mar, que se mantiene impertérrito, a la espera de una nueva inversión para poder afrontar su reiterada puesta en marcha de carácter temporal durante algún verano; o el Parque Rural de Actividades Tradicionales y Sostenibilidad de Las Cancelitas, que tras cuantiosas y repetidas inversiones continúa sin tener un uso o propósito real que se mantenga en el tiempo con la consiguiente “rentabilidad social”, finalidad de este tipo de inversiones; ni que decir del gran “elefante blanco de La Frontera” el gran polideportivo del Valle del Golfo y muchos otros que por no aburrirles no vamos a comentar.

En contra posición a esta “nuestra realidad insular”, los ciudadanos y visitantes convivimos diariamente con las deficiencias propias de nuestros pueblos, que adolecen de cuestiones básicas y fundamentales para el desarrollo de cualquier sociedad organizada, hablamos de la inexistencia en muchos casos de aceras, alumbrado público, asfaltado, señalización, alcantarillado, conservación y mantenimiento de parques, jardines o espacios públicos, sin contar con otros servicios de los que se adolece en algunos puntos de la geografía insular. Todo ello, “en el centro mismo de nuestros núcleos poblacionales” y sin contar con el mal estado general de algunas calles y carreteras, algunas deterioradas por el paso del tiempo y otras como consecuencia de alguna actuación puntual en su cercanía, muchas de ellas sin barreras quitamiedos, o un arcén practicable o espacio que permita detener la marcha de forma segura en algún momento “por alguna emergencia”, o en las que la vegetación sencillamente invade la propia calzada. 

“Es inaudito que a día de hoy, existan todavía calles en el centro de los pueblos, repletas de viviendas y establecimientos comerciales, en las que no existan aceras públicas o una farola”.

“Simplemente no tiene sentido, cuando al mismo tiempo asistimos al anuncio y puesta en marcha de infraestructuras grandilocuentes”. 

El estado de algunas infraestructuras de uso público, es verdaderamente lamentable, como es el caso de los campos de lucha, por citar alguno y por no hablar del propio estado de la lucha canaria en El Hierro, para no distraernos del tema en cuestión, y otros espacios ya existentes, que continúan siendo infrautilizados, sin contenido, ni beneficio para el conjunto de la sociedad herreña y que algunos casos, son hasta desconocidos para el común de los ciudadanos.  

No es una cuestión de estar a favor o en contra “todo lo que se haga es positivo” por supuesto; es una cuestión de atender lo básico para el desarrollo de una sociedad equilibrada y una vez resuelto, emprender otros caminos y proyectos “siempre adaptados a la realidad insular y teniendo en cuenta su viabilidad, uso y funcionamiento presente y futuro”.

Más allá de los “mega proyectos” es necesario cuidar, mantener, proteger, incentivar y potenciar lo que ya tenemos, eso debería nuestro primer cometido y debería ser adoptado por todos como la mejor forma de inversión.

No es suficiente buscar culpables o encontrar a quien señalar, en esta cuestión es necesario entonar el “mea culpa” y ser corresponsables y consecuentes como ciudadanos por no ser exigentes y en cierta forma conformistas. Deberíamos no distraernos y ser consecuentes con nuestra realidad más cercana y actuar en consecuencia de forma responsable.