Opinión

Crónicas pretéritas: Falleció en Merese D. Juan Gutiérrez, Juan el Nuestro.

Por Donacio Cejas Padrón (2005).

En semanas pasadas falleció en nuestro pueblo D. Juan Gutiérrez, a sus noventa y dos años, tan conocido como Juan El Nuestro. Pasará a la historia de Frontera seguramente este querido amigo como el bailarín que más tiempo permaneció bailando, lo recuerdo desde 1952 en La Nochebuena, y creo que desde entonces nunca falló a ninguna fiesta donde hubiera bailarines de Frontera, formó pareja con varios familiares, amigos y vecinos, siendo su último compañero D. Clorindo Padrón. Hace poco tiempo se vistió de bailarín con más de noventa años, y ahora desde La Altura eterna contemplará a sus hijos y nietos que han continuado su afición tan querida, quedan sus estampas, sus fotografías, y queda su ejemplo, nunca le olvidaremos, D. Juan.

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En el camino de la historia: A vueltas con  la antipolítica

Por Juan Jesús Ayala. 

En el escenario de la política aparece como categoría de poder y de disloque democrático, la antipolítica, donde prevalece la desconfianza hacia la democracia representativa y que algunos autores definen  como un proceso  que conduce al vaciamiento de contenido político de las instituciones del Estado y de la sociedad en su conjunto. 

Podría rastrearse, según William Beveridge, la relación entre antipolítica y autoritarismo  incidiendo en el concepto de un descontento establecido que se encontraría en el espacio de la derecha radical que despliega sus diatribas como una política hostil hacia la  desarrollada por  el gobierno  de turno. 

Pero si observamos lo que acontece  en el Parlamento español comprobaremos  que unos y otros pugnan por ser el paradigma de la política por si mismo sin percatarse que tantos unos como otros, los ultras extremos, los conservadores y los progresistas bordean la antipolítica, enquistados en un inmovilismo por falta de cintura dialéctica donde lo empalagoso y repetitivo del discurso no es que  provoque cierta aversión, pero cerca están de conseguirlo,  poniendo en peligro  a la misma democracia.

La democracia se opone a la política del mito o sea a lo antipolítico porque el mito es propio de los regímenes  totalitarios y a la vez los regímenes totalitarios hacen  uso del mito político justamente para derrocar la democracia e impedir su regreso porque demócratas  que dicen serlo  de toda la vida le han puesto los argumentos para transitar por esa  maquiavélica senda donde  la mentira no se esconde como protagonista. 

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Tanto Thomas Mann como Tocqueville llegan a enfatizar que la democracia es solamente el nombre político antiguo, desde Pericles para el más antiguo concepto clasista de la humanidad; y, además, no es tan claro la barrera que divide democracia y totalitarismo, ya que los dos regímenes se sitúan en una línea en movimiento que continuamente puede desequilibrarse y hacer caer el uno sobre el otro rubricando el concepto de “despotismo democrático”. 

¿Estaremos transitando por ese espacio,  trasgrediendo a una sociedad alejada del igualitarismo y cada vez más desigual? Desigual en políticas sanitarias donde las esperas solo agobian a los que tienen que soportar vergonzantes  plazos para que sean reconocidas por el primer eslabón de la sanidad publica y no aquellos que pueden disponer de lo que les apetezca, ya que su poderío económico se lo permite; Desigual en políticas económicas donde las propagandas y promesas se estrangulan por las   palabras que se dicen ante la falta  de decisión y debida planificación, más dirigida al impacto mediático  a la búsqueda de ser diferente, pero  solo en el gesto, en el proyecto, pero  alejada del  resultado  que se dice se  dirigía  al éxito y que la mayoría de las veces se quedan envueltos por las oscuras brumas de la frustración. 

Y cuando el cuidado de  la salud y el desarrollo de la economía no es el debido  esto quiebra los pilares que sostienen  una sociedad del bienestar  que tiende al igualitarismo, y se va entonces al rescate de iconos simbólicos sacados de registro conduciéndose por vías estrechas que taponan el caminar del  progreso reforzándose del mito situado fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes que creen poseer una heroicidad desmedidaaún más allá de la de Prometeo o Aquiles.

Crónicas pretéritas: La lucha canaria en El Hierro. Épocas de apogeo. Épocas de crisis.

Crónicas pretéritas de mi isla de El Hierro.

Por Donacio Cejas Padrón (2005).

Hasta fechas bastante recientes la lucha canaria ha sido el deporte por excelencia en nuestra isla, el acontecimiento que congregaba a jóvenes, niños y mayores en todos los pueblos, las plazas se llenaban invariablemente tanto en El Mocanal como en Valverde, Isora, San Andrés, El Pinar, Sabinosa y Frontera, en las fiestas de todos estos pueblos desde primeras horas de la tarde se notaba el fluir de todos los herreños a su espectáculo favorito, y tanto mujeres como hombres acudían entusiasmados a disfrutar de una tarde de lucha; la temporada de luchas comenzaba habitualmente el 29 de junio en El Mocanal en su fiesta de San Pedro, era la primera lucha del año, continuaba con San Lorenzo y Candelaria en Frontera, Los Remedios en San Andrés, La Paz en El Pinar, y también se luchaba en La Dehesa el día 24 de septiembre, esta lucha se cambió posteriormente a Sabinosa, y el día 25 se luchaba en Tigaday, finalizando así la temporada luchistica; pero cierto es que también a lo largo de los tiempos ha habido épocas de apogeo, de gloria, de tardes inolvidables, y etapas de crisis, de ausencias, de desinterés por nuestro deporte, y ahora en nuestra isla lamentablemente estamos atravesando una mala época para la lucha canaria, ya no se llenan nuestros terreros, ya no se aprecia la ilusión de otros tiempos, ya no concurren equipos potentes de otras islas a medirse con los luchadores herreños, y muchos de nuestros jóvenes se inician en otras disciplinas deportivas, es natural que así suceda, los jóvenes de todos los tiempos ven en el deporte una actividad edificante para su personalidad, para su desarrollo físico, para su formación como persona, para su equilibrio psíquico y mental, todo ello es bueno y debemos valorarlo razonablemente aunque no sin dejar de lamentar el que la lucha canaria haya perdido importancia entre los jóvenes y mayores de nuestra isla. Pero no es la primera vez que este fenómeno aparece en la sociedad herreña, ya hubo también en pasadas épocas, periodos de los cuales recuerdo alguno en que la lucha canaria atravesó momentos como el actual y gracias a la acción de algunas personas, el brotar de jóvenes destacados en la disciplina, como Barbuzano en los años 60 y El Pollito en la actualidad, y a la conjunción de varios factores favorecedores, se logró el renacer de la lucha canaria en nuestra isla, quiera Dios que por alguna circunstancia positiva se vuelva a repetir la historia y que nuestras plazas se vuelvan a llenar de gente ilusionada con la lucha.

Me permitiré en esta modesta crónica traer a la memoria de los mayores estampas de viejos tiempos y mostrarles a los jóvenes algunas escenas relacionadas con la lucha canaria en nuestra isla que marcaron su historia, y se hicieron inolvidables para nosotros, sabiendo naturalmente que en una breve crónica es muy poco lo que puede anotarse de un tema tan extenso y tan lleno de anécdotas y hechos sucedidos, pero aun así, y corriendo el riesgo de algunos olvidos indeseados, me propongo escribir unas líneas sobre la lucha canaria en nuestra isla de El Hierro, especialmente durante los años de las décadas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo. 

Empezaré haciendo un recuerdo de D. Ramón Méndez, figura legendaria de la lucha canaria en El Hierro, y al que conocí en niñez, pues vivía junto a la escuelita de Las Lapas, y al que los niños nos agradaba oírle contar algunas de sus hazañas de los años mozos respecto de la lucha canaria, y de sus amoríos juveniles, le gustaba al anciano D. Ramon rodearse de niños en los Muros de La Cruz de Las Lapas y dar rienda suelta a sus recuerdos, a sus nostalgias, a sus sueños lejanos. Una mañana del mes de mayo, el mes de las flores del año 1954, a la sombra de un duraznero negro en su casa de Las Lapas falleció D. Ramón, y a los niños de la escuela nos faltó repentinamente y para siempre la tierna sonrisa y los cálidos cuentos de un anciano manso y soñador como todos los ancianos. Por aquella época eran luchadores de actualidad Valentín Hernández, José Armas, Mauro León, Leonardo, Manuel Jorgina, Cenobio, Ciro Castañeda, Dacio Cejas, Yiyo, Manolo Simancas, el Pollo de La Agachadilla, Juan González, Bartolo Fernández, y otros que naturalmente escapan a mi memoria, en ese entonces vino a nuestra isla una selección de Tenerife en la que formaban entre otros el Pollo del Estadio, El Mudo, Vidal Martín, etc., dándose la anecdótica noticia que lucharon en varios pueblos de la isla y que de uno a otro pueblo se trasladaban caminando. Pero en esa época la lucha no estaba muy organizada, eran encuentros casi espontáneos en coincidencia con las fiestas pueblerinas, ya estaba dejando de practicarse la lucha corrida, pero sí despertaban verdaderas pasiones entre los espectadores, eran los primeros años de la década de los cincuenta y en ese tiempo los pueblos de Sabinosa y El Pinar, que entonces contaban con muy buenos luchadores, se enfrentaban habitualmente juntos contra todos los pueblos de la isla, destacaban entre sus filas Yiyo y Manolo Simancas entre otros.

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Unos años más y de la mano del inolvidable D. Francisco Acosta Quintero como Delegado Insular de La Federación de Lucha Provincial, se inicia a mi juicio la verdadera organización de la lucha canaria en El Hierro, formándose varios equipos, creo que casi en todos los pueblos que fueron nutriéndose ya de jóvenes valores luchísticos, algunos de ellos años más tarde fueron figuras tan nombradas como Eugenio, Jesús, y naturalmente el mítico Juan Barbuzano, me permitiré nombrar a algunos de aquellos jóvenes luchadores de entonces: Daniel González, Marcucho, Andrés Armas, Eugenio, Toribio, Quico, Rosendo, Sicto, Juan Padrón, Goyin, Ángel Benítez, todos ellos por Isora y San Andrés, y liderados Marcelino Padrón hermano Cándido, entre otros, que aún luchaban, de Venezuela regresó el gran luchador Mauro Machín que también dio gran prestancia a la lucha canaria en El Hierro y posteriormente en Tenerife. Por El norte, Óscar Febles, Erse, D. Valentín Hernández, que aún luchaba, Domingo Brito, Pancho El Negro, y muchos otros. Por Frontera Cayo y Rafael Armas, Mauro, Agustín y José Miguel León, Fisco, Luis Barrera, Miguel Armas, Ignacio Armas, Juan el de Engracia, Mario, Marcos Barrera y otros. Por El Pinar, Paco Piñero, Juan el de Nina, Sergio, Juan Camila, Manuel Fernández, llamado Guerrita, el Campiro, y otros buenos luchadores, Por Sabinosa, Sotero y Domingo, Vicente y Antonio, Tino y varios más. Por Valverde también había buenos luchadores, cuyos nombres no recuerdo sino de muy pocos, pero destacaba notablemente Micto Padrón. Fue aquella una época memorable de la lucha en nuestra isla, que pronto se vino muy a menos con la emigración masiva de nuestros jóvenes a Venezuela, y también en la tierra de Bolívar, en la Caracas de ensueño los luchadores herreños formaron sus equipos y selecciones, una de cuyas fotos acompaña a esta crónica tomada en una tarde de lucha en Venezuela seguramente en algún centro social canario.

Alejado D. Francisco Acosta de la lucha por motivos luctuosos en su familia, y por varios factores concurrentes la lucha canaria en El Hierro se vino a menos, pero resurgió en pocos años merced a las acciones irrepetibles de nuestro Juan Barbuzano, y de Eugenio entre otros que elevaron el nombre de El Hierro en todas las islas, en España, En Europa y en otros países lejanos a cotas inolvidables. 

Y unos años más tarde surgió la figura de nuestro Pollito de La Frontera, que llenó y llena aún las plazas de lucha de todas nuestras islas, y que le dio a El Hierro un prestigio luchístico y unos triunfos tan repetidos por muchos años, que seguramente nunca podrán repetirse. Razones comprensibles le hicieron aceptar a formar parte en equipos de otras islas donde hoy milita, dando triunfos a sus equipos, pero naturalmente en nuestra tierra se ha echado en falta su presencia y la de su hermano Perico que también por muchos años ha sido un luchador determinante en los resultados, en los triunfos de su hermano. Indudablemente que Juan Perico es uno de los luchadores del Golfo de más dilatada trayectoria, algo que no deberíamos olvidar en nuestro pueblo.

Ahora se ha empezado de nuevo, formando equipos más modestos, pero interesantes, esperemos que dentro de unos años volvamos a ver las plazas de lucha de nuestra isla, rebosantes de pasiones y ocupados todos sus asientos, que así sea, es mi deseo y el de todos los herreños.

En el camino de la historia: Caminos,  aunque distintos, conducen al mismo sitio

Por Juan Jesús Ayala.

No es que la isla mentalmente se nos encoja haciéndose más pequeña, pero si que inconscientemente los caminos que recorríamos generalmente a pie eran los de siempre, a la vez que distintos para conducirnos al mismo sitio. Y hablo no de caminatas donde la más larga pudiera ser desde Valverde a La Dehesa, sino las de rutina, las del día a día y la de los domingos y festivos que tenían otras metas, otras paradas que eran entretenidas entre idas y vueltas.

De Valverde al Tamaduste era la oficial, tanto como las  mudadas del verano jable abajo como las excursiones donde el pasar  por el agujero para llegar a la cabecera de la rodadura del Jorado era toda una novelería; como las idas al Norte los domingos a la caída de la tarde   por ver si podíamos encontrarnos con las personas  que estimulaban nuestro empeño y amistad. O desde la  “calle”, cuesta arriba hasta el estudio de nuestro recordado profesor,  don Valentín, durante el Bachillerato, para que nos enseñara  matemáticas, física y francés.

Como el que nos conducía desde el muro de la punta de la carretera, Las Piedritas abajo, a la casa  de Adrián, donde  muchas tardes de  invierno junto a su familia nos daba la  sensación  como si estuviéramos en el  escenario de la gratitud, de la sonrisa y de una amabilidad que no tuvo fin, que no tiene fin.

O el corto trayecto, apenas 5 pasos desde  mi casa a la de  mis tíos, Amadeo y Lola, junto a mis primos, Amadeo, Ramón y Lolí donde todo era alegría a pesar de los comprometedores ladridos de la perrita,  Nury, que algo sí que me asustaban. 

De allí a la tienda de doña Antonia que nos proveía de lo que estaba anotado por mi madre en una libreta, desde medio kilo de azúcar morena, medio litro de gas (petróleo), un par de sobres de Tamatina (lo mejor eran las “raspas” que quedaban en el caldero) para el flan donde  doña Antonia  escribía el  precio, que al fin de semana o cada quince días se le abonaba la deuda contraída en ese tiempo. 

Como el que nos guiaba al Estanco de doña Marusa que  tenía  todas las lecturas que consiguieron iniciarnos en otros argumentos como aquellos colorines de Hazañas Bélicas, Roberto Alcazar y Pedrín, El Guerrero del Antifaz, Juan Centellas, Zarpa de León  que  comprábamos;  hasta las novelas del Oeste, Bisonte o Rodeo,  las policíacas del FBI o las románticas de Pueyo que nos facilitaba con un pequeño alquiler para podernos llevarnos a casa para leerlas con tranquilidad y luego una vez leídas, devolvérselas. 

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O el que  nos conducía a las barberías de Valdemoro, de Fernando, que nos  ponían en el sillón para poder llegar con comodidad, una tabla que poco a poco fue desapareciendo cuando ya mayorcitos llegamos a la barbería de Guzmán.

O al campo de futbol de San Juan que se hizo con el esfuerzo de todos los aficionados  durante   los sábados desde el Cabo con la tierra de la huerta de doña Dominga que se traslada en los camiones de Eusebio Galván y que  tuvimos que rellenar con  otra un tanto arenosa  que había que compactar con un enorme rodillo que desde la charca de Tefirabe  entre Amadeo y José Pita lo fueron rodando hasta  lo que luego fue el campo de fútbol  donde los equipos de aquel momento eran, El Estrella, de los laguneros, el Valverde reforzado por trabajadores de Entrecanales que muchos de Las Palmas eran futbolistas de categoría, recuerdo a Sam, a Boro, a Calixto cuyo portero era el conquense Grueso se destacaba por despejar los balones comprometidos de ”zamorana”; y  El Armiche, nuestro equipo de siempre bajo los entusiasmos de los presidentes, don Isidro Padrón y don Paco Méndez. 

Caminos hacia Pinto a coger la fruta del verano o las uvas de la vendimia que luego en la yegua de tío Pedro, previa parada para cortar en el cantero de El Calvario, se llega ya al lagar de la Hoya del Juez donde  se vaciaban los cestones y a pisar la uva. 

O  el que nos conducía a Los Cardos, a las charcas de los Lomos o al Pastel, donde las siembras de las papas de secano eran la novedad,como las manzanas  que se recogían por cestos. Así como los de Afotasa con la Cueva de la Pólvora, donde las higueras de septiembre  suplían a las  de julio y agosto. 

En fin, tantos y tantos caminos que se pateaban de ida y vuelta, con el ánimo dispuesto a sacar una ristra de recuerdos, y más en estos días, cuando la distancia, se acorta volvemos a transitar  parte de ellos que incrustados en la memoria, llegan como si fuera el primer día donde lo imprevisto de una aventura motiva que  aunque distintos  nos conduzcan al mismo sitio, a la isla herreña.   

Crónicas pretéritas: Cesa en su actividad comercial Dña. Antonia Hernández, viuda de D. Pedro Morales

Crónicas pretéritas de mi pueblo de Valverde.

Por Donacio Cejas Padrón (2005).

Desde hace bastantes décadas, ha sido D" Antonia en su comercio de Valverde una referencia obligada para que las familias de toda la isla acudan a su espacioso establecimiento comercial situado en El Puente a adquirir las prendas de vestir tanto para mayores como para niños, y enterado de que la misma va a cesar en breve en tal actividad, gustosamente he pensado dedicarle mi modesta crónica del mes de abril a Dña. Antonia, por saber que la citada empresaria merece el reconocimiento y la gratitud de muchísimos herreños y herreñas que por tantos años han tenido en ella una asesora razonable a la hora de adquirir las prendas de vestir, y trataré también con los datos e informaciones que poseo hacer un breve recorrido en el tiempo, para contar cómo fueron sus comienzos en la actividad comercial.

Estuvo casada Dña. Antonia con D. Pedro Morales, natural de San Andrés, joven emigrante a Cuba en las primeras décadas del siglo pasado, el cual allí se formó técnicamente como químico azucarero, alternando el trabajo con el estudio, y logrando merced a su esforzado trabajo reunir cierta cantidad de dinero a la vez que también adquirió conocimientos sobre la actividad comercial. De regreso a El Hierro, puso D. Pedro una tienda mixta en San Andrés, en la cual obtuvo buenos resultados económicos, pero su visión avanzada de la vida le impulsó a trasladarse a Valverde, donde consideraba que naturalmente habría más posibilidades de progreso y consolidación, pues en aquella época, Valverde, además de la capital administrativa y cultural de la isla, también contaba con los mejores comercios, a los cuales acudían periódicamente los habitantes de la isla a efectuar sus compras, especialmente venían los días de correo entendiéndose como tales los días que los barcos correíllos nos visitaban y que habitualmente eran dos días a la semana. Instaló su comercio en los bajos de la casa de Dña. Inocencia Durán, en la calle principal de Valverde, pronto se casó con Dña. Antonia, bella joven de El Mocanal, la cual además de esta y otras muchas cualidades humanas, resultó ser una singular vendedora que en pocos años hizo prosperar su establecimiento. En 1954 inicia la construcción del bello edificio donde actualmente está instalada, se inauguró el mismo en 1956, donde además del comercio de ropa, electrodomésticos, muebles y similares, se ubicó el Bar La Peña, y en los altos La Residencia Morales, además de la vivienda familiar. Este edificio de Dña. Antonia, junto al que por las mismas fechas construyó D. Nicolás Pérez, casado con Dña. Tilde, hermana de Dña. Antonia, marcaron un hecho histórico para Valverde, un antes y un después, porque llegó al edificio de D. Nicolás el Banco Hispano Americano, primer banco en la isla, y se vislumbraron nuevos tiempos para Valverde y para El Hierro. Dolorosamente, en junio de 1960, y muy tempranamente, falleció D. Pedro Morales, un hombre virtuoso y gran comerciante, que todavía se recuerda por sus amigos y conocidos como una persona excelente, dispuesta a ayudar a quien tocara a sus puertas, sencillo y trabajador.

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Quedó, pues Dña. Antonia viuda con cuatro hijos pequeños y comprometida en su empresa comercial, y supo salir adelante en ambas facetas, sus hijos profesionales universitarios, y ella ha triunfado en su comercio, junto a sus fieles colaboradoras Mina y Juana María, que por cerca de cuarenta años nos han atendido con tan exquisito trato en su tienda de Valverde, en la cual se consiguen productos de las mejores marcas, y modelos a la altura de las mejores tiendas del ramo en Tenerife o cualquier sitio de España. Seguramente que Dña. Antonia y sus colaboradoras han sido aliadas de las bonitas jóvenes herreñas que siempre han sabido vestir a la moda del momento.

En el aspecto humano, ha sido también Dña. Antonia especialmente cuidadosa en ayudar a las economías más débiles que siempre obtuvieron de ella el necesario crédito para vestir a sus niños o jóvenes, referiré como ejemplo de este modo de proceder lo que le oí de niño a Dña. María Febles, de Los Corchos, qué viuda con nueve hijos, ocho hembras y un varón, contaba que “gracias a Dña. Antonia pude ir casando a mis hijas, pues me fue fiando una tras otra, la modesta dote que mis hijas fueron necesitando para sus matrimonios”.

Resulta ser D Antonia, posiblemente la última sobreviviente de aquella generación de comerciantes de Valverde que ya Dios se ha llevado, y que marcaron una larga época de nuestra historia insular, nombraré a algunos: D. Pepe Vázquez, D. Pedro Padrón, D. Felipe Benítez, D. Mateo Ayala, D. Claudio, D. Sinforiano Padrón, D. Vicente Quintero, D. Pedro Ávila, D. Estanislao Ávila, D. Juan Padilla, D. Higinio Morales, D Armenia, y D. Luis Cano, que también sobrevive gracias a Dios, y bastantes más que escapan a mi memoria. 

Merece ahora Da Antonia el merecido descanso a una dilatada vida de esfuerzo y trabajo, todos la echaremos de menos al frente de su tienda, con la misma sonrisa y buen trato, preguntando siempre por nuestras familias, para saber de su buena salud, y mostrándonos su alegría a nosotros los emigrantes al retornar a El Hierro. Que Dios le dé muchos años de vida, es el mejor de mis deseos, que sin duda lo será también el de todos los herreños que hemos tenido la suerte de conocerla.