Opinión

En el camino de la historia: Y ahora el Remdesivir

Por Juan Jesús Ayala

El Remdesivir es un nuevo fármaco de los llamados antivirales que se desarrolló como tratamiento del Ébola y que a partir de la pandemia del Covid- 19 se usa contra esta enfermedad pero durante un intervalo de tiempo que no ocupe mas de 5 días ya que tiene efectos colaterales graves afectando con mayor particularidad al hígado y riñón ; y aunque no es un tratamiento curativo, ni tiene evidencia clínica, se une al protocolo terapéutico para adultos y mayores de 12 años que necesitan oxigeno y con neumonía bilateral grave, lo cual en muchos de los casos, al menos acorta el tiempo de hospitalización.

En el camino de la historia: En  Valverde, el barranco del Consejo

Por Juan Jesus Ayala.

La villa de Santa María de Valverde, antes  Amoco , prácticamente se  encuentra perforada por barrancos  poco profundos que corren muchos de ellos paralelos uniéndose en el Barranco de Santiago, también llamado de” los muertos”, así como el pico y montaña del mismo nombre porque   en los aledaños  y plaza de la ermita   se encontraba el antiguo cementerio Pues bien uno de los barrancos en cuestión y que se derrama por las llanuras deArema es el del Consejo.

Barranco que  influyó de una  manera u  otra en la vida de los  habitantes de Valverde por curiosas circunstancias. Puedo suponer sin tener datos contrastados que su nombre obedece a que en  momentos de la historia de la isla en sus márgenes  se asentó  alguna  institución político- administrativa .Si sabemos   que cuando el ayuntamiento de Valverde   fue destruido por un incendio en 1898  se habilitó unas habitaciones en el domicilio del  secretario, Graciliano Ayala, para desarrollar las tareas del consistorio hasta 1911, donde posteriormente   en  el tiempo del alcalde, Mario Barrera Afonso, se alquiló una casa cerca del barranco del Consejo.¿Pudiera  ser  que por esta circunstancia se comenzara a llamar a este barranco como tal o tal vez se denominaba así mucho antes?.Allí estuvo el ayuntamiento que se llevó a la calle Licenciado Bueno y hasta el año 1940 en casa de Armando Padrón Casañas, donde ya en ese año  se traslada al nuevo ayuntamiento, que buen parte es como se conoce hoy durante la alcaldía de Sebastian Ayala.

Este barranco tenia una particularidad muy especial y era  que permanecía gran parte del año  sin ningún tipo de alboroto geológico pero en un momento concreto sus aguas empezaban a discurrir por su estrecho cauce y era la señal  que decía que ya se podía comenzar a comer los higos pasados que la mayoría de las casas de Valverde guardaban como un tesoro alimenticio de primera necesidad. Y como la tradición que estaba en la memoria colectiva del pueblo mantenía que estos no se deberían  comer hasta que no corrieran los barrancos  y como el del Consejo era el primero que lo hacia, cuando llovía suficiente, allá a finales de octubre y principios de noviembre se estaba muy pendiente que ocurriera ese fenómeno atmosférico .

Otra circunstancia de la historia de ese barranco era el  camino que terminaba en la vereda de Santiago que  conectaba con  la carretera de tierra que estaba enfrente de la ermita y que concluía en La Peña .  No se iba con los animales de carga o para realizar labores en el campo con dirección a la Cruz del Calvario, Pinto o  al Mocanal   que no fuese por un trayecto determinado y fijo ya que  la “calle” era para los pocos vehículos que había en la villa en esos tiempos.

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En nuestro caso  se salía  por las cuadras que estaban al lado de otro barranco que venia desde Tefirabe y por una sinuosa vereda se dejaba atrás los domicilios de Tomas García, y la familia Fonte donde ya se avista el barranco que una vez que  se bordea pasando las viviendas de la familia Gutiérrez Padilla se continuaba el trayecto hacia el hospital viejo, las casas de la familia de Rodolfo, de Juan León, Federico Padrón, Reboso , Juan Hernández, Hildebrando, la  de Lalo  Elviro e Inés Delfina, entre otros para desembocar  en la carretera de tierra que  guiaba al destino concreto .

Alguna que otra vez no era para trasladarse a las faenas del campo sino que se  bajaba hasta la Esquina Romera para ir a la maquina de Pepe Reboso que moliera el millo, el trigo o la cebada  para que se convirtiera en el gofio que había que recoger pasados dos o tres días.

En fin, vicisitudes de la viejas historias de la isla, concretamente en este caso de Valverde, y que al recordarlas  nos llena de satisfacción porque  hace que el tiempo se detenga en nuestra memoria; aunque hoy como muchos de los barrancos de la isla se encuentran ciertamente desfigurado por la escasez de lluvias motiva cierto desazón al ver sus cauces llenos de matorrales, pero, seguro, que  mejores tiempos les darán vida, y el del Consejo volvería a marcar el  día en que hay  que desclavar el cajón de los higos pasados, con los que nos llenábamos los bolsillos como  el mejor manjar para las meriendas de la tarde. 

En el camino de la historia: Vamos a coger tunos

Por Juan Jesus Ayala.

Así se respondía cuando  veían al vecino o al familiar con los dispositivos necesarios  para realizar la labor de coger tunos, como se llaman en la isla a los higos picos o a los chumbos.  Era  el tiempo ya bien entrado el verano y en los primeros días de septiembre cuando las tuneras, o paletas,  brindaban su oferta alimenticia que fuera substituyendo   a las uvas a  los duraznos o a los higos cotios, como manjar , no como postre sino a cualquier hora del día que  apeteciera..

La  cogida del tuno y la operación a realizar   sin que sus picos estorbaran   con cierta garantía tenia sus requisitos y  protocolo .Si bien es verdad que algunos con su mano encallecida por las labores del campo  se  atrevía a cogerlos sin mas con unas simples  hojas de higuera  ya que sus    dedos hacían de tenaza, de cuchillo y tenedor. Pero generalmente había que tener preparada  una gran tijera fabricada de madera de nogal o sabina por el carpintero amigo o  adquirirla en la  tienda de Claudio Padrón o en la ferretería de Pedro Ávila donde sus dos palas  se dirigían con  la mano  por una abertura para el dedo pulgar  y la otra para el resto de los dedos luxando el tuno de la tunera para ponerlo en un envase disponible a esta especificidad  .Y una vez que  se llega al sitio que  las tuneras  ofrecían su fruto, bien los  amarillos o los blancos   se iba a los que pintaban como maduros  depositándolos  en un terreno acotado y cercano  en el que  se disponía  a realizar  quizás la tarea mas complicada de este proceso que era el “barrido” que generalmente se hacia con una escoba vieja y con mucho cuidado para que los picos, a veces invisibles, no volaran  y  se  introdujeran   por los sitios menos pensados, cuestión  a veces imposible porque  estos surcaban el aire y su control   era imprevisto; lo mismo, después de la tarea,  se encuentran en los dedos de las manos, cuando no en la lengua, o en los sitios  mas insospechados.  Una vez  terminado  el barrido,  se depositaban en ese cesto, generalmente de mimbre  y caña, aunque también  se recogían en cubos de plástico o de latón, llevándolos  para las casas  donde con el cuchillo y el tenedor se abrían  aunque a veces solo era el cuchillo con el que se quitaba la cáscara  y así  poder comerlos.

Los beneficios terapéuticos  del tuno canario, y por supuesto del herreño son de una relevante importancia  ya  que son  ricos en fibra, vitamina C que refuerza el sistema  inmune, ahora cuestión muy de moda con la Covid- 19, vitaminas del grupo B, potasio y , antioxidantes, que aunque nos decían  que  “ tupían”, funciona  como todo lo contrario porque es un buen laxante, salvo que se coman en exceso. A parte también posee  un pigmento denominado   ,betalaina, que actúa como aterolitico facilitando no se produzcan  placas de ateromas, (de grasa) en las arterias;  por lo que  es recomendable  para aquellas personas  que viven   con mucho stress y tienen hábitos de vida poco saludables.

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Tanto el  tuno canario como el herreño tuvieron  su época de esplendor desde el siglo XV que se implantó en Canarias y ,sobre todo, en  El Hierro .Sin embargo, habrá que decir que el tuno herreño lleva tiempo en horas bajas y vemos  en muchos terrenos   de la isla  como  sobre los bordes de las carreteras   se derraman  las  tuneras que no soportan el peso del  fruto , olvidados para su consumo cuando épocas atrás junto con el queso rallado y gofio amasado “mataba “el hambre de la población.

En la  isla , no obstante donde actualmente prevalece  una producción importante, entre otros frutos,  de piña, mangos , mangas , aguacates o higos pasados  se está considerando  para su explotación comercial   la producción de este alimento   cuya falta  se deja ver  en los restaurantes  y casas de comida . Es difícil, no cabe duda, su acondicionamiento culinario por la tarea que acarrea, pero si se llegara   a propiciar su consumo de esta o aquella manera, no cabe duda  que se estará aprovechando  la capacidad  terapéutica  y el exquisito sabor dulce de una fruta  que está a la espera de una nueva y fructífera recolección en   el próximo tiempo .

El tuno herreño  es un alimento  que por las  propiedades que tiene   debe  dársele   salida   para que de alguna manera retrocedamos  en la  historia y  se pueda volver    cuando alguien   pregunte al que vea con  los aditamentos necesarios y de rigor-  como  hace  Pilar en su finca de Tenesedra- ¿a dónde vas?  responda : “vamos a coger tunos”.

Además, es una lástima   que mientras gran parte de la humanidad pasa hambre tengamos tuneras esparcidas por Canarias, por la isla, que se pudren  y se abandonen decantando  nuestra alimentación, muchas veces, por un sin fin de productos que  bien  pudiéramos considerar, hasta  cierto punto, tóxicos.

El Charco de Los Vecinos en el alma de los piñeros

Por: Armando Hernández Quintero.

En el barranco de Las Casas, en la parte baja de la zona urbana y muy cerca del letime de Los Cardones, se encuentra el Charco de Los Vecinos. Ese reservorio de agua fue de gran importancia para los habitantes del pueblo, ya que él garantizaba y abastecía, durante bastante tiempo, las necesidades hídricas de los vecinos, que utilizaban el agua que almacenaba tanto para el consumo humano como para dar de beber a sus animales. El charco formaba parte de una red de abastecimiento conformada por las fuentes, los guarsamos, los charcos y los resumideros, que los vecinos, al igual que habían hecho los bimbapes, usaban para abrevar sus ganados en la trashumancia que efectuaban, de acuerdo con las estaciones, desde Los Cardones y Las Playas, hacia la zona de las medianías y el monte. Además sus aguas también fueron utilizadas para el uso doméstico: cocinar, lavarse y lavar la ropa, así como para hidratarse ellos mismos. El charco tuvo tanta importancia para los habitantes de la comarca, que el Cabildo herreño, sabedor de ello, lo dotó de una ordenanza que regulaba su utilización y cuidados. 

El charco realmente forma parte de un sistema hídrico conformado por él y otros de menos tamaño, algunos de los cuales tenían asignado un uso específico, por ejemplo ser utilizado para lavar la ropa. Todos ellos conformaban un pequeño pero muy importante y efectivo reservorio de agua que les permitía cubrir, durante un tiempo que dependía de las lluvias, las necesidades del preciado líquido a los habitantes de Las Casas. 

La importancia social de esos charcos se puso de manifiesto cuando el recién creado ayuntamiento de Frontera, prosiguiendo la política que había tenido el Cabildo Insular durante el siglo XIX, de transferir los bienes públicos a las manos de la insaciable oligarquía herreña, se planteó, en 1917, privatizar el charco de agua sacándolo a remate público con el argumento de que ya no se usaba. La protesta de los vecinos fue tan generalizada y de tanta contundencia, que la subasta se declaró desierta al no presentarse ninguna oferta, ya que nadie del pueblo se atrevió a participar en la licitación y exponerse al odio de sus vecinos y a las más que probables consecuencias posteriores, que, sin duda alguna, ese hecho le acarrearía al que se apropiara de las tan necesarias aguas. A los habitantes de los otros pueblos de la isla no les interesó participar en la licitación debido a que por su ubicación estaba fuera de su radio de acción. 

En 1943, ya en la dictadura y en plena vigencia del Mando Económico de Canarias, se volvió a plantear de nuevo su privatización con el mismo resultado. Algunos vecinos alegaron, tanto en la primera ocasión como en la segunda, que esos intentos de privatización contradecían el mismo nombre del charco, ya que si era de Los Vecinos, como su nombre en forma clara y precisa indicaba, ellos eran los verdaderos dueños, y ninguna entidad podía adjudicarse su propiedad, y mucho menos una persona, pues ello implicaría necesariamente un cambio de su nombre el cual seguramente, tal como había sucedido con Los Lotes del Julan y de Las Laderas que fueron subastados, pasaría a llamarse y a ser conocido por el nombre de su nuevo propietario: el charco de fulano, de mengano o de zutano.

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A finales del siglo XIX, con el retorno de los emigrados de Cuba, el problema de la eterna escases del agua comenzó a cambiar, pues para ellos era algo prioritario la construcción de una casa de azotea o de teja que sustituyera a las ancestrales casas de colmo, y de un aljibe que reemplazara a los dornajos de sabina o de pino, y a las barricas, barriles, barrilotes, gavetas, foles, borrachetas, zurrones y vasijas de barro que se utilizaban para guardar el agua. A partir de los cuarenta con la emigración a Venezuela, y las remesas de dinero que se enviaban desde ese país, se produjo un cambio radical, ya que por primera vez, con los embalses y aljibes que se construyeron en el pueblo y en las fincas de los campos, se pudieron cubrir, en años normales, las necesidades del tan preciado líquido. Eso se pudo constatar durante la sequía del año 1961, la que, a pesar de haber sido muy severa, no ocasionó ni de cerca, los problemas que se padecieron en la del año 1948. Por eso y debido a que sus aguas no se necesitaban, en los años cincuenta el charco comenzó a dejar de ser utilizado, y como resultado de ello a ser abandonado, pues su uso se había reducido al de dar de beber a algunos animales, y el que le daban las palomas, los cuervos, los mirlos, otros pájaros y los lagartijos que disfrutaban todos ellos de su agua y su soledad en medio de las higueras, los almendreros y los pinos. Esa circunstancia fue aprovechada con gran alegría por los niños que comenzaron a utilizarlo como una hermosa piscina natural y además nudista, ya que la ropa no se podía mojar, y a disfrutar, con gran gozo y bullicio, del cauce plateado y pulido del barranco y del ambiente paradisiaco donde está ubicada su sana y deliciosa frescura.

Hoy día el Charco de Los Vecinos, se encuentra abandonado, al igual que los otros de menor tamaño que lo acompañan, y sus cavidades de piedra pulida, lisas y brillantes como si fueran hijas de la luna, permanecen solitarias y llenas de la tierra piñera.

El fracaso de las dos subastas, y de los propósitos egoístas de sus promotores que ponían en evidencia el poco interés que tenían por el bien colectivo, por suerte no pudieron salir adelante, ya que se estrellaron contra la decisiva oposición de los piñeros, gracias a la cual los planes privatizadores no pudieron concretarse ni llevarse a cabo, lo que ha permitido que ese hermoso paraje siga siendo un bien comunal para el uso y disfrute de todos los habitantes del pueblo. 

No estaría de más que las autoridades municipales e insulares se interesaran por él y lo incorporaran, después de que se hayan acometido las obras de acondicionamiento necesarias, que, en sí, no requieren de grandes inversiones, a una ruta peatonal, la cual, estamos seguros, sería de un gran atractivo turístico y se convertiría en una visita prácticamente obligatoria para las personas que nos visiten, o que hagan senderismo por el camino de Los Cardones que pasa muy cerca, y que va de Las Casas a Las Playas.

 

En el camino de la historia: La gaviota de Las Playas

Por Juan Jesús Ayala.

El gran marco costero-.marino que abarca mas allá  de los linderos de Las Playas que  se inicia en la punta de Ajonse , y  que   termina, en el imaginario, en  La Restinga antes de llegar a  la  punta  de  los Roques de Juegos es un espectáculo diario y siempre novedoso. Los días no se repiten, a veces es el viento que nos  hace llegar unas olas que con fuerza rompen en los callaos  de la playa   cuando coincide con la marea alta, otras la cantidad de gente que llegan y buscan  acomodo en todos los múltiples espacios  que existen  a todo lo largo y ancho del paisaje, o el barco de pesca que runrunea en un mar, ahora, tranquilo, sosegado,  emulando al mar de las Calmas. Por las noches las voces de las pardelas no cesan en juguetear con la luna redonda y con las estrellas que se incrustan en un cielo limpio. Pero si hemos observado que existe una  foto fija, repetitiva, que la contemplamos a veces por las mañanas otras a la caída de la tarde  que   es la de una  gaviota  revoloteando  con su alas  en el reboso de la espuma salada  y cuando no, secándose  al sol sobre una roca que le da altivez y cierta intriga.

No pretendo  referirme a la gran obra de teatro titulada “La gaviota”  escrita en 1896 por Antón Chekhov, donde refiere un largo conflicto romántico y artístico que mas tarde llevó al cine, el 11 de mayo, de 2018 y con todo éxito ,Micael Mayer; ni tan siquiera a la fabula de Juan Salvador Gaviota ,que en síntesis, es un aprendizaje  y enseñanza sobre la  vida de  este personaje  que lo que pretende como fin vital es practicar su vuelo y no hacerlo como las gaviotas, que muchas vuelven al mismo sitio, él quiere conseguir la libertad y no dejar de volar para  no  regresar jamás a los sitios de partida.

Pero nuestra  gaviota no quiere volar mas allá de lo que  le permite sus distancias marcadas y  es un vuelo de ida  y vuelta, aunque su ida no parece sea para aposentarse en un territorio muy distante que bien pudiera ser no mas lejos del roque de Las Gaviotas, al final del malpaís del Tamaduste o chapoteando en los linderos del Charco Manso de Echedo . Lo cierto es que su presencia no  ha fallado en ese gran escenario de Las Playas durante dos años, y no es otra diferente, es la misma con  sus patas, ojos y pico amarillo , de plumaje blanco en el pecho y  el  resto de su cuerpo,  grisáceo oscuro. No le tiene miedo al mar, en parte  muchas veces se zambulle confundiéndose con las olas en búsqueda de un bocado, bien un pez o restos  de alimentos   para picotearlos,

La gaviota de Las Playas  es siempre la misma, con su inquietud por bajar al mar  o en subir hacia la roca que le da soporte donde instala  su presencia. Porque tenemos que deducir   que es la espera su protagonista al no dejar de hacer lo mismo durante dos años. Espera, seguro, a su pareja  porque las gaviotas entre otras cosas son aves monógamas y  en su vida de 15 años siempre están con la misma compañía.

Hemos llegado  a pensar que  la  gaviota  de Las Playas, a veces tranquila oteando el horizonte, otras  inquieta  saltando de roca en roca  está en la búsqueda de darle vida a su soledad, que llegue, al fin, con quien se apareó o vigilando los huevos que pudieran estar próximos a  romperse para tener nuevas vidas que cuidar .

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La gaviota ,  nos lleva a la ventana que es ese grandioso espacio de Las Playas  y nos despeja la mente y hace pensemos  mas allá de la quietud del mar, o del runruneo del  motor de aquel barco de pesca que una vez que se ha remansado en la quietud de las aguas que rodean  los Roques de Bonanza  hacia  el puerto de la Restinga se dirige.

Pero,  hace  días que llevamos  asomándonos hacia  encuentros  y búsquedas   y   hemos notado una lamentable ausencia. No hemos visto a la gaviota. No  oímos su graznido lejano, ni su revoloteo de las mañanas para posarse en las rocas  donde rompe el mar. Hoy al contemplar el espectáculo del mar de Las Playas  engrandecido y fortalecido por la montaña que termina en el mirador de Las Playas de el Pinar o el de Isora , miramos y miramos, y no vemos a la gaviota, quizás haya sucedido que su vida ha concluido, o su vuelo  terminado en alguna parte ignorada.

Hoy  es un día  para la ausencia. Al menos así lo percibimos.