Opinión

Doble Hierro 

Se estrena la segunda temporada de la exitosa serie de televisión. 

Víctor Álamo de la Rosa (*)

Vuelve, con seis nuevos capítulos, Hierro, la exitosa serie de televisión que firman los hermanos gallegos Jorge y Pepe Coira. Desde el 19 de febrero y hasta el 19 de marzo, cada viernes, tendremos la oportunidad de ver las nuevas andanzas de la jueza Candela y del empresario platanero Díaz en la hermosa geografía herreña. Yo he tenido la suerte de ver entera la nueva temporada porque el guionista, Pepe Coira, es un lector empedernido y decidió sacar en pantalla mi novela Terramores, que, como algunos sabrán, también se ambienta en El Hierro, patria de todos los fantasmas de mis sótanos. Evitaré la tentación de hacer spoiler, como dicen los modernos, pero créanme que no será fácil, porque estos nuevos capítulos introducen interesantes personajes más allá de los protagonistas indiscutibles, encarnados por esos actores inmensos que son Candela Peña y Darío Grandinetti. Ambos, se salen.

Comencemos: Coira elige dos tramas que corren paralelas para llevar a El Hierro, por un lado, las astutas argucias de las mafias internacionales que se meten con todo, drogas, especulación inmobiliaria y lo que haga falta, sicarios a sueldo incluidos, y, por otro, el drama más íntimo de los violentos divorcios con hijos de por medio y lucha encarnizada por la custodia. Del amor al odio solo hay un paso, ya es sabido. La violencia subterránea que acarrean los divorcios se explota aquí para que suframos con el sufrimiento de dos niñas que asisten a la guerra de sus padres, con el añadido de que los divorcios, en una sociedad tan pequeña y endógena como la herreña, son aún más violentos si cabe porque, a fin de cuentas, en la isla todo se sabe y la esfera de lo íntimo es imposible. En El Hierro todos tenemos que ver con todo y con todos. Contaré una anécdota graciosa que se explica por sí sola.

Estaba yo hace unos meses en el rodaje de la serie, por fuera del hospital de Valverde. Ya estaba caracterizado como enfermo, maquillado con ojeras y vistiendo pijama hospitalario. Alguien pasó con su coche por fuera del hospital y me reconoció y, de pronto, empiezan a llegarme wasaps y llamadas a mi teléfono móvil de media isla. Todos los amigos me escribían o me llamaban para interesarse por mi salud. Al final tuve que llamar yo a mis padres, que viven en La Restinga, para tranquilizarlos, y decirles que no había tenido ningún accidente, sino que estaba como extra en la serie vestido de enfermo. Nos reímos mucho, pero aún al día siguiente yo contestaba mensajes diciendo que estaba perfectamente y que en realidad no estaba enfermo ni había tenido accidente alguno. Desde que alguien me vio por fuera del hospital y supuso que algo me había pasado, la noticia había corrido como la pólvora. Traigo aquí esta anécdota porque esta idiosincrasia herreña de pueblo chico infierno grande (aunque tiene sus ventajas) es explotada en la serie para crear tensiones entre los personajes nuevos y los que vienen de la primera temporada. Al final, en una isla tan pequeña, todos chocamos. A veces para bien, a veces para mal. Es lo que hay.

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Cada vez que va a la isla la guardia civil de tráfico, ya antes de que la patrulla con sus vehículos asustadores se baje del barco, los herreños sabemos que ese día o ese finde habrá que bajar la velocidad en carretera si no queremos que nos pille el radar y nos multen. Para eso tenemos nuestros grupos de wasap. Y así precisamente comienza la segunda temporada de Hierro, con los coches de la guardia civil de tráfico en el barco de Naviera Armas que los llevará a la tierra de las sabinas.

Que la isla de El Hierro es pequeña en extensión todo el mundo lo sabe. Cuando ya has hecho una temporada televisiva y debes enfrentarte a otra, habrá que buscar nuevas localizaciones, porque uno de los grandes méritos de Hierro es justamente explotar fílmicamente los innumerables parajes que ofrece la geografía herreña. Reto conseguido en esta nueva temporada, donde los hermanos Coira son capaces de envolver su thriller en inéditas perspectivas paisajísticas (ayudados por las panorámicas aéreas de drones y helicópteros). Así que el emblemático paisaje de la isla del Meridiano Cero vuelve a erigirse en un personaje más, un personaje principal que acompaña a los protagonistas en sus deambulares por el valle de El Golfo y por la carretera que baja a Tecorón. Además, el capítulo final, con su apogeo, se desarrolla en un lugar emblemático, la ermita de Candelaria, en Frontera, la única que yo sepa que tiene el campanario ubicado en una montaña y, sobre todo, por fuera de la construcción principal. Por debajo, en el terrero de lucha canaria, deporte vernáculo en el que los herreños siempre hemos sido punteros (salvando el desgraciado declive de los últimos años, acordémonos de Barbuzano y del Pollito de Frontera, sin ir más lejos) la serie tendrá su clímax justamente durante una luchada. Y aquí toca felicitar de nuevo a director y guionista, Jorge y Pepe Coira, porque si en la primera temporada utilizan nada más y nada menos que la Bajada de la Virgen de los Reyes, en esta nueva temporada es la propia lucha canaria la que pasa a primer plano, porque, en muchos sentidos, esta serie da en el clavo ambientando sin complejos su trama en medio de claves identitarias herreñas, es decir, canarias. Esto me parece importante, porque todavía hoy observo a muchos artistas o cineastas canarios que se acobardan a la hora de hacer sus propuestas utilizando nuestros tópicos sociales y culturales, nuestras tradiciones más profundas, justo todo lo contrario de la exitosa propuesta de esta peculiar serie televisiva.

En cuanto al elenco de actores, nada que objetar. En mi humilde opinión todos brillan a un alto nivel, y los actores canarios, más desconocidos, acompañan a esos grandes de la interpretación que son Peña y Grandinetti. La jueza sufrirá en lo personal con los sustos que le da Nico, su hijo discapacitado con grandes dificultades respiratorias, el empresario platanero Díaz desarrollará también su lado más humano hasta establecer una interesante relación de admiración y amistad con la propia jueza que tanto le ha perseguido. En medio de este jaleo, aparece un personaje nuevo, un mafioso joven y de pelo largo con complejo de Edipo que, en mi opinión, es uno de los grandes aciertos de esta nueva temporada. También el actor canario Luifer Rodríguez destaca en su papel de abogado de la madre de las niñas y amigo de Díaz, sobre todo porque transmite toda esa socarronería tan canaria en sus gestos y diálogos. Las niñas, en medio del caos de sentimientos sembrado por las peleas de sus padres, son también personajes cruciales a través de las cuales suenan ecos de un exterior lejano que puede llamarse Miami o Madrid. Si se está en El Hierro, epicentro de todas las batallas, isla al principio, esas ciudades pueden sonar tan lejanas y peligrosas como Marte. Y así el cóctel está servido y hay dos sicarios con ganas de matar y hay persecuciones por las carreteras repletas de curvas de la isla, un breve guiño al paisaje de Tenerife, pistolas, sangre, cadáveres y hasta presuntos suicidios que nos remiten a la primera temporada.

El guion es magnífico, y está lleno de guiños para quienes conocemos la historia más íntima de la isla, como la mención a Manuel el Huido que en el segundo capítulo hace la jueza Candela. Manuel el Huido fue el alcalde herreño del municipio grancanario de Firgas quien, represaliado, una vez cae la República, se esconde en su Hierro natal en cuevas y tubos volcánicos durante casi ocho años para salvar su vida, tal y como recreo en mi novela Terramores. Que los creadores de la serie se han empapado de la cultura herreña no cabe duda. Tampoco de que aquí se da una lección de cine porque hay arte y entretenimiento inteligente. Puestos a pedir, aunque no haya cabos sueltos, yo apostaría por una tercera temporada. La isla sigue llena de recovecos fértiles para la imaginación.

(*) Escritor. Autor de novelas ambientadas en El Hierro traducidas a varios idiomas.

En el camino de la historia: La razón no acaba de despertarse

Por Juan Jesús Ayala

Cuando la razón no se desentume,  y permanece en una situación de letargo casi total  llegando al sueño, lo que  se produce son verdaderos monstruos .Tuvo que llegar la modernidad para empujando  a la cuneta de la historia creencias  y practicas tradicionales pasando por la religión   se fuera clarificando el pensamiento con la luz de la razón.

El conocimiento técnico científico que ha impulsado el nuevo tiempo es un pilar fundamental y que hay que contar con el para el desarrollo y reajuste de la sociedad actual ,carente por la mediación de la crisis, de recursos suficientes no solo para subsistir como colectividad sino que esta’ desplazando los saberes de la vieja época.

Pero la gran paradoja que se comprueba es que ese avance científico en  el espacio de la información está sometiendo a una desinformación atroz del que asume que  se encuentra informado, así como esa presunción  que las redes sociales que se han impuesto como moda y como modus operandi  construye un mundo desligado, desconectado, donde la razón se escabulle  dando preferencia a estar en todos sitios sin estar en ninguno.

Se puede conectar  China con la Meca y acontecimientos diversos en diferentes redes, pero todo queda ahí, en el entretenimiento, en pasar el tiempo, dejando atrás el libro, la reflexión y  entrando en el campo no del ruido pero si en el retumbo.

La razón tiene que abrirse paso en el marasmo de esa mundialización sórdida que acaba  con las posibilidades de que el ser humano se encuentre así mismo evitando que sea el olvido y la transgresión lo que domina tanto el espacio individual como colectivo.

Si la razón  no tuviese inconveniente alguno en zafarse de la mezquindad instituida  y en el escapismo rampante seguramente el espacio de la comunicación encontraría su sitio y cabria albergar alguna esperanza de cambio que iniciara el repunte de lo que  se encuentra atascado por la  situación  de sordidez intelectual que circula por múltiples ámbitos.

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Con la razón se engrandeceria la acción política porque contaría con la critica y el argumento necesario para salvaguardar los valores que permanecen difuminados, ; ampliaría el circulo de la comunicación eficaz que pusiese a uno delante del otro, en la discusión, no  en la retórica, y se situaría las necesidades enfrente de los que interesados  caminan hacia el encuentro mutuo.

La luz de la razón impulsa, su foco dirige y su intensidad entusiasma., con ella  se apuntalarían  las decisiones, aplaudirían el  éxito y deplorarían el desaguisado, pero no solo con contundencia sino con la eficacia que da saber por donde se camina y mas aun sabiendo que es lo se va a  encontrar en el trayecto.

Y entre todas las “razones” es de máxima importancia la razón política aristotélica. Ya que es la que encarrila el pensamiento en aras de apuntalar los argumentos y que estos despierten posiciones y aclaren situaciones.

La razón política ,tenemos que decir,  es un “avis rarus”, puesto que se lleva mas el impulso inconciente, el bote pronto, que el razonamiento contrastado de donde deducir nuevos posicionamientos  y abrir el abanico del   acontecer   no solo local, sino universal 

La  razón política no solo tiene porque estar acantonada en aquellos que detentan poder,  sino que debe estar instalada en cada uno de nosotros, debe individualizarse para de esa forma estar al tanto de lo que nos quieren suministras y que  no  nos metan  gato por liebre y tengamos nuestro propio y no seamos personajes que pasamos por el mundo  sin criterio, sin enterarnos  y a expensas de los que otros decidan sin tener siquiera un contacto intimo   con el disparate  que tenemos delante

La razón política es quizás la  que deja falta en la sociedad y mas ahora cuando los retumbos y los ruidos apabullan  a las pocas palabras que se dicen  y a los   pocos pensamientos  que emergen.

En el camino de la historia: No busques mas, es el vacío

Por Juan Jesús Ayala

El  pensamiento, la reflexión cuando asoma a cualquiera que se devanee en estos vericuetos tiene, sin remisión,  que  enmarcarse dentro de un cuadro que es desolador y que  al  mirarlo, al contemplarlo  por ver si  se llega a comprender los trazos que aparecen  en  su estructura ,  nos encontramos  que es la desmotivación y la perplejidad lo que  esos trazos resaltan. Es como si el nihilismo  se haya eternizado  y sea la aventura que nos espera desenredar las tramas, las traiciones y los enjuagues que  universalmente se promocionan .Desenredar lo que esta’ enredado, desentrañar lo que permanece confuso; poner las cosas en su sitio, la política, los periodistas a sueldo, los manipuladores, los profesionales de la nada ,se hace difícil,. Entender desde la lógica  del pensamiento estructurado por donde se conduce la sociedad, quien la maneja e impulsa es perder el tiempo, y no es que sea   un  aciago demiurgo quien la empuje hacia el abismo, quizás sea la inercia de una miseria intelectual apabullante. 

Intentar perseguir  la esencia de los acontecimientos sin contar con los elementos necesarios para  elaborar un discurso   consecuente  es buscar una aguja en un pajar .Es tal la confusión, los dimes y diretes,  los desencuentros que enmarcan  rivalidades  que se enconan aun todavía mas en un  ejercicio que  conduce a la neurosis  obsesiva  .

Es el vacío, lo que aparece .Es como si se estuviera frente a la metáfora   que nos decía que la bola del mundo la llevaba  en sus hombros San  Cristobalón. . Y si esto era así ¿Dónde ponía los pies ?. En el vacío.

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Es el vacío lo que alimenta la especulación y lo que se despliega en pronunciamientos insulsos , llenos, eso si, de incoherencias,; es el vacío lo que da salida a la perplejidad y a la desafección del ser humano como espécimen  a rescatar y que  a pesar de los esfuerzos que colectivamente  hagan algunos para  poner en pie la dignidad humana esta se encuentra machacada por si mismo y por abusos y despropósitos de los que se creen redentores y que van por la vida suministrado bendiciones y parabienes camuflados en la mentira de sus propósitos irrealizables.

En  las épocas de crisis, y esta que vivimos ciertamente es cruda, muy cruda, han existido tiempos muertos, etapas en blanco donde apenas si se dibujaba un atisbo de  progreso social, pero emergía la inteligencia, el discurso  que empujando el vacío   como reliquia de un acontecer fallido situaba a la sociedad de nuevo en el camino de un esplendor ya mas que presentido. Por lo menos la esperanza nuca  estuvo ausente y se revirtió la situación haciéndola aceptable y manejable para la  inmensa mayoría.

Pero entretanto son los mediocres los que pululan, los que sentencian, los que llenan todas las oquedades de lo que debería ser el silencio para que la reflexión impactara y no el ruido de palabras que no dicen o  pronunciamientos insulsos impulsados por la  estupidez de los que siendo unos melindres se creen  fenómenos en todo.

De momento no hay que buscar nada nuevo, ni alguna cosa que de luz a una zona de oscuridad inmensa, casi universal.. Solamente habrá , y así lo dice la historia pasada y acontecimientos similares a los de hoy,  que prepararse fuera de ese vacío que acucia para que  los atrevidos, los  emboscados que esperan que su voz se clarifique y aparezca junto a otras voces, no  diciendo como ahora, estupideces a sueldo sino que sean  limpias, elegantes, sencillas, sin ambages que al menos comiencen por  subrayar que la esperanza nunca ha huido  de  la sociedad, que los vacíos han existido , pero desde ellos, de sus sombras ha   brotado la luz ilustrativa que  abunde, que  refuerce’ que no todo esta’ perdido, que  algo hay que parpadea, que estimula, que halaga.

En el punto de mira

Por Antonio Rico

En Canarias estamos viviendo una situación especialmente extraordinaria; la llegada de numerosos migrantes a nuestras costas, que no nos es ajena porque ya la hemos vivido en otras ocasiones y, como sociedad, supimos resolverla. Y otra, con la que aún estamos lidiando, la pandemia y sus efectos. La suma de ambas está, sin duda, poniéndonos a prueba como sociedad y como humanidad.

En Cruz Roja, por nuestro compromiso humanitario con todas las personas, estamos a disposición de toda la sociedad en todo momento; durante una pandemia, un incendio, una situación de desamparo o desempleo, o cuando cualquier persona necesita ayuda, protección o cuidado.

Además, cuando las situaciones de máxima vulnerabilidad lo requieran, como es en el ámbito de la migración, debemos ser capaces de colaborar con las autoridades públicas de cada momento y con el resto de la sociedad, para juntos reestablecer las condiciones de vida de las personas que lo necesiten en el curso de su itinerario, brindándoles asistencia y protección, defendiendo sus derechos y su dignidad, mejorando su capacidad de buscar oportunidades y soluciones sostenibles, y promoviendo su inserción social e interacción con las comunidades de acogida. No sólo en España, sino en los 192 países en los que Cruz Roja está presente.

Es indiscutible que hay un amplio margen para un debate de principios sobre la migración, pero no puede haber ninguna duda sobre el principio fundamental de humanidad. Independientemente de su estatus legal, todos los migrantes y personas desplazadas son seres humanos y como organización y sociedad debemos asegurarnos de que los Estados salvaguarden su seguridad, dignidad y bienestar y garanticen el acceso sin trabas a los servicios esenciales que les permita continuar con sus vidas.

Por todo ello llevamos meses siendo objeto de críticas, acusaciones falsas e incluso acoso y amenazas por parte de algunos movimientos en redes sociales, algunos medios, algunos responsables públicos y ciertos líderes sociales que se han traducido en insultos y amenazas a; las personas inmigrantes, los hoteleros que facilitan la acogida, voluntarias, voluntarios y personal de Cruz Roja, informaciones falsas de situaciones que nunca se han llegado a producir, y manipulación de la información creando alarmas sociales injustificadas.

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Evidentemente, durante nuestras actuaciones podemos cometer errores, y Cruz Roja tiene todos los cauces y canales para corregirlos y tomar las medidas que sean necesarias, y así lo hemos hecho en todas las ocasiones que correspondía hacerlo, pero cualquier insinuación o declaración sobre qué Cruz Roja discrimina al resto de la población es totalmente incierta.

Durante el año 2020, bajo la amenaza todavía persistente de la COVID-19, Cruz Roja ha ayudado, protegido y cuidado a más de 5,000.0000 de personas gracias a la solidaridad de más de 250.000 personas voluntarias en todos los rincones del Estado. Sólo aquí en Canarias, hemos logrado llegar a 250.000 personas a través de más de 16.000 personas voluntarias que dedican su vida a sus vecinos y vecinas.  

Estas personas voluntarias son las que siempre están en primera línea cuando nos acechan los incendios forestales, las que, desde el primer minuto de la pandemia, y sin descanso, han facilitado alimentos y medicamentos a las personas confinadas y un lugar donde poder protegerse a las que no lo tenían. Las personas que han realizado recogidas y traslados de personal sanitario y personas afectadas, las que han proporcionado conexiones y dispositivos para que niños y niñas en riesgo de exclusión pudieran seguir teniendo acceso a su educación, o las que continúan ayudando a encontrar empleo a quienes lo están perdiendo.

Estas personas voluntarias son las mismas personas a las que hoy se está increpando y acosando por ayudar a otras sin importarles quienes son o de donde vienen. Atacar a los voluntarios y voluntarias de Cruz Roja es atacar a nuestra propia comunidad, a nuestra propia sociedad y debilitarla.

Vivimos momentos de polarización ideológica en los que mostrar empatía con las personas en situaciones de injusticia, pobreza o desigualdad o cualquier otra expresión de vulnerabilidad, es más necesaria que nunca. Como también lo es la necesidad de exigir veracidad y rigor en toda información que se cree y comparta en entornos públicos y privados.

Cruz Roja no tiene la capacidad ni las competencias para resolver las causas que generan los flujos migratorios, pero cumple su misión cuando auxilia a toda persona que sufre situaciones de extrema necesidad evitando, desde la neutralidad e imparcialidad de quienes sólo seguimos los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, situaciones de exclusión social, xenofobia o violencia que rompan la convivencia en nuestras comunidades y sociedad.

Lo que sí tenemos todas las personas es la responsabilidad y oportunidad de resolver estas situaciones. Porque, finalmente, lo que nos hace humanos es nuestra voluntad de ayuda mutua frente a las adversidades. Lo que nos ha hecho progresar, a lo largo de la historia, ha sido el deseo de construir comunidades de valores e intereses, cada vez más amplias, más abiertas y más inclusivas. Porque ser humanos nos hace ser mejores.

*Antonio Rico, Presidente y voluntario de Cruz Roja Canarias.

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En el camino de la historia: “La Caída” (Albert Camus)

Por Juan Jesús Ayala

Albert Camus publico’ un año antes que se le concediera el Nobel,1956, “La Caída” donde lo que buscaba desde la intencionalidad ética-social era promover un estimulo intelectual a la sociedad superviviente de los desastres de la Segunda Guerra Mundial, para que jamás se volviera a vivir los horrores de aquellos momentos, empeñándose en reflejar la desesperación del hombre contemporáneo que estaba dominado dentro del mundo del absurdo,  en la clave de poder llegar a saber donde estaba esa felicidad perdida que permanecía emboscada por las inclemencias y dureza de una sociedad  hostil.

“Siempre es demasiado tarde”, remarcaba como final de esa angustia que reflejaba paradójicamente en el relato. Y ahí estriba el pensamiento central. Nos figuramos dentro del espacio de la virtualidad y de la artificialidad que se llega a tiempo de enderezar los entuertos, que tenemos capacidad ilimitada para evitar que las cosas ocurran, que somos dominadores de todo aquello que nos confunde y aturde y que podemos corregirlos aun con la ironía. Pensamos  que somos protagonistas de nuestra propia historia. Y no.  Siempre sucede lo mismo: llegamos demasiado tarde y son otros los que marcan caminos y objetivos, lo mismo con las guerras, catástrofes y ahora con el azote de la pandemia que no nos deja, que la sufrimos ,mientras otros lo único que saben es dar palos de ciego desde las altas direcciones del mando y gobierno. Y lo niegan. Que es lo peor. Todo para ellos va bien. Muy bien.

Y cuando se siente uno poderoso, capaz de componer una sinfonía de miles de sonidos que suenan gratamente en el oído del mundo resulta que no es así que la música se esconde, el lirismo se escapa porque los tiempos no son  propiciadores para ello

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Estamos ante un delirio generalizado de persecución, donde lo imperioso es buscar culpables por todos los lados y es que la seriedad en el  juicio, la candidez en las palabras se han trastocado en rictus  de  ferocidad,  camino del camuflaje para intentar asesinar los argumentos y posponer comportamientos.

Cuando se consume bazofia, y los trozos de la imaginación se convierten en temporales que desarrollan tempestades sociales, y cuando la “caída” se repite no es que Camus haya tenido toda la razón desde su lenguaje certero como deuda pendiente en la contribución de arreglar o al menos denunciar el desaguisado, todo estaba así, y el lo que  intentó fue descubrirlo.

La “caída” se podría haber evitado, como se han evitado pequeñas cosas, pero las grandes, las que mueven el mundo  se encuentran en estos momentos  como si fueran los mismos  que relató Camus, en plena efervescencia y en plena convulsión con una carga de dinamita jamás pensada.

Y  aparece  la palabra fácil de la que los que mandan y gobiernan y nos dicen un día si y otro también que la vacunación, la nueva “caída”,  es la panacea , es la solución y que al final de verano estará  el 70 por ciento de la gente vacunada, y todo resuelto. Y al oír o leer estas declaraciones es para reírse o echarse a temblar. Vamos al caso de Canarias donde  desde  el gobierno se nos dice que se va muy bien. Pues a mi no me salen las cuentas. Si al día de hoy las dosis recibidas de vacunas son 68.000 y las suministradas son 60.200 y la administradas con pautas completas son 8.772. ¿Cómo se puede echar las campanas al vuelo cuando los números son fáciles de hacer y no cuadran por más esfuerzo que se haga?. Si las suministradas son 60.200 por 12 meses nos dará un total de vacunaciones de 722.400 al año, con lo que para vacunar a una población de 2.000.000 se necesitaría invertir cerca, más o menos, de 3 años. ¿Entonces?. Y si a esto hay que añadir  los que una vez pasado su periodo inmunitario tengan que repetir al año la reevacuación se va a producir un cruce de los que no han terminado, con lo que se originará un círculo verdaderamente infernal. Por eso o aceleramos poniendo más sanitarios en esta implicación siempre y cuando también  lleguen las dosis adecuadas, porque si no es así, y parece se va por ese camino, las palabras  entusiasmadoras de nuestros queridos políticos suenan más a música celestial que a otra cosa.

Pero si hay que decir que esta situación no le pasará a  un alto cargo de la administración sanitaria, que estaba  fuera de la prioridad, porque mientras otros esperamos a que nos llamen hay gente con suerte,  y lo han vacunado, además tomándolo como ejemplo; y lo peor es que para muchos esta situación ha pasado desapercibida o han mirado para otro lado mientras a otros por saltarse el protocolo  por vacunarse sin tocarle su turno se les ha caído el pelo Pero, eso es lo que hay. El esperpento no nos abandona. Y  en "La Caída” de Camus no existen los privilegiados, ellos se han  quedado al borde de los barrancos contemplando a los que puedan caerse alfondo.