Opinión

En el camino de la historia: Candelaria Ribera Padrón, siempre en el recuerdo

Por Juan Jesús Ayala.

Y lo ha despertado el homenaje que a título póstumo ha organizado el Cabildo a Candelaria Ribera Padrón sobre su quehacer sanitario como la primera Matrona profesional de la isla. 

Cuando yo iniciaba el Bachillerato en la Academia de la maestra Inocencia, su empeño ya haba cristalizado en la idea que tenía que trasladarse a Cádiz para comenzar los estudios de Matrona y de ATS. Y una vez ya terminados comencé los míos de Medicina, lo que estimuló el comentario sobre profesores que tuvimos en común, destacando a José Luis Martínez Rovira y a José Luis Genis Gálvez, ambos catedráticos de Anatomía.

La labor de Candelaria como Matrona la ejerció con una dedicación total y ejemplar; lo mismo como ATS que una vez que se inaugura el aeropuerto de los Cangrejos desarrolló esa actividad junto a los médicos, siempre en la memoria, Juan Ramón Padrón Pérez y Antonio Barceló Burell.

Compartimos  en los veranos que nos encontrábamos en el Tamaduste cuestiones donde abundaban las profesionales, sobre todo, la que ejercía, donde su trato con aquellos niños que ayudó a nacer era exquisito y de verdadera pericia.

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No faltando un recorrido familiar dando con un parentesco común. Hablamos de sus abuelos, María Reyes Espinosa Ayala y Ramón Ribera González que fue hijo de Ramón Ribera Cumelles, su bisabuelo  natural de Barcelona militar deportado a la isla de El Hierro por motivo de las guerras carlistas, al que entroncamos con mi tatarabuelo, José Blanich Cumelles confinado por idénticas circunstancias políticas.

Mi reconocimiento particular como persona entusiasta, sobre todo, en los veranos donde las preguntas se entremezclaban en una conversación que se deseaba fuera inacabable, para el verano siguiente seguir moviendo al recuerdo y a las viejas vivencias.

Bien por el Cabildo herreño por su reconocimiento traducido en homenaje a la dedicación profesional de Candelaria que ejerció en su isla en el ámbito de una sanidad en precario, pero qué personas como ella la engrandecieron desde un encomiable trabajo y máxima dedicación como Matrona y ATS.

Dos buques para El Hierro

Por David Cabrera de León*.

El Hierro ha iniciado este 2025 con un hito que marca una nueva etapa, hablamos de la incorporación de dos buques que enlazan el puerto de La Estaca con el puerto de Los Cristianos, en Tenerife. Una circunstancia que, lejos de ser un hecho cotidiano, supone un cambio significativo en las posibilidades de conexión para los herreños y quienes nos visitan.

El transporte de nuestra isla, tanto de pasaje como de mercancías, siempre ha sido motivo de debate, lucha y reivindicación. Desde esta periferia de la periferia, hemos tenido que alzar la voz reiteradamente para que se nos escuche en los centros de decisión política y empresarial de Canarias. Durante los últimos once años, desde la salida de la compañía que ahora vuelve, la Obligación de Servicio Público (OSP) marítima ha sido el amparo que nos aseguraba un mínimo de estabilidad: seis conexiones semanales, precios regulados, frecuencias fijas, capacidad de carga estipulada y un tipo de buque adecuado a nuestras necesidades.

Con la llegada de esta naviera, afrontamos un escenario novedoso conforme a las nuevas realidades de la isla. La competencia entre dos empresas operando en nuestras aguas trae consigo dos buques, dos frecuencias diarias y como novedad también una los sábados. Para El Hierro, esto se traduce en una oportunidad para la expansión económica, el progreso insular y una mayor integración con el resto del archipiélago.

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No podemos olvidar las ventajas del libre mercado, pero tampoco sus posibles desventajas. Es imprescindible que el Gobierno de Canarias, como responsable en la materia, se mantenga vigilante para garantizar que esta nueva dinámica no comprometa las condiciones básicas de conectividad que tanto hemos peleado por mantener. La estabilidad debe ser nuestra prioridad. 

Con dos conexiones diarias, la posibilidad de desarrollo está en nuestras manos. Ahora, más que nunca, debemos trabajar para consolidar esta mejora, y asegurarnos de que El Hierro se mantenga como una isla con las mismas oportunidades de progreso que el resto del archipiélago. Ahora es momento también de pensar en el siguiente paso: avanzar hacia la concreción de las conexiones con otras islas vecinas, conseguir la demanda histórica de unir El Hierro con La Palma y La Gomera.

*Vicepresidente primero del Cabildo de El Hierro y consejero de Medio Rural y Marino, infraestructuras, Mantenimiento, Obras y Carreteras y Ordenación del Territorio.

Crónicas pretéritas: La lucha canaria en Venezuela en pasadas épocas

Por Donacio Cejas Padrón (2005).

Con motivo de mi última crónica sobre la Lucha Canaria en El Hierro, varios paisanos herreños y en especial el famoso luchador Vidal Martin, tinerfeño, pero con cierta vinculación con nuestra isla, me han facilitado ciertos datos que pudieran ser de interés conocerlos, referentes en especial a las décadas de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, que seguramente serían los de más presencia de jóvenes canarios en la tierra de Bolívar.

Me cuenta Vidal Martín, que inició su relación con nuestra isla de El Hierro en 1952, y que ya para esa fecha conoció a D. Valentín Hernández con quien entrenaba tanto en Guarazoca como en Los Mocanes, y que en 1954 se desplazó a El Hierro con el equipo de El Beneharo de Tegueste, celebrando grandes luchadas en Frontera, El Pinar y Valverde, entonces el rival más cualificado era D. Eligio Hernández, conocido como Yiyo, pero también había otros buenos luchadores como El Pollo de La Agachadilla y muchos más.

Desplazado Vidal Martín a Venezuela, como tantos jóvenes canarios de la época, participó allí en grandes luchadas, muchas veces formando parte del equipo de El Hierro, haciendo filas junto a Sebastián Miro, Luis Barrera, Guerrita, Daniel, Ángel Benítez, y tantos otros. Se luchaba en varios terrenos, desde las primeras luchas en Galipán, y después en La Florida, El Paraíso, El Palacio de Los Deportes en La Avenida San Martín, El Club Archipiélago, El Hogar Canario de Caracas, y naturalmente también en Palo Negro, Cagua, Quibor, Maracay etc., pues por esas zonas agrícolas de Venezuela había gran colonia canaria, y por aquellos años la mayoría de los jóvenes canarios había emigrado a aquel país. Hubo algunos como el gran luchador Borito de Las Palmas, que prácticamente su actividad en Venezuela estuvo dedicada a la lucha canaria, incluso editando algunos libros y folletos relacionados con la misma, hasta un reglamento de este deporte se editó allí.

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Me cuenta Sebastián Morales, buen luchador herreño natural de La Cuesta, y que destacó en esta disciplina deportiva tanto aquí en El Hierro como después en Caracas, que hubo una época en que ganaba más bolívares practicando la lucha canaria en Venezuela que lo que ganaba en su trabajo, y que como consecuencia de la gran cantidad de canarios, jóvenes y mayores en Caracas en aquellos años, se llegó a copiar y trasladar allí hábitos y costumbres que eran frecuentes en Canarias, entre ellos, los grandes bailes que se celebraban después de las luchadas, en especial en La Florida y en La Casa Canaria de El Paraíso. 

Fueron grandes impulsores de nuestro deporte en Venezuela D. Juan González Pérez, D. Hoel Pérez Castro, D. Benigno García, y varios empresarios canarios más que patrocinaban sus propios equipos, casi siempre formados por sus propios empleados y algunos otros amigos, contando siempre con la coordinación de Juan Enrique González, y posteriormente con la invalorable labor en este sentido de nuestro querido amigo Gerardo Quintero, recientemente fallecido. 

Tengo el gusto de adjuntar algunas fotos que me ha cedido gentilmente el gran luchador Vidal Martín, que sin duda serán documentos muy valiosos para la historia de la lucha canaria en Venezuela. Dejo para estudiosos de más alta escuela el análisis sociológico de las repercusiones que sin duda habrá tenido la implantación de nuestro deporte en aquel país, ignoro si para estas fechas aún se practica la lucha canaria en Venezuela, pues en el derivar de los tiempos, y al haberse interrumpido la emigración para allá, es posible que ya no tenga tanto auge, pero sí es cierto que hubo una época que merece ser recordada, y a ello espero haber contribuido humildemente con estas líneas, y estas fotos que me ha cedido Vidal Martín, al cual de corazón le muestro mi gratitud por su gesto, y seguro que desde La Voz de El Hierro también nuestro amigo Leoncio Morales le estará enormemente agradecido. En otra oportunidad volveremos a tocar este tema tan bonito, tan interesante y que ha de producirle a nuestros paisanos herreños y canarios gran satisfacción.

Cajitas blancas

Por Agustín Cirilo Gaspar Sánchez.

En la Villa de Valverde, en mi querida isla de El Hierro, los recuerdos de mi niñez están llenos de escenas entrañables y, a veces, desgarradoras. En los años de la postguerra una mujer llamada Doña Fermina Sánchez, casada con Cirilo Navarro, se convertía en una figura central en nuestra comunidad. Como partera, ayudó a traer al mundo a innumerables niños y niñas, incluyéndome a mí, en una época en que los recursos eran escasos y la asistencia médica real en nuestra isla brillaba por su ausencia. Cuando una mujer estaba a punto de dar a luz, se enviaba un aviso a Doña Fermina, quien llegaba al hogar con sus humildes herramientas: una toalla o un trozo de sábana limpia, agua tibia y un palo de duraznero. Este palo, de aproximadamente metro y medio, se colocaba sobre los hombros de la parturienta, quien lo sujetaba firmemente mientras, bajo las indicaciones de la partera, empujaba durante las contracciones. El trabajo de Doña Fermina era una mezcla de sabiduría ancestral y amor puro por la vida, salvando a madres e hijos en condiciones que hoy consideraríamos precarias.

Con el paso del tiempo, nuestra situación sanitaria mejoró gracias a la llegada de médicos como Don Juan Ramón Padrón, quien ejerció durante muchos años como único médico de la isla. Don Juan Ramón, movido por un profundo compromiso con su tierra, se afanó en estudiar medicina en las facultades de Cádiz y Madrid. A pesar de las oportunidades que se le pudieron haber presentado en otros lugares, él tenía claro su destino, regresar a El Hierro para ejercer la medicina única y exclusivamente en su isla natal. Su empeño y buen hacer profesional transformaron la salud pública de la isla, reduciendo la mortalidad infantil y brindando esperanza a muchas familias.

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La evolución de la sanidad española, especialmente en entornos rurales como El Hierro, ha sido notable. De una asistencia casi inexistente a un sistema de salud robusto que garantiza la atención desde el embarazo hasta el parto, España ha logrado reducir su tasa de mortalidad infantil a una de las más bajas del mundo. Esta transformación, impulsada por la formación de profesionales dedicados y la mejora de las infraestructuras sanitarias, ha sido un salvavidas para muchas comunidades que antes dependían de la ayuda de parteras y recursos limitados. Sin embargo, esta realidad contrasta profundamente con lo que ocurre en otros rincones del planeta, especialmente en países en conflicto armado como Palestina, Siria o Ucrania. En estos lugares, los niños y niñas no solo enfrentan los peligros de una asistencia médica deficiente, sino también la constante amenaza de la violencia, donde la mortalidad infantil está marcada por la falta de acceso a servicios básicos debido al bloqueo y los constantes bombardeos. Los hospitales, que quedan en pie, muchas veces, son incapaces de atender a las mujeres embarazadas y a los recién nacidos, que mueren antes de poder experimentar la vida fuera del vientre materno, enfrentando las madres la tragedia de perder a sus hijos, no en "cajitas blancas", sino en medio de escombros, envueltos en sábanas improvisadas, si es que tienen la suerte de encontrar algo para cubrirlos.

La situación de estos niños son un reflejo de la crueldad de los conflictos armados. Mientras en El Hierro avanzábamos hacia un futuro donde cada nacimiento podía ser celebrado, en estos países, los nacimientos a menudo se convierten en una lucha desesperada por la supervivencia. Por ello, la comunidad internacional no puede seguir mirando hacia otro lado. No podemos permitir que más niños mueran sin siquiera tener la oportunidad de vivir, envueltos en una realidad que podría y debería cambiarse.

Las "cajitas blancas" que tanto nos dolieron en El Hierro han desaparecido gracias al progreso y la paz. Pero, ¿qué hay de las madres que luchan cada día por traer vida en países rodeados de muerte? Para ellas, esas "cajitas" ni siquiera existen, solo hay improvisación y un dolor que ninguna madre debería conocer. Es hora de que el mundo actúe para que todos los niños, en cualquier parte, tengan la oportunidad de vivir, de reír, de llorar, y de no ser olvidados bajo los escombros de la indiferencia.

En el camino de la historia: El Día de Reyes

Por Juan Jesús Ayala. 

Tres acontecimientos eran los más importantes en nuestra infancia los cuales para que llegaran y poder disfrutarlos, el tiempo se nos hacía eterno, como era  El día de Reyes, (con la víspera), la mudada del verano al Tamaduste y la  matanza del cochino la que llevaba un ritual que duraba desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche.

Por la noche del 5 de enero, víspera de Reyes, era un día donde la inquietud era dominante, hasta que llegaban. ¿Qué me dejarán? Y ¿por dónde entrarán? Había una leyenda que se verificaba cuando llegaba el oscurecer, que los camellos con los reyes de Oriente dentro de poco se acercarían  y entrarán por el zaguán. Y ¿tocarían las palmas de las manos? ¿Los veríamos, como descolgados, de los cuadros del Nuevo Testamento que estaban  en la pared de  la escuela de mi padre? Me decían mis padres y hermanas, al preguntarles, muerto de miedo ¿Cuándo vienen? ¡Ya queda poco para que vengan¡!Entretanto de vez en cuando mi padre bajaba hasta el zaguán acercándose a la puerta de la calle y subiendo la escalera diciendo: todavía no, pero están al caer. Uno verdaderamente en aquellos primeros días de la víspera de Reyes estaba como  si fuera en un  nirvana encantador, donde la imaginación volaba  y se disparaba,  porque así se sentía esa noche de misterio y de sorpresas.

 

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Y ya cuando el ánimo se nos puso enfebrecido y con cierto temor al oír que nos decían: ya  se oyen ruidos,  parece que ya están;  y una vez más que mi padre baja y llega del zaguán con un envoltorio en la mano, el recuerdo que tengo es que la respiración se entrecortaba, el miedo o el susto al imaginar aquellos personajes en camellos subiendo calle arriba camino de Tesine, se evaporó   ante la pequeña camioneta de cuerda de mis primeros Reyes, luego se sucedieron otros  con  una patineta, o un grupo de juego de bolas, o un caballo de cartón que estaba montado en una plataforma  de tabla sostenida por cuatro ruedas de lata, o un coche pulga que con la cuerda que le dábamos no tenía control en su dirección y había que estar al tanto para que no chocara con algún mueble o con uno mismo, o un balón de goma, o una perinola que la bailábamos dándole vueltas con los dedos y en cada una de sus caras hexagonales se leía al pararse el resultado de la apuesta.

Día de Reyes en la isla, en Valverde; día de esplendor en la infancia, siempre esperado donde la incertidumbre del regalo que nos traían los Reyes de Oriente nos tenía con la prisa  por de salir todos a las plazas para jugar a la del Cabildo,  a la de la Iglesia, de Santa Catalina o a la del Cabo donde las cornetas, las flautas y los tambores se oían por las esquinas con la alegría de aquella infancia sana, no acaparadora, porque tampoco se trataba de eso, pero todos los niños de Valverde desde El Cabo hasta Tesine y pasando por la Calle  estaban igual de contentos y entusiasmados;  desde los  4 años hasta los ocho, y aunque nos preguntaban ¿qué le pides a los Reyes? Muchas veces se satisfacía con la alegría y entusiasmo, ya que el impacto que hacía en la memoria era  perfectamente, imborrable para seguir, situándolo como una de las fechas más amables, más deseadas, pero siempre, siempre había conformidad con lo que los Reyes nos dejaban.