Opinión

En el camino de la historia: Turbulencias migratorias

Por Juan Jesús Ayala.

La gran migración en su primera fase se estableció cuando determinadas tribus de África recorrieron  Asia y Europa  en la búsqueda del  asentamiento lo que se logró impulsadas por el hambre, por las guerras y   amenazas  ocultas que fueron constantes cuál eran las enfermedades que mermaban la población.

Fue una turbulencia migratoria que se diseñó sobre el terreno por la cantidad de cadáveres que quedaron o a través del mar, por los barcos que encallaron, por los cañonazos recibidos o por las picas de las lanzas que abrieron un sinnúmero de cruentas heridas.

Si comprobamos desde la distancia que cada vez se acorta considerablemente  la cantidad de líneas rojas y azules que se entrelazan a lo largo del planeta que son confusas, arremolinadas unas entre otras emprendiendo un nuevo dibujo en direcciones opuestas que se confunden con las isóbaras del tiempo podemos decir que es un dibujo en un mapamundi característico y curioso de muy difícil interpretación, pero si lo sacamos de esa esfera que da vueltas con nuestras manos se puede decir, que estamos ahora en unos indicios, que hace tiempo comenzó, de la segunda gran turbulencia migratoria, la que puede tener consecuencias imprevistas si vamos situando la punta de la flecha en el espacio de llegada o de salida, que  como toda turbulencia se puede vaticinar y tener los medios adecuados para poder controlarla en cierta manera, pero nunca podremos vencerla y menos que atenúe su movimiento en una mera potencialidad de las futuras que puedan formarse.

Y dándose la paradoja que cuando se habla de un mundo globalizado estamos apoyando la gran mentira dado que esa globalización es la nueva fórmula que ha inventado el  gran capital para someter a los desheredados de la tierra a los que apenas les llega esas tecnologías supermaravillosas que acortan distancias y conocimientos que lo único que tienen a mano  es huir de las enfermedades y miserias  por ver si llegan  en la distancia  a países  que ignoran donde están situados para disfrutar aunque sea del trabajo que le puede ofrecer la no tan poderosa, Unión Europea.

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A ese respecto, Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo, presentó días pasados el informe económico encargado por la Comisión Europea, nada favorable, ya que se necesita al menos una aportación anual de   800.000 millones de euros, que es el doble que se destinó al Plan Marshal tras la Segunda Guerra Mundial para reconstruir Europa, en inversión para apuntalar la renqueante competitividad de la economía europea que se verá estrangulada por la pujante de China y  de EE. UU. que amenazan con dejar en el vagón de cola al viejo continente en el siglo XXI. Lo cual puede originar, no solo  a aquellos países que  sean intensamente productores por la misma dinámica voraz del capital, que lo que producen se acumulará en interminables stocks donde no se podrán consumir poniendo en riesgo lo que Marx vaticinó como la gran contradicción de la sociedad capitalista, que, por tanto, producir y poco consumir llegue al colapso total cuando, además, un tercio de la humanidad está sino en pobreza total si en riesgo de alcanzarlo.

Por tal motivo ante el avance de las turbulencias migratorias  las organizaciones políticas tendrán que entender, en su conjunto, que habrá que abordarlas no desde la ideología de cada cual  sino desde la supervivencia de los que arriban y de los que están obligados a gestionar una atmosfera sobre la cual se ponen dificultades de todo tipo, como protocolos que defienden unos y que otros rechazan, leyes que se tienen que aprobar y que se escamotean o se demoran;   lo que nos indica que a esta segunda  gran migración no se le está dedicando  tiempo ni recursos, más bien retórica y pretextos baldíos.

Crónicas preteridas: D. Valentín Hernández “El luchador”

Por Donacio Cejas Padrón (2001).

Personas que han hecho la historia de nuestro pueblo.

Con este sobrenombre de “El Luchador” se ha conocido durante muchas décadas de años a D. Valentín, también llamado “El de Los Mocanes”, y hoy, ya bastante mayor y delicado de salud por su avanzada edad, quiero rendirle un modesto tributo dedicándole mi Crónica de este mes.

Desde muy niño le conozco, siempre humorista, ocurrente y de buen carácter, pescando de La Playa del Pozo, en Los Aroyos, y en muchos parajes de nuestro pueblo, incluso ejerciendo de tonelero y de albañil. En el entorno de su familia he buscado algunas informaciones puntuales del mismo, en Los Mocanes conseguí de Dª. Margarita Padrón, un ejemplar del periódico La Voz del Hierro de 1992, donde el querido Leoncio le hace una amplia entrevista en la cual cuenta anécdotas y hechos sucedidos a lo largo de su vida como luchador y como árbitro. Relata el mismo que su primera luchada en una Plaza fue en La Fiesta de Los Remedios en San Andrés, la segunda en La Paz en El Pinar, y después en Sabinosa el día de Los Reyes, donde por

cierto D. José R Vallabriga le regalo ¡CIEN PESETAS! Cantidad esta que le resultó un sueño, pues relata que nunca había visto un duro, esto debió suceder por el año 1933. En 1935 ya fue a luchar a Las Palmas y a varios pueblos de Tenerife, incluso llegó a tumbar al mismo Camurria entonces de los mejores luchadores en Canarias.

Difícil será hacer un recuento de su dilatada trayectoria, por lo tanto, debo limitarme a citar algunos luchadores a los que tuvo que enfrentarse, Juan Cecilia de Sabinosa, Valentín Gutiérrez y Aniceto de La Villa, Bartolo del Pinar, Yiyo, Mauro León, Marcelino Padrón, José Armas etc. Y hay muchas anécdotas que el espacio no permite relatarlas, quedarán, por lo tanto, para un estudio más extenso sobre esta persona que sin duda algún día se hará.

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Interrumpió durante algunos años su actividad de luchador para ejercer de años árbitro en las luchadas de todos los pueblos, eso sería por los finales de los cincuenta y principio de los sesenta, pero pasado este lapso volvió a los terreros en puesto de luchador, ya mayor, pero con su veteranía y destreza aún se rentaba muchas veces con éxito a luchadores mucho más jóvenes que él, creo recordar que se retiró ya próximos los cincuenta años de edad, pero lo hizo para dedicarse a ejercer de entrenador, y también en esta labor merece el mejor de los reconocimientos, nuestro tan querido Pollito de La Frontera recibió de D. Valentín muchas y buenas lecciones que le han servido para consolidarse como lo que gracias a Dios ahora es, la figura imbatible de nuestra Lucha Canaria.

Naturalmente, me quedarán muchas cosas bonitas que contar de D. Valentín, es lógico, pero este pequeño trabajo sobre su persona no pretende otra cosa que traer sobre al recuerdo de tantos herreños que le vimos luchar una ráfaga de iluminación sobre lejanas tardes de lucha en todas las plazas de nuestra Isla del Hierro donde él fue gran protagonista. Siempre se dijo que era un luchador de arte, pues su estatura no era de gran envergadura, pero aun así se enfrentó a rivales de gran talla y a veces los vencía y otras no como es natural, en todos los casos sabía ofrecer buen espectáculo, y arrancaba del público prolongados aplausos.

Hoy con su salud mermada por su avanzada edad, merece D. Valentín que todos le recordemos nuestro afecto y cariño a su persona, y que pediremos al Altísimo por su recuperación, así será D. Valentín no lo dude, y espero volverle a ver sentado en La Plaza de Los Mocanes acompañando a su sobrino Juan, a Espinel, a Basilio, a Miguel a Facundo y a tantos vecinos que en divertida tertulia de verano hacen de aquel pequeño recinto Un Parlamento.

Su amigo Donacio.

En el camino de la historia: Ya se ve el barco

Por Juan Jesús Ayala.

En el tiempo que las comunicaciones de la isla  de El Hierro con La Gomera, La Palma y Tenerife eran lunes y viernes, mediante los “vapores” de la Trasmediterránea y situados como mirador en el mar lejano desde la Villa de Valverde o en los cantiles de El Tamaduste, al menos para los que desde ahí lo divisábamos desde el muro de la "punta de la carretera" o de la balaustrada del bar  Jinama o desde las ventanas del viejo Cabildo era todo una satisfacción, dado que  en esos barcos  venía la correspondencia, el amigo o el familiar que se esperaba; lo cual  siempre se traducía como una expresión del buen encuentro.

Los barcos que aparecían por la bocana del puerto de La Estaca generalmente   eran La Palma, el León y Castillo, el Viera y Clavijo y muy ocasionalmente el Gomera.

Los viernes por la tarde, entre las 3 y las 4  se divisaba al que había salido desde el muelle Rivera de Santa Cruz a las 12 de la noche, que llegaba al puerto de San Sebastian de La Gomera, sobre las 7 de la mañana donde permanecía hasta las 11, lo que daba tiempo ir al bar Breñusca a tomar un café con leche, al menos los que tenían el estómago tranquilo; emprendiendo la ruta de La Estaca fondeando alrededor de las 5 de la tarde; y los lunes desde el mismo puerto de Santa Cruz  enfilaba rumbo a Santa Cruz de La Palma donde llegaba temprano y a las 11   recogía anclas hacia el Puerto de la Estaca donde arribaba sobre las 5 de la tarde.

Por lo general cada barco tenía asignado un mismo capitán, por ejemplo el más señalado, don Eliseo López Orduña, tras estar una corta temporada en el León y  Castillo se quedó definitivamente al mando del Viera y Clavijo  el cual  le tenía un cierto respeto al mar, ya que alguna que otra vez al no haber muelle para realizar  el atraque fondeaba lejos del pequeño malecón desde el cual los pasajeros se trasladaban en barcas de los pescadores del Puerto.

 

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Era todo una odisea y más aún si el mar estaba picado y no digamos cuando se  imposibilitaba la operatividad de las lanchas para que la escalinata no tuviera  mucho bamboleo para poder recoger a los viajeros, que si se encontraba encabritado había que hacerlo, por la escalera de gatos donde se tenía que ir acompañado por un marinero que ayudaba a que el mal trago no fuera tan malo sobre todo para las personas mayores.

Y lo peor que pudiera ocurrir, así pasó varias veces, que al barco se le hiciera imposible fondear por los vientos de agosto y diciembre, obligando a que don Eliseo  tocara la bocina y pusiera rumbo a La Gomera sin poder dejar carga alguna y menos pasajeros.

Cuando fondeaba y teníamos que coger el barco  se llegaba al  Puerto de la Estaca  sobre las 11 de la noche y era siempre gratificante  desde las primeras curvas que  lo vislumbrábamos, ya que allí estaba  con sus luces de colores destacando de las  pequeñas barcas que estaban en los rescoldos del puerto.

Si “embarcabas” venía a ser como dirigirse  hacia lo nuevo, lo inesperado porque para el herreño en esos tiempos, Tenerife, estaba muy distante, aunque el Teide desde la lejanía siempre nos acompañó. 

Los barcos, los lunes y los viernes con su llegada, eran días de fiesta, de encuentros, de paseos, de ruidos, de coches, de guaguas y de los camiones que traían carga.

El barco fue un símbolo de la ausencia, el cual hacía posible que la necesidad de una espera se rompiera cuando desde el momento que  se decía: Ya se ve el barco.

Crónicas preteridas: Las Tiendas de Ultramarinos

Por Donacio Cejas Padrón.

Naturalmente que Las Tiendas de Ultramarinos forman parte de La Historia de nuestro pueblo, y aunque es un tema que para ser lo más completo posible se precisa de informaciones muy antiguas, y a veces no se encuentran ya personas que recuerden con cierta precisión los datos que les pregunto, no obstante ello, y aun a riesgo de reconocer que ciertas informaciones pueden no ser exactas, o que se puedan omitir algunas de ellas, me atrevo a hacer una relación más o menos detallada de Las Tiendas de Ultramarinos que había en nuestro pueblo en las primeras décadas del Siglo XX, reiterando de nuevo que bien pudieran faltar o sobrar datos, y que ello sería perdonable en función del tiempo transcurrido, pero como no conozco nada escrito sobre el tema considero necesario tener alguna referencia escrita para futuros investigadores.

Si comenzamos por Los Mocanes, siempre según las informaciones de que dispongo, hubo allí una tienda bastante bien equipada, muy cerca de La Placita, donde ahora se reúnen las personas mayores en tertulia, era propiedad de D. Valentín, un señor soltero natural de Los Mocanes y que había regresado de La Argentina, esa tienda muy bien equipada pasó después a D. Leonardo Armas, quien años más tarde la trasladó a Bergara Baja junto a la casa de sus padres. También en Los Mocanes tuvo tienda D. Esteban Espinel, que la mantuvo hasta la década de los cincuenta, en Las Lapas La Tienda de D. Rafael Armas y Dª. María, seguramente hoy la más antigua del pueblo, que además se completaba con Panadería, y que a su vez compraba y exportaba duraznos y queso a Tenerife y Las Palmas en gran cantidad. También hubo en Las Lapas tienda en casa de D. Valentín Padrón, esta se instaló a finales de la década de los cincuenta, pero alguien me ha dicho que esta tienda ya había existido muchos años antes. En Bergara Baja D. Leonardo primero en una casita de su propiedad que aún existe detrás de la que actualmente ocupa como vivienda, allí hubo además Molino de Gofio y Carpintería, dedicándose también a la exportación de duraznos y queso a Las Palmas. En Bergara Alta también hubo tienda en casa de Tio Dimas, como complemento a La Cantina del Casino, funcionó este Casino desde el 17 de julio del año 1917 hasta cerca de 1960, siendo la primera casa que se dedicó exclusivamente a Casino en nuestro Valle y creo que en toda La Isla a excepción de las que había en Valverde... En La Plaza de Candelaria siempre hubo dos tiendas, una en casa de D. Julio Ayala y la otra en La casa que es hoy de los herederos de D. Luis Barrera, concretamente de mis familiares Pancho y Nieves. En La Laguna puso tienda Pepe Díaz, después cartero, seguramente se abrió a mediados de la década de los cincuenta, y se mantuvo abierta hasta hace pocos años, también, por poco tiempo tuvo tienda mi primo Antonio González en su casa actual, este establecimiento tuvo pocos años de actividad, pues sus dueños se trasladaron a vivir a Tenerife donde pasaron muchos años. En Tigaday siempre hubo varias tiendas, la primera de Dª. Inocencia Casañas, que había sido de Los Villarreales, y en su frente tenía un letrero que decía “Padrón Villarreal y Compañía”, instalada entonces en una casa de teja que fue consumida por un voraz incendio allá por los primeros años de la década de los cincuenta. Posteriormente, Dª. Inocencia construyó su nueva casa y reinstaló allí la tienda, junto al Casino de su propiedad, pero pronto emigró a Venezuela, donde hace pocos años falleció. También se dedicó a exportar duraznos y queso en cantidades considerables. También Tuvo tienda en Tigaday, tío Tomás Rodríguez, junto a La Panadería que funcionaba en su misma casa, estos negocios creo que habían sido instalados por su padre D. Lorimón. En La Cruz Alta funcionaban las tiendas de D. Maximiliano Cejas y de D. Juan Castañeda; el primero emigró a Tenerife en los primeros años de la década de los cincuenta, y D. Juan la mantuvo bastantes años, además de Panadería, y ya bastante mayor ejerció de Taxista, La Panadería subsiste, en cambio, la tienda se cerró hace bastantes años, y un poquito más adelante Dª. Conda.

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También tuvo tienda mixta, que al paso de los años ha ido transformando en tienda de modas y Bazar y que ella misma la sigue atendiendo. En el camino hacia Las Toscas, D. Feliciano Fleitas por muchos años tuvo tienda, que después cedió a Dª. Icona, cuando él y su esposa Dª. Carmen emigraron a Tenerife, donde han continuado en la actividad comercial hasta hace muy pocos años. En La Ladera, las hijas de D. Dionisio Padrón han mantenido tienda por muchos años, y creo que aún la mantienen en actividad. En Los Llanillos, D. Juan Hernández tuvo tienda durante muchos años, además de Casino, dedicándose también a la exportación de duraznos y queso a Las Palmas, y en una oportunidad también exportaba Agua de Sabinosa.

Estas personas, y estos comercios, forman parte de la historia de nuestro pueblo, y si dedicarles esta pequeña crónica contribuye en algo a que sean conocidos por todos, bienvenido sea.

El Hierro ante el dilema de la turistificación

Por Juan Manuel Martínez Carmona*.

El tres de septiembre se cumplió el plazo para la presentación de alegaciones a la ordenanza que desarrolla en El Hierro la denominada “Ley de las Islas Verdes” (2019), controvertida normativa que ampara la ocupación del suelo rústico con infraestructuras turísticas en El Hierro, La Gomera y La Palma. En el caso de El Hierro, este reglamento regula la construcción de planta alojativa de diferentes dimensiones en función de la superficie de la propiedad (40 camas para un mínimo de diez mil metros cuadrados, 20 camas para seis mil metros cuadrados y 10 camas para cuatro mil metros cuadrados). En todas estas instalaciones se permiten piscinas, que podrán ser de hasta ochenta metros cuadrados en el caso de las mayores edificaciones. Entre los previsibles impactos, este tipo de construcciones en ambientes rurales promueve la urbanización difusa, complementada con diverso equipamiento (carreteras, tendidos eléctricos, red de alcantarillado, etc.), deteriorando irreversiblemente el suelo agrario y el paisaje, precisamente, recursos que representan señas de identidad del modelo de “turismo sostenible” y respetuoso con el territorio que se intenta fomentar desde las instituciones. 

Este acoso al suelo rústico acontece en un momento crucial para una de las islas del archipiélago que mejor ha conservado su naturaleza, paisajes y sector agropecuario. De hecho, casi un 60% de la superficie de El Hierro está protegida en diferentes espacios naturales, presentando sus ecosistemas un estado de conservación excelente (fondos marinos, entornos costeros, masas forestales), acreditado en saludables comunidades faunísticas (peces, reptiles endémicos, aves marinas, rapaces, esteparias, etc.). Desde una perspectiva económica, el sector turístico, pilar indiscutible de la prosperidad insular, oferta 3.200 plazas alojativas (en hoteles, apartamentos, casas rurales y viviendas vacacionales) que acogen a más de treinta mil turistas anuales en busca de sosiego, naturaleza, fondos marinos, cultura y tradiciones, encuentros entrañables con las personas… Los datos (fuente ISTAC) son reveladores: El Hierro tiene más plazas turísticas por habitante (0,27) que La Gomera (0,20), La Palma (0,13) o, incluso, Tenerife (0,22). No solo es una isla bien dotada de infraestructuras turísticas, sino que el territorio muestra indicios evidentes de estar al límite de su capacidad de carga. Respecto al agua, en un contexto de déficit hídrico crónico, la apuesta por la desalación (que supone casi el 40% del abastecimiento) representa una opción cara, contaminante (emisión de gases de efecto invernadero y producción de salmuera) y dependiente del exterior (importación de gasoil). Por otro lado, emplazados en pleno Cambio Climático, disminuyen las precipitaciones y aumentan las temperaturas, acentuándose la demanda de riegos en el agro herreño. Respecto a la generación de residuos, el propio Cabildo asume el colapso del vertedero de La Dehesa, condicionando cualquier planeamiento que implique incrementar cada año el volumen de basuras. La estrategia de futuro debería promover su reducción, fomentando el reciclaje y la reutilización. Por último, la conservación y explotación sostenible del suelo agrario, que apenas representa un 15% de la superficie insular, tendría carácter de prioridad, por una simple cuestión de soberanía alimentaria.

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En el preámbulo de las ordenanzas de El Hierro subyace una auténtica declaración de intenciones: ajustar la oferta turística a la demanda. Es decir, promover el crecimiento por el crecimiento, apostando por un modelo que ha suscitado la crisis ambiental y social en otras islas del archipiélago. Abrir la caja de pandora de la urbanización turística del suelo rústico en El Hierro, sin establecer siquiera límites cuantitativos, tendría consecuencias irreversibles que lamentaremos. Las personas y colectivos que defendemos otro modelo de convivencia con el territorio planteamos precisamente lo contrario: ajustar la demanda a la oferta, creciendo no en términos cuantitativos, sino cualitativos, poniendo en valor su patrimonio natural, impulsando una red de senderos bien acondicionados, rehabilitando y embelleciendo los entornos humanizados, promocionando recursos etnográficos y culturales, etc. Y si se tienen que hacer nuevos equipamientos turísticos, siempre limitados y estudiados, que se implanten en áreas urbanas y suburbanas, evitando la dispersión y concentrando población e infraestructuras. El Hierro atesora merecido prestigio como espacio de relación armónica entre humanos y territorio. Destello de autenticidad en un mundo saturado de sucedáneos, no eclipsemos su futuro.

*Juan Manuel Martínez Carmona, biólogo residente en El Pinar y que trabaja estudiando procesos ecológicos en El Hierro.