Opinión

En el camino de la historia: El Tejal

Por Juan Jesús Ayala.

El Tejal siempre ha sido un referente geográfico y un enigma que persistió durante las bajadas por el Jable, camino del Tamaduste y que se consolidó como parte de una historia compartida de familias, y que hoy  no ha dejado de ser una página importante que continúa en los recintos de los  recuerdos gratificantes.

Geográficamente, es una amplia franja comprendida desde el inicio de la Asomada Alta que ensancha su horizonte por encima del Cangrejo tras pasar por los Letreros de la Candia hasta llegar al lindero de la Capellanía.

Y en El Tejal una finca y una casa.La que antes de asomarnos al Tamaduste  junto con otra paralela al camino, una finca perdida entre viñedos e higuerasde un vecino de Valverde siempre  sorpresivo, don Pepe Piz.

Llegó un momento que tuve conocimiento que gran parte de El Tejal y la casa edificada en  1850 pertenecía por herencia a las hijas de tía Amelia, Dolores y Amelia, que los veranos desde Tenerife se acercaban a ella para disfrutar sus vacaciones.

Estando en el Tamaduste subía por el camino que bordea El Roque de las Campanas y atravesando un sendero lleno de viñas llegaba a ElTejal para conversar con mis parientes en aquel banco de madera  donde se contempla un espacio que abarca desde el mar hasta la montaña de Los Picos que hacía que la isla nos  cautivara  por su esplendor y color.

Con el paso del tiempo, El Tejal ha estado en la memoria como recuerdo de momentos entrañables y con el deseo inconsciente de volver a recordar e iniciar de nuevo su camino.

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En su momento contacté con mi primo Ramiro,que administraba la finca de El Tejal y comprobé como   seguía  conservando sus historias y majestuosidad en un marco  geográfico de singular belleza.

Pero  como la isla guarda sorpresa tras sorpresa y no habiendo tenido claro si fue construida por un catalán, Jose  Blanich Cumellas, natural de Vic que fue confinado en la isla por represalias durante la primera Guerra Carlista, que, además, según referencias  de don Dacio Darias Padrón, ocupó el cargo de primer teniente de alcalde en la corporación que presidía Domingo Espinosa de Armas durante el periodo comprendido entre 1863 y 1864. Y al año siguiente y en el tiempo que trascurre entre 1865 y 1866, ocupó la Alcaldía hasta terminar el año que fue nombrado nuevo alcalde su hijo político Pedro Miguel Ayala Pérez- Guadarrama (mi bisabuelo). La última reseña que se tiene de él es que, además, fue el primer juez municipal del  juzgado municipal que se fundó en El Hierro en 1872, puesto que hasta ese momento la justicia la impartían los alcaldes.

Y, efectivamente,  contrasté  que fue construida por este catalán  en el año 1850, que dio esplendor y riqueza a una finca que desde en aquel tiempo conservaba aún su lagar.   (Si decir, que este catalán fue  tatarabuelo nuestro, puesto que su hija, María Dolores Blanich casó con Pedro Miguel Ayala Pérez- Guadarrama, que entre susnueve hijos se encontraban nuestros abuelos Sebastian Ayala Blanich y Amelia Ayala Blanich).

Ramiro me guardaba una grata sorpresa al mostrarnos el retrato perfectamente dibujado de  José BlanichCumellas en 1840 lo que me llevó a su conocimiento más cercano, pleno de emotividad al rememorar y comentar como muchos de los que a la isla llegaron, sobre  todo, confinados por motivaciones políticas  contribuyeron en gran manera al progreso de El Hierro.

El Tejal  en aquel verano de 2017 nos condujo a la quietud que la naturaleza de la isla guarda como otros muchos rincones que cuando conectamos y nos recreamos en su realidad, además, acompañados por personas queridas que guardas en la memoria, como Ramiro, podemos decir que  aquellos  encuentros bien merecieron la pena.

Crónicas pretéritas: Tres generaciones de la familia Fleitas sentados placidamente tomando un café en el centro de Tigaday

Don Julio Fleitas, uno de sus hijos y uno de sus nietos.

Por Donacio Cejas Padrón.

Don Julio Fleitas,  un sencillo vecino de Merese, me ha despertado siempre en mi persona, una admiración, un afecto, un cariño muy especial, y  lo he considerado siempre como un innovador, un  creador de riqueza, un pionero y muchas cosas más, todas buenas y positivas, le conozco desde los años cincuenta en que aparece elegantemente vestido en una foto de La Procesión de Candelaria del año 1,955,foto esta que conseguí en uno de mis viajes a Cuba, y su vestimenta refleja cierto modernismo, lo que me hace pensar que ya venía  de fuera, no sé si de Tenerife o Venezuela.

A principio de los años sesenta, y regresado de Venezuela, tuvo la venturosa idea de, en la casa de su padre en Merese, que constaba de dos o tres habitaciones, quitar los tabiquesy preparar un salónque habilitó para proyectar películas, con un equipo que me dice le había comprado a un Sr. de El Pinar, llamado D Pepe El Palmero, al cual yo también conocí, pues tenía el hábito de pasear en unas grandes motos alemanas, que él las hacía casi volar.

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En 1,962 -63 ya Don Julio había aprendido a proyectar las películas, los domingos por la tarde, y me parece que también algunos jueves. Las películas  de moda entonces eran las mexicanas, así como la música que más se escuchaba, y Don Julio tuvo la feliz idea de al terminar la película brindar a los asistentes, en su mayoría jóvenes, un largo rato de baile. La Juventud de mi tiempo recuerda aquellas tardes veraniegas como algo mágico, y en esos encuentros se consolidaron noviazgos que poco después se convirtieron en matrimonios, como es mi propio caso.

Es verdad que los años mozos son recordados por los que ya somos mayores, como la etapa más dulce y bonita de la vida, y en esos recuerdos entran los escenarios donde ocurrieron  y se vivieron  las escenas

inolvidables de aquellos tiempos, será por eso que El Cine de Merese y Don Julio Fleitas  quedaron grabados  en nuestros corazones y nunca se  borraron.

Por eso es que al encontrarme con la oportunidad única de ver sentado a Don Julio con dos de sus descendientes, me vino  la idea de tomarles una foto, y hacerles esta sencilla crónica, humilde muestra de mi afecto a esta buena familia de Merese.

Cosas de la vida.

Crónicas pretéritas: Recuerdos de El Casino de Belgara, o El Casino de Dimas

Por Donacio Cejas Padrón.

En Belgara Alta, sobrevive al paso del tiempo y del abandono, un inmueble emblemático, que forma parte de la historia de nuestro Valle de El Golfo, que fue testigo de los aconteceres sucedidos durante varias decenas de años, me refiero al Casino de D. Dimas, según noticias que me llegan, primera casa, fuera de Valverde, dedicada exclusivamente a Casino, se celebró el primer baile el día diecisiete de julio de 1,917,y terminó en esta función cercano al año 1,960.

Este bonito edificio fue construido por el vecino y comerciante D. Julio Ayala, y al poco tiempo se lo vendió a mi recordado tío Dimas González Gutiérrez, emigrante por algunos años en Cuba, donde parece que hizo un modesto capital. Creo recordar que el precio de venta fue de cinco mil pesetas, cantidad esta que entonces era muy importante.

Guardo de mi tío Dimas el mejor de los recuerdos, circunstancias de mi infortunada niñez  me llevaron a residir en su casa por algún tiempo, y siempre he recordado  los  sabios consejos que siempre me daba, su paciencia, su trato considerado y seguramente compasivo me hacen recordarlo como un  ser de gran calidad humana, amante de los durazneros, parece que me impregnó a mí también el amor a estos frutales tan exquisitos, me enseño a injertar, a podar la viña, de cuyo cultivo también era un gran apasionado  etc.

Al adquirir la casa para dedicarla a casino, parece que al poco tiempo resultaba algo pequeña, y procedió a agrandarla por el extremo Oeste y me parece también que  se elevó el techo, ampliaciones estas que resultaron muy  convenientes.

El casino de Belgara forma parte de la historia viva de nuestro pueblo, en épocas de verano y de invierno como consecuencias de las mudadas de los vecinos de los pueblos altos de la isla,  se celebraban grandes y muy concurridos bailes, muy especialmente durante El mes de agosto, y en Nochebuena y Carnavales, recuerdo también a la gente de Los Mocanes, Las Lapas y Las Puntas, casi todos ellos parranderos  y buenos cantadores y tocadores de instrumentos musicales. La Cantina que era atendida por tía Angela y algún colaborador, se hacía pequeña para atender a  tanta gente, los productos para la venta era basicamente el vino y carne frita, y algo de  anis  y coñac, ya años más tarde llegó La Cocacola, El Ronmiel, El licor 43, la cerveza,  y algún que otro nuevo licor, creo recordar que para esos años  aún no se conocía el wiski.

Muchas generaciones de jóvenes recuerdan con gran cariño El Casino de D. Dimas, los bailes de carnaval y de Pascua, de piñata, de compadres etc. A partir de los primeros años de la década de los cincuenta, la mayoría de los jóvenes emigraron, primero a La Argentina y después a Venezuela,  y hubo que esperar a 1,957, Año de Bajada, cuando empezaron a retornar de vacaciones aquellos emigrantes de los años precedentes, ya venían con cierta holgura económica y con nuevos acentos  en el hablar, y algunos de ellos ya mostraban un nuevo estilo en el vestir y en sus costumbres. La llegada de estos jóvenes retornados temporalmente significó también un cierto apoyo económico a sus familiares, pues nuestra tierra continuaba con grandes deficiencias en todos los ordenes, recuerdo que El Banco Hispano Americano abrió sus puertas en Valverde el día 2 de enero de 1,958, y según me ha contado su primer director, D Cecilio la mayoría de sus operaciones bancarias eran relacionadas con Venezuela, a tal extremo que El Banco  se trasladaba en un coche de D. Pedo Ávila por los pueblos de la isla, llevando unas maletas de dinero en efectivo para cambiar a los vecinos los cheques  en dólares que recibían de sus familiares de Venezuela.

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No me puedo olvidar del hermoso mural que adornaba el extremo Oeste del Casino, ocupando toda la pared y que fue pintado por el joven herreño Matías Díaz Padrón, que años después fue gran conservador del Museo del Prado en Madrid, y primera autoridad mundial en el conocimiento del Arte Flamenco.  Ya muy mayor nos visitó en Frontera y lo llevamos al Casino y pudo contemplar el buen estado de conservación del referido mural, y nos explicó con detenimiento el motivo que se quería expresar en el mismo. Años después fue cubierto  por una capa de pintura blanca, y la verdad es que he hecho algunas consultas con profesionales de la materia y me han dicho que si hubiese algún interés es posible que se pudiera rescatar tan interesante  obra de arte.

Al llegarle a mis recordados tíos Dimas y Ángela, y después de una larga vida de intenso trabajo la edad de la jubilación,  consideraron llegado el momento del merecido descanso, y El Casino fue trasladado a Belgara Baja en casa de D. Leonardo Armas,  y años después también este cerró sus puertas, y ambos edificios permanecen hoy con sus puertas cerradas y sin actividad.

Seguramente por razones de sentimentalismo, contemplo el sueño de que algún día el Casino de D- Dimas sea restaurado y puesto a disposición de los vecinos cumpliendo funciones culturales, se me ocurre pensar que pudiera ser adquirido por algún organismo público, pero eso será como tantas veces ocurre en la vida de los humanos, un sueño que no se realizará.

El hijo mayor de tío Dimas, con su mismo nombre emigró a Cuba en 1,950, llamado por sus familiares descendientes ellos del acaudalado  D. Ignacio Padrón, me refiero a los hermanos Andrés y Matías Castañeda Padrón, y se incorporó a la empresa Cia. Agrícola Ignacio Padrón Hernández en tareas de mantenimiento, pero los acontecimientos que estaban por llegar a Cuba cambiaron el panorama político y social de la isla, todo el imperio fue intervenido por El Estado, y sus propietarios emigraron a España y Estados Unidos, Dimas se quedó y se dedicó a la enseñanza, y tuvo tiempo de comprobar el fracaso del nuevo sistema, en sus delirios de recuerdo de su tierra y de sus familiares, le dedicó a ellos unos versos muy sentidos ….

¡Como me hubiese gustado si algún día regresara encontrar a mi Belgara lo mismo que la he dejado!

Sus caminos empedrados y sus calzadas pendientes beber vino y aguardiente en mi modesta cantina con Ángela y con Dimas haciendo de dependientes...

Dimas regresó tardíamente a nuestra isla, aquí vivió sus últimos años junto a su esposa Cuchita, y llegó a  habitar  en su casa natal, hasta que una cruel enfermedad  terminó con su vida, y la de su esposa.

Cosas de la vida.

En el camino de la historia: Cabildos Insulares, algunas dificultades en su Constitución

Por Juan Jesús Ayala.

Los Cabildos Insulares tuvieron que esperar para constituirse que estuvieran  nombrados los Delegados del Gobierno en cada una de las islas lo que determinó que fuesen creados por la Ley de 11 de julio de 1912 debiendo tener comienzo para su funcionamiento el 16 de marzo de 1913, fecha en que las distintas  Corporaciones se constituyeran a excepción del Cabildo herreño que por determinadas circunstancias  prorroga su funcionamiento en 1925.

La constitución de los Cabildos tuvo sus precedentes históricos con ciertas dificultades dignas de reseñar, desde que en mayo de 1808 se constituye en La Laguna la Junta Suprema Gubernativa la que no es aceptada por Gran Canaria, que con el Cabildo General Permanente disputa a la Suprema lagunera la supremacía regional; no así Lanzarote que reconoce a la Junta Suprema de La Laguna, lo mismo que aceptaron la Gomera, La Palma, Fuerteventura y El Hierro que se obligó a pagar de sus frutos el medio diezmo que se pedía y autorizó para que la representara y formaran parte de aquella Junta al Venerable beneficiado D. Francisco de Ayala Barreda. 

Sin embargo, superando los problemas precedentes de las Juntas Gubernativas anteriores, en 1868 se formó en Santa Cruz la Junta Superior de Gobierno de Canarias y a la vez otra en Las Palmas, pero aparece de nuevo “el juntismo  federalista”, que inmediatamente decreta la división de la provincia, con más disidencias, si cabe, lo que encona aún más la situación,  tan es así  que en Santa Cruz de La Palma se constituyó casi de inmediato  una “Junta Soberana” a  la vez que  Puerto de Cabras forma también la suya. 

Ante este desaguisado de poder  en la Asamblea tinerfeña de 1908 arranca la idea  a la  creación de los Cabildos Insulares siendo asociada a la figura de Benito Pérez Armas que acude como representante del Ayuntamiento de Adeje y del Ateneo de  La laguna que presidía desde 1906 donde defiende desde una posición ya plenamente cabildista la ponencia firmada no solo por él, además, por Rafael Calzadilla, José Rodríguez Moure, Manuel de Ossuna  y  Ramón Gil Roldán  donde en su parte positiva se lee, entre otras cosas:  “convendría para cortar de raíz toda lucha y toda suspicacia, estudiar una organización especial autonómica o regional, para el régimen y gobierno del archipiélago canario”. 

“Además, la especial configuración de nuestro territorio, aislado del continente, dividido en islas, parece que reclama una organización política o por lo menos administrativa distinta a la arbitraria que tienen las provincias españolas” Por lo que se propone una nueva organización insular. Así en cada isla un Cabildo compuesto de representantes elegidos por sufragio dentro de  las mismas, con las atribuciones que confiere la ley a las Diputaciones Provinciales respecto a beneficencia, instrucción publica y caminos vecinales y aquellas otras que se juzgue convenientes para el fomento y prosperidad del territorio de la isla, Y así se acordó; aunque aun el propio Pérez Armas en otra Asamblea Regional celebrada en la plaza de toros de Santa Cruz pedía una propia representación parlamentaria para las cuatro islas llamadas menores.

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Pero la figura de Canalejas fue definitiva cuando entra a formar gobierno en 1910  y su Ministro de Gobernación dicta una  real orden por la que se abre información   sobre lo acordado en 1908 por los distintos ayuntamientos y acudieron para informar, Benito Pérez Armas y Manuel Velásquez Cabrera que aportaría el importante plebiscito de Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Hierro que el mismo llevó a Madrid quien lo entregó a al hijo de Pi y Margal, diputado federal, quien  lo presentó en el Congreso optando Canalejas después de tantas discusiones y previas asambleas en Tenerife y las Palmas  decidir acabar con este asunto y  el 11 de julio de 1912  es la primera norma de la legislación estatal que recoge unas atribuciones específicas de los cabildos insulares y que durante 1913 ya deberían estar constituidos y dispuestos a funcionar  las distintas corporaciones, a excepción de la isla de El Hierro. 

¿Qué dificultades contribuyeron para que durante años no se constituyera la formación del Cabildo de El Hierro, sino que hubo que esperar que llegara el año 1925 en plena Dictadura de Primo de Rivera?. En realidad, elecciones que se verificaron fueron impugnadas más de una, y cuando se tenía que proclamar candidatos se anulaban tanto la proclamación de candidatos como las elecciones celebradas para la elección de consejeros, que fueron echadas abajo con sendas impugnaciones por la Junta Provincial del Censo Electoral Provincial y la Junta Electoral Provincial y posteriormente por el Ministerio de la Gobernación. Intentándolo de nuevo en los años 1915 y 1917 con el mismo resultado fallido.

Hasta  que ¡por fin! El 29 de abril de 1925 en la Sala de Plenos del Ayuntamiento de Valverde durante un acto presidido por el delegado del gobierno, Cristóbal González Ramos, el Cabildo Insular de El Hierro queda constituido  siendo su primer presidente Félix Fuentes Padrón y vicepresidente  Aureliano Díaz Espinosa. 

El primer secretario de la corporación insular mi tío Aquilino Padrón Reboso y el primer interventor mi tío y padrino Benigno Fonte Ayala.

En el camino de la historia: Noches de faroles

Por Juan Jesús Ayala.

Rompían la oscuridad de la noche con cierta timidez, porque en realidad dominaba lo que hacía difícil precisar, ya que el empeño de aquellos faroles les bastaba  sentirse protagonistas entre las sombras que se acentuaban en los caminos, no muy alejados unos de otros y que conducían a los lugares de siempre.

Faroles, con tubo de cristal abombado protegido por un entrelazado metálico, así como el asa para su traslado que cubría una mecha encendida empapada de petróleo que lucia en los veranos como la premonición o el avance de los encuentros registrados en la memoria del tiempo al que quería dársele nuevas circunstancias.

No estaban organizados para alumbrar las noches de fiesta, solo les llevaba en su trayecto encontrar “el patio”, para charlar a la luz de sus mechas gastadas por el uso de los años anteriores y recordar las cuestiones de la semana, de las cartas recibidas, de los imprevistos encuentros que en la distancia el retumbo del mar en los cantiles podía más que la penumbra alumbrada por la tenue luz del viejo farol.

Otras veces se quedaban a medio camino, pero sin dejar de llevar su bamboleo hasta llegar al lugar apetecido durante la noche, puesto que se interponía  el llanto de un niño que tenía una perreta de sueño, o un dolor de barriga que había que aliviar, tal vez, con unas gotas de Anís estrellado para que sus retortijones con un eructo aliviador se fueran lejos de su tripita  y llegara coger el sueño con la placidez que da el farol sobre la mesa, en una silla o en un banco escondido tras la cortina que separaba los dormitorios para que la luz no encandilara y se pudiera dormir.

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Faroles  que más que ver el mar se percibía que estaba como un demonio porque el romper de las olas  era lo dominante a través del  salitre que salpicaba porque  la curiosidad nos llevaba cerca del  veril,  donde la tenue luz del farol rebotaba en el lomo de las olas que en la distancia imaginábamos como un enorme cetáceo inquieto o  varado.

El farol y sus noches se impusieron a aquellos mechones de tea que ahumaba el techo de las cocinas de piedra sarmiento y secos palos de pitera que aledañas estaban del pajero donde se guardaban las camas y el gran baúl con el gofio, el queso duro para rallar y los higos pasados para que el verano fuera satisfactorio y no tener que soportar la ampolla bebible de vitacarotene que nos daban para sentirnos fuertes y que estimulara no perder   las ganas de comer.

El farol estaba también cuando se tenía que cavar viña, podarla, y azufrarla, que alumbraba noches que no eran concurridas porque la temporada de cada faena de la viña era diferente; y no en todos sitios había que replantar; pero en las noches de descanso  para que al día siguiente  se terminara la faena que se había iniciado el día anterior sí que el farol facilitó, charlas, leyendas y hasta una partida de baraja al julepe o a la ronda.

Las noches que congregaron familias y amistades, hicieron posible que se hicieran grande, se estirara, donde todos se buscaban y a la luz del farol se desarrollaron los cuentos, ausencias de los que se habían ido a Venezuela  y los bolívares que había mandado a su familia que esperaba como agua de mayo la “carta de llamada”, finalmente ya recibida para reunirse con el protagonista donde, seguro, la electricidad, las bombillas con sus diferentes vatios  alumbraba con esplendor la esperanza de una  existencia  mejor del que en su día se disponía a regresar.

Y noches de faroles, no podemos dejarlos en el olvido, hacia  la Dehesa  camino de la  tradición, de   promesas y  raigambre cultural de una isla que se engrandecen en el silencio del Faro de Orchilla y de la Cueva del Caracol.