Por Juan Jesús Ayala.
Cuando la farsa no camina por sí sola sino por la inercia del ridículo y, además, se acompaña en su tránsito por el maridaje de la incertidumbre donde el desconocimiento y la duda que ofrecen los silencios sobre acuerdos que se toman, podemos decir que se ha sobrepasado la íntima esencia de la identidad y respeto hacia los pueblos. Y un día nos acostaremos aferrados a Europa que le dio a Zeus tres hijos, pero se cansó de parir y nos levantaremos formando parte de un mundo pleno de interrogantes donde los puntos de orientación geográfica permanecen dislocados, ignorando donde está occidente, oriente, el Far West americano, la plaza de Moscú o la gran muralla china.
Habrá que reconocer que ha nacido una nueva forma de acción o de envite por los que están en la jugada que son, EE. UU., China y Rusia y el comodín pudiera ser Europa. Cuestión esta última que aún está por ver porque de momento no tiene cartas con las que poder jugar ni siquiera como las que tienen marcadas los otros componentes del juego que se han apropiado desaforadamente de las reglas y cuando se les había cogido las señas y se podía tener respuesta a las preguntas cambiaron el guiño, emprendiendo un nuevo rumbo, ahora hacia los reinos de Bahía.
Todo vale, hasta el martirio y el esfuerzo que se pueda hacer por una Europa débil que se ha hecho el harakiri mediante regulaciones de Directivas y más Directivas mientras otros las desregulaban en un escenario donde no vale la jugada elegante con la que todos salgamos ganando, solo servimos hasta que nos cansemos de estar de pie y ser miradores en el corrillo que se ha formado alrededor de los que tienen los triunfos donde nada de lo que vemos por las señas que se hacen tiene que ver con la verdad donde la farsa domina y la incertidumbre agobia.
Lo que nos hace recordar al filósofo y sociólogo francés, Jean Baudrillard, que ya tiempo pronosticó que con la desregulación la idea de libertad está borrándose de las costumbres y la mundialización está en disposición de abarcar un máximo de constricciones y restricciones equivalente a una sociedad fundamentalista como si el sistema mundial realizara un repliegue estratégico ante una revisión desgarradora de sus valores.
Todos los imperios han tenido a lo largo de su historia fecha de caducidad y otros como el norteamericano está en crecimiento desde comienzos del siglo XIX con finiquitudimprevista; el ruso lo cuestionó la Perestroika de Gorbachov y lo ha apuntalado Putin; y la muralla china aún no ha concluido y bastante ha tenido que ver desde el laboratorio de la ciudad de Wuhan con enviarnos el Covid- 19 que puso al mundo al borde de toda clase de quiebras. Y Europa cansada, sin “UNIÓN”, ausente de reflejos, envuelta en su manto de exquisita cultura de una civilización dominante, se ha quedado ante esta nueva farsa a verlas venir sin apenas capacidad de reacción.
Y cuando los imperios, aumentan por ejercer dominio allí donde el negocio sea positivo aunque sea a costa de destruir economías paupérrimas y manden a la miseria a sus poblaciones, lo celebrarán como si fuera una epopeya victoriosa mientras que otros, solo entonarán una endecha a una sociedad confiada, donde el camino más claro es la oscuridad de la incertidumbre, y por supuesto es el menos rentable en este nuevo juego que nos han presentado, Trump, Putin y Xi Jinping que son los que reparten las cartas de la baraja y conocen perfectamente las señas de este nuevo envite.