En el camino de la historia: A vueltas con  la antipolítica

En el camino de la historia: A vueltas con la antipolítica

Por Juan Jesús Ayala. 

En el escenario de la política aparece como categoría de poder y de disloque democrático, la antipolítica, donde prevalece la desconfianza hacia la democracia representativa y que algunos autores definen  como un proceso  que conduce al vaciamiento de contenido político de las instituciones del Estado y de la sociedad en su conjunto. 

Podría rastrearse, según William Beveridge, la relación entre antipolítica y autoritarismo  incidiendo en el concepto de un descontento establecido que se encontraría en el espacio de la derecha radical que despliega sus diatribas como una política hostil hacia la  desarrollada por  el gobierno  de turno. 

Pero si observamos lo que acontece  en el Parlamento español comprobaremos  que unos y otros pugnan por ser el paradigma de la política por si mismo sin percatarse que tantos unos como otros, los ultras extremos, los conservadores y los progresistas bordean la antipolítica, enquistados en un inmovilismo por falta de cintura dialéctica donde lo empalagoso y repetitivo del discurso no es que  provoque cierta aversión, pero cerca están de conseguirlo,  poniendo en peligro  a la misma democracia.

La democracia se opone a la política del mito o sea a lo antipolítico porque el mito es propio de los regímenes  totalitarios y a la vez los regímenes totalitarios hacen  uso del mito político justamente para derrocar la democracia e impedir su regreso porque demócratas  que dicen serlo  de toda la vida le han puesto los argumentos para transitar por esa  maquiavélica senda donde  la mentira no se esconde como protagonista. 

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Tanto Thomas Mann como Tocqueville llegan a enfatizar que la democracia es solamente el nombre político antiguo, desde Pericles para el más antiguo concepto clasista de la humanidad; y, además, no es tan claro la barrera que divide democracia y totalitarismo, ya que los dos regímenes se sitúan en una línea en movimiento que continuamente puede desequilibrarse y hacer caer el uno sobre el otro rubricando el concepto de “despotismo democrático”. 

¿Estaremos transitando por ese espacio,  trasgrediendo a una sociedad alejada del igualitarismo y cada vez más desigual? Desigual en políticas sanitarias donde las esperas solo agobian a los que tienen que soportar vergonzantes  plazos para que sean reconocidas por el primer eslabón de la sanidad publica y no aquellos que pueden disponer de lo que les apetezca, ya que su poderío económico se lo permite; Desigual en políticas económicas donde las propagandas y promesas se estrangulan por las   palabras que se dicen ante la falta  de decisión y debida planificación, más dirigida al impacto mediático  a la búsqueda de ser diferente, pero  solo en el gesto, en el proyecto, pero  alejada del  resultado  que se dice se  dirigía  al éxito y que la mayoría de las veces se quedan envueltos por las oscuras brumas de la frustración. 

Y cuando el cuidado de  la salud y el desarrollo de la economía no es el debido  esto quiebra los pilares que sostienen  una sociedad del bienestar  que tiende al igualitarismo, y se va entonces al rescate de iconos simbólicos sacados de registro conduciéndose por vías estrechas que taponan el caminar del  progreso reforzándose del mito situado fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes que creen poseer una heroicidad desmedidaaún más allá de la de Prometeo o Aquiles.