“En navidad no regales sexismo”. Hace unos días leí esta frase que daba título a una campaña en favor de los juguetes en igualdad, y me pareció oportuna para titular este artículo que desde hace unos meses venía preparando.

Nadie duda que la violencia contra la mujer es aún un asunto pendiente, de triste actualidad, y que ocupa portadas prácticamente todas las semanas en todos los medios de comunicación.

Asimismo, la violencia de género supone un problema transversal y de conciencia global de nuestra sociedad, razón por la cual erradicar este tipo de terrorismo, si me permiten que así lo denomine, debe ser una tarea en la que todos y todas, desde todas las esferas y desde todas las instancias, nos involucremos firmemente.

Hace poco reivindicábamos el cese de la violencia que muchos hombres ejercen contra las mujeres, a la luz del 25 de noviembre, pero sin embargo considero que debemos dar un paso más allá, o correremos el riesgo de caer en la absurda monotonía de levantar la voz sólo cuando el calendario nos indique la celebración del día internacional de cuantas causas justas se conmemoran, acciones que continúan siendo necesarias por otro lado.

Precisamente, mientras participaba en una de las marchas organizadas en Valverde, en El Hierro, con motivo del 25 de noviembre, y charlando con uno de los viandantes testigos de aquella actividad, éste se cuestionaba el por qué se conmemora solamente el día de la violencia contra las mujeres cuando existen casos en los que son ellas las que dirigen el maltrato hacia los hombres. Me pareció relevante incluir esta anécdota en este artículo de opinión porque, como me temo, es una cuestión que se cuela en los debates con más frecuencia de lo que pensamos.

Sobre esto, conviene diferenciar el maltrato que se produce por la mezquindad de una persona, sea hombre o mujer, de aquel que se reproduce generación tras generación por el mero aprendizaje social, llegando incluso a estar normalizado hasta hace muy pocos años, cada vez menos, por fortuna.

Lo que no da lugar a dudas es que es la desigualdad entre hombres y mujeres la semilla de la violencia de género. Desigualdad que añadimos a nuestro código ético cuando somos aún muy pequeños debido a la inmensa acción de los agentes que nos rodean, desde los medios de comunicación, nuestros hábitos diarios, la música, la vestimenta, la publicidad o los juguetes.

De nada sirve salir a la calle el 25 de noviembre si el fondo de la cuestión lo seguimos descuidando. Y pongo algunos ejemplos.

Nuestros adolescentes están prendados con programas televisivos en los que, por no mencionar ninguno en concreto, la mujer continúa siendo tratada como un objeto de valor por el que pujan varios hombres, adquiriendo no pocas conductas sexistas que observo cada vez más extendidas. Lo mismo sucede con la música o numerosos anuncios publicitarios (sin entrar a valorar los anuncios que fomentan la prostitución en no pocos medios escritos, que ya son una vergüenza).

También las campañas de juguetes, las que de forma inconsciente muchos padres y madres terminan potenciando, continúan reproduciendo patrones sexistas propios de otras épocas. Las niñas siguen siendo las protagonistas de los anuncios de juguetes relacionados con las tareas domésticas (lavar, planchar, cocinar, cuidar de los hijos...) mientras que los niños son encaminados a aquellos juguetes relacionados con la fuerza y la violencia (pistolas, coches de carrera, mecánicos, policías...).

Sin duda, aún nos queda un largo camino por recorrer para alcanzar la igualdad real entre hombres y mujeres, y cada uno debe asumir su responsabilidad al respecto. Por mi parte, ya he presentado algunas iniciativas en la comisión de Igualdad en el Senado encaminadas a analizar y corregir algunas de estas situaciones. Espero que los Reyes Magos me ayuden en esta tarea y no regalen más sexismo, sino igualdad. Sería la mejor de las ofrendas a esta sociedad que quiere mirar al futuro.

Pablo Rodríguez Cejas
Senador de CC-AHI