Por: David Cabrera de León*.

Nadie podía imaginar que todo el sector turístico, base de nuestra economía, se derrumbaría de sopetón, y no solo en el archipiélago, sino en todo el mundo. Este hecho, sin precedentes en época de paz, ya vislumbra cambios sociales, la búsqueda de un distinto modelo económico y cambios políticos también. Nos adentramos en una época de inestabilidad que durará años y cuyas consecuencias ni los economistas ni los sociólogos son capaces de medir. 

Pero los canarios no somos nuevos en esto de vivir con la inestabilidad, con la carencia de medios, con la falta de seguridad en el futuro. En el pasado hemos sido emigrantes, y sabemos lo que es empezar de cero. Ahora, si fuera necesario, lo volveremos a hacer. No será fácil, pero contamos con que nuestra sociedad tiene un profundo arraigo en la familia, en el que se basa realmente, nuestra economía. 

Como digo, sobreviviremos a este nuevo desafío, no tengo duda. Pero para ello debemos también ser conscientes de lo importante que va a ser que nos centremos en nosotros mismos, que concentremos nuestros esfuerzos y nuestros medios en Canarias, en cada una de las islas, y que conjuntamente nos mostremos decididos y dispuestos a dejar las rencillas insulares a un lado –más de los políticos que de la propia sociedad– y entendamos que solo desde la unión de nuestros intereses diversos podremos tener una voz que se haga oír. 

Porque la continuidad del deterioro de los servicios públicos y la educación avanzan al son de una pobreza ya cercana a extenderse a casi un tercio de la población. 

Si en algo he envidiado a los nacionalismos catalán y vasco ha sido en la fuerza que tienen para poner y quitar gobiernos. Llevan 40 años siendo decisivos en la política nacional, y, a no ser, que haya un cambio constitucional o electoral, así seguirán en un futuro próximo. Nada podemos hacer frente a esta realidad. 

Pero lo que si podríamos hacer los canarios es remendar esa convergencia política insular para unirnos, de una vez por todas, y ser también decisivos en la política nacional. Si no lo hemos hecho hasta ahora ha sido por las bobas luchas por el protagonismo y el liderazgo, que, como hemos visto durante años, solo han conseguido hacernos más pequeños y más débiles. 

Debemos regresar todas las islas a la convicción de que solo desde el Insularismo podemos influir en los cambios sociales, económicos y políticos. Dentro de menos de tres años tendremos elecciones generales, y debemos llegar a esa cita con una infraestructura, con un ideario, con una unidad de acción. 

Muchos de los canarios no aspiramos a ser una nación en el sentido de que no abogamos por el independentismo, sino que somos partidarios de una suerte de federalismo, o regionalismo o autonomismo real. Pero muchos sí aspiramos a ser un archipiélago con una auténtica identidad, una voz propia que refleje la distinción de la 

insularidad en la economía, en la sociedad, en los transportes, en las comunicaciones, en la educación, en la sanidad, en nuestro cuidado de los más necesitados. 

Una y otra vez, los partidos de ámbito nacional representados en nuestra tierra canaria cuando llega la hora de la verdad siguen el dictado del Gobierno central de turno, y los canarios terminamos siendo traicionados por los nuestros y sus disciplina de partido. 

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En nuestro Insularismo tienen cabida todas las ideologías democráticas, desde la izquierda a la derecha, y, por supuesto, pasando por el centro. Necesitamos de todas ellas para lograr una auténtica y fiel representación de nuestra sociedad, de forma que bajo el ideal del Insularismo canario, cada isla, cada pueblo, cada opinión, puede expresarse y unirse en un propósito común, lograr una mejor forma de vida para los canarios, en sanidad y en educación como base de nuestro desarrollo social. 

Pero necesitamos ir más allá y ofrecer una alternativa al turismo, y aprovechar este frenazo forzoso para repensar nuestro modelo turístico, y mejorarlo, acercándolo mucho más a la naturaleza, al entorno de nuestro paisaje. Esto solo será posible si los canarios unimos nuestra voz en Madrid. 

Imaginemos lo que podríamos hacer los canarios si contáramos con 12 de los 15 diputados en el Congreso, y no con tan solo uno. El solo hecho de que, en las últimas elecciones, Coalición Canaria, Nueva Canarias, Partido Nacionalista Canario y Centro Canario Nacionalista hayan ido de la mano, tuvo como efecto pasar de ese uno, en la persona de Ana Oramas, a dos. 

Imaginemos lo que podríamos lograr si se convenciera a gran parte de los votantes del PP y del PSOE, a los de PODEMOS y de CS de que el Insularismo está lejos de ser rancio y de que en él tienen cabida sus ideales sociales. 

Pero el gran problema al que también nos enfrentamos es a la propia cadena de errores que el nacionalismo canario ha acumulado a lo largo de los años en el gobierno de nuestra comunidad. Muchos errores en cuanto a planteamientos, decisiones, acciones y personas puestas al mando de proyectos para los que no estaban ciertamente capacitados. 

Ya desde los tiempos de la conquista, en la llamada carta de Calatayud, se establecía el Reino de Canarias. En esa misma carta de 1481 se recogía ya una fiscalidad diferenciada y la posibilidad de comerciar independientes del monopolio comercial español. La carta fue pasada por alto por las autoridades centrales en no pocas ocasiones lo que conllevó algunos levantamientos y actos de rebeldía. 

Solo cuando el nacionalismo se empezó a organizar a finales del siglo XIX se hizo posible llegar a un Estatuto de autonomía en 1982, pero si bien es un logro, de poco nos sirve cuando en la práctica, como digo, somos engañados por muchos de los nuestros cuando anteponen el partido al archipiélago, y no digamos a la Isla. 

Según el CIS, el 24% de la población de las islas se siente más canaria que española, o únicamente canaria el 12,1%, frente al 7% que se siente únicamente española. La opción más amplia es la de quienes se sienten tan españoles como canarios, con un 53,9%. Yo, personalmente, a pesar de que me sitúo en esta mayoría, soy muy consciente de que somos los que más lejos estamos de España, y que el tratamiento actual de esta realidad no es ni mucho menos suficiente. 

Actualmente existen gran cantidad de organizaciones y partidos políticos que se autodenominan nacionalistas y la mayoría acepta la bandera de las siete estrellas, aunque sus reivindicaciones soberanistas son muy diferentes entre ellos. 

Los desequilibrios inversores entre islas sirven de excusa para pelearnos entre nosotros mismos, mientras nos cruzamos de brazos y cerramos la boca ante el maltrato continuo al archipiélago por parte de los partidos nacionales. 

Una lista de todos sería muy larga, pero, a modo de ejemplo, los partidos que se consideran nacionalistas son Coalición Canaria (CC) –(Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC), Iniciativa Canaria Nacionalista (ICAN), Asamblea Majorera (AM), Unión Centrista (Canarias) (UC), Unión Tinerfeña Independiente (UTI)–, el Partido Nacionalista Canario (PNC) – Alternativa Nacionalista Canaria, Congreso Nacional de Canarias y Unidad del Pueblo–, Nueva Canarias (NC), Alternativa Sí Se Puede (SSP)– Alternativa Popular Canaria (APC), Acción Verde, Plataforma contra el Puerto de Granadilla, Asamblea por Tenerife–, Centro Canario Nacionalista (CCN), Alternativa Popular Canaria (APC), Alternativa Nacionalista Canaria (ANC) o Unidad del Pueblo (UP), Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC), Agrupación Herreña Independiente (AHI), etc. 

Es decir, hay casi tantos partidos nacionalistas como canarios. Y así, no se puede, no podemos lo canarios salir de este status quo de colonialismo político al que nos empujan con sus acciones los partidos nacionales del PP, PSOE, PODEMOS y CS. 

Pero, los responsables no son los ciudadanos, somos los políticos canarios que no hemos sabido, ni sabemos, convivir de verdad con el conjunto heterogéneo de ideologías políticas y mucho menos poner por delante la idea común de nuestra identidad geográfica, cultural y económica. 

Es, quizá, el momento de aprovechar este frenazo forzoso que vivimos ahora, para reflexionar sobre el Archipiélago y nuestro futuro en él, y sobre el papel actualizado y absolutamente renovado que debe desempeñar el Insularismo en España. 

 

*David Cabrera de León, Consejero del área de Medio Rural, Marino y Recursos  Hidráulicos, del Cabildo de El Hierro.