Dácil Pérez de Guzmán, BioHierro

Hemos sabido por la prensa que el Cabildo de El Hierro aspira a convertir la isla en 100% ecológica. Esto tendría sentido ya que la isla no puede competir con otros lugares en cuanto a cantidad en la producción. El Hierro tiene limitaciones orográficas y culturales que hacen que las fincas dedicadas a la comercialización no sean muy extensas y estén en muchas ocasiones en terrenos escarpados. Esta realidad, sumada a los costes extras de transporte y suministros por la doble insularidad, hace que lo más razonable y rentable económicamente sea dotar a nuestros productos de un sello extra de calidad que les permita competir en un mercado muy reñido.

Y ese sello de calidad lo proporciona la certificación ecológica que va cada año ampliando mercado en todo el mundo, respecto al producto de agricultura convencional.

El cultivo de la piña en El Hierro pasa por malos momentos, precisamente por el abuso de sustancias químicas que empobrecen la tierra y a medio plazo, hacen que disminuya la producción. La cantidad y la calidad de la piña herreña va disminuyendo cada año y hay que tomar medidas en un sector que sostiene económicamente a una parte de la población.

Sin embargo sorprende que los únicos recursos del Cabildo sean eliminar tierras de cultivo destinadas a huerta ecológica para utilizarlas para regenerar el cultivo de la piña. Sacrificar lo que ya desde muchos frentes especializados se califica como el futuro de la industria alimentaria, la única forma realmente sostenible de generar alimentos y de paliar la contaminación que está generando un grave cambio climático.

Esta ceguera es aún más incomprensible en una isla calificada como Reserva de la Biosfera y que se vende como isla verde.

Los productos de la agricultura y ganadería ecológicas herreñas tienen actualmente una fuerte demanda comercial, todo lo que se produce se vende, pero el subsector necesita apoyos en otras áreas. El fomento de la producción, el desarrollo de planes para recuperar las huertas antiguas, la limitación del uso de productos tóxicos en la isla, la búsqueda de soluciones para regenerar el suelo y el equilibrio biológico perdido con las prácticas convencionales, la conservación de la biodiversidad de la isla a través de un banco de semillas, y la puesta a disposición de recursos de propiedad pública para el procesado de alimentos actualmente infrautilizados… Hay muchas formas de potenciar el desarrollo económico que para la isla supondría el fomento de las prácticas ecológicas en agricultura y ganadería. Y son acciones low cost, simplemente hay que utilizar el ingenio y los recursos disponibles actualmente desperdiciados.

Y el Plan de Regeneración de la Piña es una oportunidad de oro para realmente regenerar la tierra y limpiar el aire en la zona de Frontera. Si se tratara la planta madre en ecológico y se potenciara la conversión a ecológico de la piña, sería mucho más rentable para los agricultores ya que se comercializan a más del doble que la piña convencional.

Miremos al futuro, que actualmente viene a ser lo mismo que fijarnos en los aciertos del pasado, de nuestra tradición más antigua. Y miremos por que la isla despierte de su letargo con las herramientas que nos hacen diferentes y únicos, no copiando lo que hacen otros con circunstancias muy diferentes a las nuestras.

Desde Biohierro estamos convencidos que el sector primario es el verdadero tesoro de El Hierro, y que con pocos recursos se puede lanzar la economía hacia delante y paliar los altos porcentajes de pobreza y desempleo que padecemos actualmente. Y recuperar a nuestros jóvenes, que se ven obligados a abandonar la isla por falta de oportunidades.

No planteamos sólo el problema, exponemos también la soluciones. Sólo hace falta que desde el Cabildo se entienda la situación real de la isla, mirando la tendencia internacional en alimentación. Y se empiece por trabajar la soberanía alimentaria, por que dar de comer a nuestras familias en la isla no pase por estar obligados a comprar productos que han recorrido miles de kilómetros, que contaminan con sus envases y con su procesado industrial, que llegan aquí caros y que han pasado meses en cámaras perdiendo la mayoría de su sabor y sus nutrientes. Y mientras, nuestros campos se abandonan, nuestros jóvenes se marchan fuera por falta de trabajo y nuestros productos muchas veces ni siquiera se recogen de las matas. Un desperdicio que no nos podemos permitir.