Por Omar Cruz

Narrar la muerte, parece ser algo complicado, quizá por aquello, de que los augurios nos acercan a figuras retorcidas e imágenes convulsas; que nos harán sentir una fuerte atracción por lo oscuro, y lo macabro. Es por ello que, en el lenguaje popular, es preferible la abstención sobre este tema. Nos acercamos más a las imágenes divinas, de las cuales esperamos numerosos beneficios para el andar diario de nuestra vida cotidiana.

Por el contrario, hay algunos especímenes humanos, que decidieron con hidalguía no solo escribir sobre la muerte, sino también retarla y batallar en un duelo; por permanecer vigentes hasta los últimos días de su antítesis, es decir la vida. Esto, según antiguos relatos de la historia, solo ha podido ser logrado, por los grandes héroes griegos y romanos. Los anteriormente mencionados, consiguieron trascender, gracias a la elevación de su imagen por la divinidad de antiguos dioses. En una época más cercana a la nuestra, hubo otros que lo lograron gracias a su vasto ingenio y creatividad artística.

Este, creo yo, es el caso del mítico narrador norteamericano Edgar Allan Poe. Un hombre que llevó su vida al filo de los límites, y con su literatura logró que el más allá fuere una simple simulación o utopía. El autor, es recordado por la brutal transfiguración que realizó del estilo gótico y la revolución que causó en antaño lo grotesco y convulso de su obra. Su misteriosa vida, es todavía estudiada y colgada en algún lugar imponente de los anaqueles de la historia.

Entre sus resplandecientes narraciones está “El demonio de la perversidad”, uno de sus textos más aclamados. El autor, relata en este cuento desde la imagen de un ente macabro, la frágil moral que embarga a la humanidad y de como algunos moralistas, se desprenden de dicho principio, cuando no lo ven necesario, es decir que, hace un autoretrato de la falsa moral, y de la misma, utilizada como un instrumento por unos pocos, para señalar a las mayorías.

En la obra, también entra en juego, la imagen de la divinidad. Buscada por el demonio como un calmante; que pueda oxigenar sus males, luego de haber cometido fechorías deleznables. Pero, es en ese momento de pseudoarrepentimiento en el que, se da cuenta que la divinidad es un juez que no escatima en promesas baratas, y decide abandonarlo a su suerte, en algún lugar oscuro, triste y vacío.

Me parece brutalmente hermosa, la manera en que Edgar Allan Poe, asume este cuento, ya que las figuras literarias, no se embelesen en un solo lugar, van y vienen y se transmutan en cada párrafo. Lo que nos lleva a disfrutar de una exquisita y bien lograda narración de uno de los grandes maestros del misterio, suspenso y terror. Creo que también, el escritor nos lleva a una catábasis funeraria en este texto, ya que la muerte, ha sido desde el principio, el anhelo que el personaje principal esperaba para su final.

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Debo agregar que, a pesar de ser un cuento con una voz anónima, el simbolismo de la obra del poeta Baltimore se vuelve mucho más vigente ya que el autor, clarifica que esa voz; es la de todos aquellos que se retuercen en busca de la tan ansiada y beneplácita moralidad, que han ido perdiendo con cada una de sus actuaciones grotescas. Decimos entonces, que la imagen del demonio, viene a ser una metamorfosis del hombre, devastando con su impureza todo lo que habita a su alrededor.

“El demonio de la perversidad” no solo es la denuncia de la moral nefasta y vacía dentro de la humanidad, también es un profundo llamado de atención que el autor hace, para que nos percatemos, de quienes se dedican a predicar desde la falsedad, sobre lo hondura de este valor. Desde una mirada en retrospectiva Edgar Allan Poe, era para su época un adelantado, no solo en la literatura sino también, en presagiar sobres los males que en un futuro no muy tardío, iban acaecer las frágiles estructuras que han ido formando la sociedad.

“El demonio de la perversidad” es un cuento que toma vigencia cada día. Mientras más frágil se vuelve nuestro mundo, el demonio se va haciendo más grande. Es decir, es un eterno retorno desde la robusta narrativa de Edgar Allan Poe hasta la devastadora realidad que nos habita.