Por Jesús Barranco Reyes.

No lo pienses mucho. Es mejor no darle vueltas. Además, es imposible de comprender. De aceptar, incluso. 

Un joven acaba de asesinar a toda su familia. A su padre. A su madre. A su hermano. Con frialdad. Sin emoción. Con un comportamiento digno de esos personajes apenas creíbles de las series de televisión. Me estalla la cabeza. ¿Cómo es posible? ¿Qué ha podido suceder? ¿Esto es real? Ya te he dicho que es mejor no pensarlo. Además, no tenemos mucho tiempo, porque todo pasa deprisa, y mañana la noticia será otra. Así que necesitamos encontrar una explicación a un suceso como este. Y, a ser posible, pronto. 

No te preocupes, los medios de comunicación ya están en ello. Que tampoco es su culpa. Al menos, no exclusiva. Solo tratan de dar una respuesta a nuestra necesidad como ciudadanos. Como miembros de la sociedad. Queremos una explicación rápida, justificable, y que nos exima de parte de la angustia que ahora mismo nos embarga, y eso nos van a dar. También es posible que no encuentren esa respuesta, claro est... ah, no, espera. Ya la tienen. Al chico le castigaron, y le quitaron la WiFi. Seguro que estaba todo el día metido en Internet. O jugando a videojuegos. Anda, pues sí, justo, jugaba al Fortnite. Bueno, pues todo va encajando, por fin. Era adicto al Fortnite, ese juego en el que matas a la gente (sí, ¿no? Quiero decir, no sé muy bien cómo va, pero creo que se matan y tienen pistolas, que es el tema). ¿Un periódico ha dicho que el Fortnite es un juego realista en escenas cotidianas? Bueno, un desliz. Tampoco puedes pedirles que se informen sobre todo lo que publican. Lo importante es que le quitaron esa droga, y su respuesta fue la de un adicto. Sí, era un adicto. A ver, los medios pasaron en cuestión de unas horas de enunciar “jugaba al Fortnite” a decir que estaba “enganchado al Fortnite”, y terminar con un más contundente “adicto al Fortnite”, sin realmente preguntarle a nadie sobre la materia. Pero bueno, es “el fornai”, que puedes esperar sino una adicción. Yo conozco a un chico que está todo el día pegado a eso y no sale de su cuarto. Bueno, no sé, a lo mejor es otro juego. Pero, en fin, son todos lo mismo. Así que, al menos, ya sabemos lo que causó el problema. Todo el día apretando el gatillo delante de la pantalla, lo raro es que no haya más muertos cada día. Fíjate, ya en 2019 dijeron “el fornai” era como la cocaína. 

Sí, en 2009 dijeron que el “World of Warcraft” era como la cocaína. Vale, sí, en los 80 dijeron lo mismo de “Super Mario”. Pero ahora es ahora. 

Mírame a mí, yo nunca jugué a videojuegos de pequeño, y jamás he asesinado a nadie. 

Un momento. Vaya, parece que tenemos VAR. Una parte de la prensa no se ha centrado en los videojuegos. Habrá que leer esto con más calma. Qué curioso, parece que ese fue el problema. Tenía en su mesilla de noche un libro. Veamos la prensa nacional: “El joven parricida de Elche habría leído “La edad de la ira”, una novela en la que un joven mata a su familia, y que forma parte del programa educativo de su instituto”. Vaya, esto cambia el panorama. Claro, es que a quién se le ocurre. ¿En qué pensaban en el instituto? A mí nunca me dieron libros como ese. ¿Quién supervisa el programa educativo? La culpa es de estos profesores modernos. ¿Cómo? ¿Qué el libro habla precisamente de la incomprensión adolescente, y la tendencia a buscar respuestas fáciles a sucesos dramáticos como ese? ¿Y qué más da? ¡Parricidas, en un libro! Con lo fácil que sería que leyeran libros normales. Los de siempre. Sin crímenes ni ideas raras. Aunque bueno, eso tal vez limite un poco la oferta. Habrá que prescindir de una buena parte de la novela moderna. Y de la antigua. Nada del siglo de oro, que no queremos trabajo infantil, robos o estafas callejeras. Prescindimos de la literatura griega, claro, porque entre saqueo y saqueo te salta Zeus con un rapto, y la liamos. Y quita de la estantería el libro gordo ese que dice “Biblia”, que como lea el antiguo testamento, se nos juntan el incesto, el infanticidio, los genocidios, y esas otras bonitas historias que forman parte del sustrato cultural de nuestro continente. 

Mírame a mí, nunca leí libros raros, y jamás he asesinado a nadie. 

Pensándolo bien, lo mejor es que no lean nada en absoluto, y así se evitan problemas. O solo libros que no les hagan pensar. Si no piensan, no hay peligro. Y sin videojuegos, tampoco. Eso mismo recomiendan en ese programa de la tele en el que llevan dos días analizando el crimen. Justo, ese canal que cada vez pierde más audiencia ante internet. Y frente a los videojuegos. No, ojalá perdiera audiencia por culpa de los libros, pero eso pasa cada vez menos. Sea como sea, a mí me tienen entretenido. 

Es terrible, lo sé. La familia está destrozada. Los vecinos no se lo pueden creer. Ya te dije que no lo pensaras mucho. Menos mal que tenemos una explicación. Bueno, dos. Y ninguna tiene que ver contigo. Madre mía, que alivio. Esto es lo que tenemos con la juventud de hoy en día, en esta sociedad permisiva y deforme. 

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¿Dudas? No, además de no pensar, sería bueno no hacerte demasiadas preguntas. Jugaba al Fortnite, y leía libros sobre crímenes familiares. Es todo lo que necesitas saber. Nadie quiere más preguntas, en serio. Tampoco es que sean relevantes. ¿Tenía más problemas? ¿Sufría acoso en clase? ¿Era el primer castigo así? ¿O había habido otros antes? ¿Hablaba por internet con alguien imprescindible en su vida? Tal vez leía para evadirse de su realidad. O para revivirla. Puede que fuera celíaco. ¿Sufrió abusos? ¿Tenía dudas sobre su sexualidad y nadie que le apoyara? Tal vez le amenazaban en el instituto. Quizás no encajaba, y se sentía despreciado. O había cometido un error que creía irresoluble. ¿Le pegaba su padre, o su madre? ¿O algo peor? ¿Le gustaba el rojo? ¿Por qué otros jóvenes juegan al mismo juego sin hacer nada similar? Y ese libro, ¿lo ha leído más gente? ¿Tendría una crisis de identidad? ¿Tenía un arma cargada en casa? ¿Escuchaba heavy? ¿Reggaetón? Puede que sus sueños se hubieran convertido en polvo. ¿Insomnio? ¿Pesadillas? ¿Le gustaba el badminton? ¿Depresión, u otros problemas mentales? ¿Veía Netlfix? ¿Una decadencia académica a la que no sabía dar respuesta, pese a las expectativas familiares? Tal vez, dos años de pandemia habían distorsionado su vida de maneras que desconocemos. O albergaba tal oscuridad dentro que ningún videojuego o libro podría empeorar. A saber. 

¿Educar a los jóvenes para que sepan interpretar los estímulos que reciben, con sensibilidad y empatía? ¿Disociar las respuestas visibles de las excusas que actúan como vehículo de problemas más profundos? No suena mal del todo, pero parece complicado. Por ahora, vamos a culpar a algo concreto antes de que nos atropelle la próxima noticia. 

A ver, claro que tienes preguntas, pero no hay que hacerlas. La clave no está en comprender el problema, sino en encontrar respuestas. Culpables, incluso. Siempre ha sido así, tampoco es nada nuevo. Lo fue en el “asesino de la katana”. ¿Te acuerdas? En el año 2000. Un caso muy parecido a este. Un asesinato familiar, a sangre fría, con el perfil de un villano de película. No, el Fortnite no existía. Tampoco el libro “La edad de la ira”. Pero dicen que le gustaba el satanismo. No sé, lo dicen. Y que tenía el pelo como el personaje de un videojuego. ¿Ves? No es tan difícil encontrar respuestas. No, jamás se estableció una relación real entre una cosa y la otra. Era aficionado del Murcia club de fútbol, y nadie pensó que eso pudiera ser un motivo para convertirse en asesino. No lo pienses mucho. 

También estaban los asesinos del Rol. Los de 1994, esos que jugaban a eso de los dados para matar gente. No, los dados no son realmente para matar gente. No, los juegos de rol tampoco. Vale, sí, yo jugaba a eso de pequeño. No, todos los demás que conozco son gente normal. Bastante formada, sí. Más que la media; al fin y al cabo, despiertan la imaginación, y fomentan la lectura ¿En España? Cientos de miles. No, ninguno mata gente, pero eso no importa. ESTOS SÍ. Así que el problema estaba claro. Los juegos de rol, que normalizan asesinar gente en el papel, (supongo) provocan crímenes como estos. En mi casa fue un drama, y tuve que dejar de jugar al rol, sí. 

Bueno, pasé a jugar a escondidas. Lo cual demuestra el peligro de esa afición. O adicción, a saber. 

O como los múltiples criminales que escuchaban heavy metal. Adivina cómo suelen llamar a cualquier asesino que tuviera una camiseta negra y un disco “jevi” en su coche. Sí, “el asesino del heavy metal”. Hay una docena, por lo menos. Ya, Charles Manson escuchaba a los Beatles y nadie le llamó “el asesino en serie de Shelter Skelter”, pero son cosas distintas. Escuchando a Camela no habría asesinado a nadie. 

O sí. 

Pero bueno, a lo que íbamos. Lo importante es tu paz mental. Encuentra algo que tú no hagas, ni hayas hecho. Algo que no te guste. Algo que preferirías que no existiera o que no se utilizara. Cuando lo logres, ya tienes el puzle casi resuelto. Tú no haces “eso”. Tú no hiciste “eso”. Tú eres normal. Ergo, el que hace “eso”, se expone a dejar de serlo. Así que sobra el “eso”. Si es que está claro. 

Sigamos demonizando la herramienta, nunca su mal uso. 

Y mantengamos el foco en la afición que nos es extraña. Así no veremos las sombras en las que nos son más familiares. 

Rápido. No te pares a pensar mucho. Si no, tendríamos que empezar a hacernos otro tipo de preguntas. Menos evidentes. Más incómodas. 

No vaya a ser que, al final, la culpa no sea del Fornite. Ni del FIFA. Ni de los libros. Ni de los niños.

No vaya a ser.