Por Juan Jesús Ayala.

Repasaba hace días la historia de la docencia de segunda enseñanza en la isla y me encontré de nuevo con la fotografía de los primeros alumnos de la Academia de Da Inocencia que gestionó  que los profesores del Instituto de  Santa Cruz se trasladaran a la isla para examinarlos, y en ella estaban los componentes del curso 1946-47, Juan Ayala, Guillermo Panizo, Longinos Morales, Amadeo Ayala,(nuestro primo) Electra García, María José Padrón Galán, Hildebrando Reboso y Nereida Gutiérrez, cuando me llega la mala  noticia de tu delicada salud que hizo fueras ingresado en el hospital del Hierro.

En los momentos cuando  la enfermedad pudo más que tu vitalidad nos viene la pena, la magua  al saber que ya no podríamos seguir disfrutando de nuestros encuentros  junto a Marianela y los tuyos llegando, al menos a la memoria y con fuerza los viejos recuerdos que amortigua el dolor de tu ausencia.

Cuando acabas los estudios de Bachillerato en la isla ya decides estudiar Magisterio, y al terminarlos, como ya el proyecto anidaba en ti querías hacerlo realidad como era el irte a Venezuela porque pretendías prosperar sin escatimar esfuerzo alguno; y recuerdo un día en el piso alto de la casa de tío Aquilino, donde estabas reunido con Hildebrando Reboso y Julián Fernández ya planeaban el escape de poner rumbo a Venezuela, lo que pronto se hizo realidad pasando en aquella tierra junto a Marianela cerca de trece años engrandeciendo el negocio que  se propusieron desarrollar..

Nuestras casas en el Tamaduste estaban casi pegadas quizás un pequeño árbol, que le dábamos el nombre de “crecero” las separaba, pero en nuestras familias   había una convivencia exquisita que se acrecentaba con mas alegría y jolgorio  cuando nos acompaña tía Lola o nuestro primo Feliciano que estudiaba medicina en  Cádiz y pasaba los veranos con nosotros. Recuerdo cuando tu padre, tío Pedro, regresa de Venezuela y junto a mi padre, quieren emular viejos tiempos y se fueron a mariscar a las playas cercanas regresando con unos enormes sacos llenos de lapas  que dieron para dar y repartir.

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En estos últimos veranos y en alguna que otra escapada que hicimos al – Hierro, siendo una de ellas cuando presenté mi libro en el cabildo, no podíamos evitar las risas y  carcajadas trayendo a la memoria anécdotas y siempre, como si fuera la primera vez que la relatábamos, insistíamos en una con la cual nos partíamos de risa que  era relativo a las mudadas  del  Tamaduste. Pues bien cuando en una de  las “subida” una vez que habíamos terminado el periodo de vacaciones teníamos que  regresar a Valverde se procedía a componer la carga sobre la albarda de la yegua blanca  de tío Pedro, el cual era un verdadero artífice colocando en aquel reducido espacio todo y mas de lo que había que cargar,  y en la  de ese día  se tenia   de alguna forma poner el cochino, que era de un buen tamaño bien atado como el ultimo bulto. Pues bien, todo estaba ya preparado para iniciar el camino cuando el cochino mediante una morisqueta que hace se desata, salta de la yegua, y sale corriendo camino arriba del roque de las Campanas; el encargado de correr tras el y traerlo al lugar de salida fuiste tu, y la verdad que lo conseguirte con una habilidad manifiesta. 

Cuando regresas de Venezuela a parte de estar al frente de la dirección del Banco  de Bilbao y de la presidencia del Casino, seguiste emulando a la zaga  de los “Ayala” que desde tiempos inmemorables se han distinguido por ponerse al servicio público de la gente de la isla desde el ayuntamiento y cabildo. Quizás todo comienza con nuestro tatarabuelo, José Blanich, casado con Dolores Ayala, primer juez, alcalde y concejal del ayuntamiento, nuestro bisabuelo, Pedro  Miguel Ayala, alcalde y concejal, nuestro abuelo, Sebastian,  primer teniente de alcalde varias veces, mi padre, alcalde, consejero y Presidente del cabildo, tu padre consejero del cabildo, nuestro primo Amadeo, concejal, y tu, como no podía ser menos desempeñas la tarea de concejal del ayuntamiento de Valverde.

Desarrollaste una vida intensa con la vitalidad y fuerza que te caracterizaba, disfrútate de tu familia, y todos lo hicimos contigo, con los cuentos, las risas y tu buen humor y ahora cuando nos llegó la mala noticia que nos habías abandonado, la pena se instala en nuestro animo y tendremos que recurrir a la memoria donde seguirán  nuestras vivencias y un sin fin de buenas ocasiones que hemos pasado junto a tu mujer, Marianela.