Asistimos los canarios a unos momentos en los que los partidos políticos que han venido haciendo del nacionalismo canario su bandera viven quizá uno de los momentos más aciagos de la democracia. 

Asisto a este derrumbe no sin pesadumbre. 

Los nacionalistas hace tiempo que hemos dejado de representar la ideología del canarismo. Nos hemos alejado de la gente. Nos hemos enfrascado en luchas internas, egos, e intereses personales, llevados casi siempre por al amarre al poder y olvidado el objetivo principal y único, la defensa de los intereses canarios frente a los intereses políticos y de partido.

Muchos somos los que hemos intentado cambiar, con mayor o menor acierto, la idiosincrasia interna que lleva al derrumbe, hemos avisado del peligro, y cuando al fin ha llegado, se nos ha acusado de ser los causantes del mismo y tergiversado todo aquello que hemos dicho. 

Para algunos, simplemente, la única vía, para preservar nuestra visión canarista, ha sido la de optar por irse, dejar la casa común a la que tan unidos hemos estado durante años, no sin cierta perplejidad de que lo que nos unió a muchos en su día en su día sea exactamente lo mismo que se argumenta en contra ahora.

¿Cómo puede ser el Canarismo el problema? ¿Cómo puede ser que la critica a quien antepone sus intereses a los intereses Canarios sea un problema? 

Hace unos días oía a un político  decir que estaba de acuerdo en no estar más de ocho años en un cargo concreto. Cuando el periodista le preguntó  si entonces esta sería su última legislatura, el político, que lleva casi toda su vida  de un puesto a otro, decía, sin sonrojarse, que no, porque solo llevaba cuatro años en el puesto que actualmente ocupa, y que le quedaban aún otros cuatro años más en ese puesto 

Mi opinión es que todo aquel responsable público implicado en el interés general y que intenta gestionar, debe estar en el puesto hasta que así lo consideren sus votantes y los que no hagan los deberes, deben dar un paso a un lado.

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Los partidos nacionalistas canarios han deteriorado el canarismo hasta el punto de que lo único que nos queda a muchos es regresar al Insularismo, al hacer isla, como última trinchera desde la que defendernos frente a los ataques de los partidos nacionales y de los ataques del fuego amigo. 

Optamos por recuperar nuestros valores, por reducir la dimensión y el ámbito para así, tal vez, tan solo tal vez, criar una nueva generación que entienda la Isla, que viva la Isla, la vecindad en la que vive, desde los criterios de capacitación, trabajo, esfuerzo, generosidad social y logro común. 

Mientras tanto, me temo que el Canarismo va a pasar una larga temporada varado en la Isla. No veo en el horizonte de las próximas elecciones, dentro de un año y cuatro meses, unos buenos resultados para esos partidos que lo han sido todo en los últimos años del gobierno canario. 

Ya dirán las urnas quien está equivocado y si los trucos y malabarismos que parecen funcionar cuando se está en el poder funcionan también cuando el poder se ha perdido. 

Lo cierto es que los canarios han mandado al canarismo a la oposición, aún dentro del gobierno, y se prevé que por una larga temporada permaneceremos mirando a la pared. 

Yo soy de los que creen que han fallado los partidos y no la ideología. El canarismo Insularista es la única opción cuando se quiere preservar nuestra vecindad e identidad, desde nuestra idiosincrasia geográfica, económica, social y cultural.