Por Juan Jesús Ayala

Entre las muchas conversaciones  mantenidas con el recordado  escritor herreño, José Padrón Machín, del cual guardo un grato recuerdo, solía decirme que resultaba muy difícil escribir sin consultar libros o apoyándose en lo  que había escrito tal o cual personaje de relumbrón   versado sobre este o aquel asunto. 

Insistía  una y otra vez que no consultaba libro alguno para escribir sus artículos,  sino que lo hacia basado en su experiencia adquirida a través de la observación, sobre todo, de una geografía reducida y que tan bien entendía  como  la de la isla de El Hierro, su “Séptima isla”.

Y debería ser así que los que escribimos nos planteemos hablar por si mismos, sin la prosopopeya de mencionar a tal o cual autor y hacerlo desde nuestras capacidades, sin apoyarnos en determinadas lecturas, que si bien sirven de sostén a diversas argumentaciones, nos quedaríamos mejor y mas satisfechos si  lo  que hemos escrito es enteramente nuestro y no obedece a traducción alguna  o   consultas verificadas en este o aquel libro que hemos bajado de los anaqueles de la biblioteca o del  Internet.

Se hace difícil, no cabe la menor duda, pero seria un camino  deseable  y transitable porque  al menos así sabremos algo mas sobre los demás y sobre nosotros mimos ya que si  se amontonan  nombres con “negrilla “en el afán de demostrar que  nuestra erudición no tiene limite, en realidad lo que estamos  poniendo al descubierto son  nuestras carencias y falta de originalidad.

Y si traigo esto a colación es debido a que estamos inmersos en un mundo de `pseudo complacencia y de ensimismamiento bobalicón que hace nos de por citar nombres y mas nombres en  lo que escribimos con lo cual esa intención por demostrar nuestra erudición puede llegar a convertirse, sin percatarnos, en poner de relieve nuestra ignorancia.

Hablar de la historia es recordar. Estamos de acuerdo. Mencionar la política es poner al descubierto lo que nos circunda y si se hace con acierto mejor. Es bueno y hasta necesario. Pero descubrir nuevos mundos desde la literatura en plena fabulación ya es complicado. ahí aparece la repetición al verse uno reflejado en el otro, en el de aquí y en el de mas allá.

Convenir en que la sociedad se desarrolla y elabora sus vivencias de acuerdo  a unos parámetros referenciales  ya establecidos también es necesario que se ponga en evidencia.

Y si los políticos que son los que nos gobiernan se encaraman en la alturas e intentan  deslumbrarnos con palabras huecas y romas, es necesario  se les  diga lo fatuo y torpes que son en sus discursos  y alegatos y, sobre  todo, en sus propuestas camino del vacío haciendo un brindis, uno mas, al sol.

Y si las instituciones que están, dicen, para protegernos se tambalean y los hombros que las soportan están  implantados en personajes escuálidos intelectualmente  y carentes de principios convincentes  es también  bueno  que se les mencione, para , al menos, saber   con quien nos jugamos los garbanzos.

En definitiva escribir eludiendo nombres y propuestas de otros seria  estar en el ámbito de lo deseable, lo que pasa ,  mas de una vez,  son que esos nombres son los que mueven la historia y no hay  otra alterativa posible que hablar de ellos, lo que acontece es que unos lo hacen desde el adulamiento y otros desde la critica. Ahí la gran diferencia.