Por Armando Hernández Quintero
El Pinar de El Hierro, 24-01-2021

En 1944 se trasladó al puerto de La Restinga el pescador y carpintero de ribera Juan Álvarez Noda “Guajara”, con él llegaron su esposa María Espinosa Piñero “Marusa” y cuatro hijos. La decisión de trasladarse desde su pueblo natal Playa de Santiago, isla de la Gomera, donde residían se debió a que, desde hacía un par de años, se encontraba en ese lugar su suegra María Piñero Díaz “La Piñera”, quien había enviudado y se había ido a ese lugar con sus hermanas Carmen y Guadalupe, las que, al igual que lo habían hecho otros paisanos gomeros dedicados a la pesca, se habían residenciado en La Restinga.

El señor Juan, además de pescador, era un excelente carpintero de ribera, por lo que, al poco tiempo de llegar, se dedicó a ejercer ese oficio reparando y construyendo los barcos que los hombres de la mar, que ya constituían una importante comunidad, necesitaban para faenar en las aguas del sur de la isla.

Para ejercer su oficio, el maestro carpintero acondicionó un terreno situado detrás del actual restaurante Casa Juan, antigua casa de la familia Mora, donde levantó un toldo con madera, palos y orchillas, para que lo protegiera del sol inclemente que reina en aquel lugar. Bajo ese improvisado techo instaló lo que sería su astillero particular donde puso en práctica, con gran maestría, sus conocimientos de carpintero de ribera.

Los barcos pesqueros los construía sin el uso de planos ni de herramientas eléctricas. Los planos los tenía en su mente y los instrumentos manuales que usaba eran los propios de ese oficio, todavía faltarían varios decenios para que llegara la electricidad a aquel lugar. La garlopa, la azuela, el cepillo, la sierra, la gubia, el escoplo, el barbequín, el formón y otros utensilios propios del oficio eran utilizados con exquisita habilidad, y en sus manos relucían y entonaban la música de la madera que es un misterio pues “la madera /de un lugar /encaja en otro/ cortas/ y todo une”, e iban con sutileza formando y conformando el cuerpo grácil y primoroso listo para la navegación.

El primer barco que elaboró se lo encargó Antonio Montesdeoca, el constructor del faro de Orchilla, quien se lo regaló a su ahijado Baltasar Fernández. Su bautismo con el nombre de “El Pepito”, y la botadura al agua por el varadero de La Laja fue todo un acontecimiento, los presentes saludaron el hecho con exclamaciones de júbilo y brindando con un barrilote de vino, llevado ex profeso para la ocasión, que los presentes se lo fueron pasando de mano a mano y de uno a otro. Después de comprobar sus capacidades marinas el barco fue llevado a La Laja de Orchilla, en cuya cercanía habían acondicionado un varadero que le sirvió de base de operaciones. El marino y veterano pescador Ramón Abreu ejerció como patrón de dicho barco y Baltasar como su ayudante.

Muebles El Placer Pie

Posteriormente construyó para el señor Laureano Hernández “El Juraña”, que había llegado de Argentina, un barco de cuatro remos que causó gran sensación debido a su tamaño y le pusieron por nombre “La Restinga”. Ese navío sería conocido, debido a su gran porte, por el sobrenombre de “El Caimán, y fue utilizado para pescar con una arte grande conocida como traíña con la que cercaban y capturaban cardúmenes de doradas, galanes, sargos o palometas. Los cuatro remos le permitían desplazarse a mayor velocidad y así facilitar el cerco y posterior captura de los peces. El señor Laureano satisfecho con el trabajo que el maestro Juan le había hecho, y en vista de los buenos resultados que obtuvo, le encargó la construcción de otros tres barcos más.

Otro barco que dejó gratos recuerdos fue el que le fabricó al joven Pablo Álvarez Era una bella embarcación, marinera como la que más, que fue bautizada con el nombre de “Carlínga”.

Durante el tiempo que residió en La Restinga el maestro prestó enormes servicios a los pescadores, siendo el responsable de la construcción y reparación de los barcos que necesitaron los profesionales de la pesca que estaban residenciados en ese puerto, que era su base de operaciones, así como de otros que operaban desde Tecorón.

Al propagarse por la isla su fama de extraordinario calafate le fueron encargados, por pescadores de otros pueblos, varias embarcaciones. El señor Juan Pérez de Sabinosa le solicitó uno, y desde el Puerto de La Estaca, los responsables de transportar hacia tierra firme a los pasajeros y mercancías desde los veleros y correíllos que recalaban en aquel lugar y fondeaban en la bahía, le contrataron la construcción de dos barcos con la popa tipo espejo para hacer más fácil las operaciones de dicha faena.

El señor Juan Álvarez “Guajara” se fue para La Gomera en el año 1950 y en Playa de Santiago prosiguió con su oficio relacionándose con la compañía Álvaro Rodríguez López S.A para quien fabricó siete barcos de once metros de eslora. En 1961 regresó de nuevo a La Restinga enviado, en esta ocasión, por dicha empresa pesquera que, desde hacía no mucho tiempo, había comenzado a operar desde ese lugar. Para facilitar las capturas, especialmente de bonito, la firma trasladó varias embarcaciones que sumadas a las que tenían los pescadores de La Restinga, constituyeron una cantidad apreciable de barcos cuyas capturas fueron abundantes. Para conservar las piezas pescadas y hacer posible su traslado hacia La Gomera la empresa construyó el centro de acopio Santa Rosalía, proveído de hielo, y conocido popularmente como La Factoría.

Residenciado de nuevo en La Restinga, el señor Juan siguió ejerciendo su oficio con la solvencia y sapiencia de siempre; reparando, calafateando y poniendo a punto aquellas elegantes, ligeras y marineras naves que en su regreso a puerto, después de faenar en El Mar de Las Calmas y cuando, con el tiempo de levante en contra y la mar picada, pasaban por Los Saltos, más que navegar parecía que surfeaban, patinando y balanceándose, y trotando sobre las blancas y rebullidas olas cortaban las aguas que ante su presencia parecía que se suavizaban como por arte de magia, dando la impresión que se abrían como las del Mar Rojo ante Moisés, para darles paso hacia las aguas tranquilas, cristalinas, acogedoras y protegidas de los vientos de la mar abierta de la bahía de La Restinga. Allí, el arribo de los barcos era esperado con ansiosa alegría por los familiares de los pescadores que, al columbrarlos entre los vaivenes del oleaje, acudían solícitos para echarles una mano en las labores de descarga de los relucientes, preciosos e inmaculados pescados, y ayudarles, también, a varar y limpiar la embarcación hasta dejarla reluciendo sin patina alguna, lista para la siguiente singladura.

El señor Juan y su esposa habían llegado con cuatro hijos y en La Restinga tuvieron dos más: Juan “Juanín” y Luis. Cuando el señor Juan regresó con su familia a Playa de Santiago, uno de sus hijos, Manuel Álvarez Espinoza Manolo “Guajara” se quedó viviendo y practicando la pesca en La Restinga, donde formó una familia, y donde sus hijos han continuado con la profesión de hombres de la mar.

El maestro carpintero les transmitió los secretos del oficio a sus hijos Juan “Juanín” y Luis. Juanín ha sido un extraordinario carpintero de ribera y desde la dársena del puerto de Santa Cruz de Tenerife le ha dado forma y vida a grandes, hermosos y marineros barcos.

Luis se desempeñó como carpintero en barcos petroleros y a pesar de que ha vivido en Tenerife, con frecuencia se ha trasladado a La Restinga donde ha mantenido una relación cordial con los pescadores a los que en más de una ocasión les ayudado a reparar sus embarcaciones.

Al cabo de unos años el señor Juan Álvarez “Guajara” se trasladó de nuevo a Playa Santiago, pero siguió teniendo una estrecha relación con los pescadores del pequeño pero acogedor puerto, que le había dado alberge en dos oportunidades.

Todavía, como un testimonio indiscutible de la sapiencia y las habilidades del señor Juan, y a pesar de los años y de las reparaciones a las que han debido ser sometidos. Algunos de los maravillosos barcos que él construyó, y/o reparó, tanto en Playa Santiago como en La Restinga, siguen surcando las aguas de la isla y cuyos sombres: Piloto, Gonzalo, El Pinar, León y María del Carmen son sinónimo de marinería, y ya forman parte de la historia del pueblo.