Por Juan Jesús Ayala

Políticos y opinadores no se cansan de decir que ya esta’ bien de discursos que discurran hacia el ámbito de la crispación, y que hay que elevar el nivel de las intervenciones camino del consenso en el intento de solucionar los problemas donde nos han metido, pero muchos confunden elevar el nivel de sus intervenciones con argumentaciones irrelevantes, fuera de la lógica, de la certeza y rondando la mentira a la que han elevado a la categoría de verdad. Y cuando se llega a esto es el galimatías y una jerga ciertamente confusa lo que domina y se reverencia con aplausos bobalicones Al escaparse de esos paramentos referenciales de lo que debe ser una intervención parlamentaria de altura, la inercia de su inoperatividad hace se refugien en peroratas incendiarias porque continua el insulto, las ocurrencias, y las posiciones mediáticas sobre todo, al dárselas de intelectuales mencionando algunas que otras citas que son extraídas de .Wikipedia

Generalmente cuando se enfatiza sobre ocurrencias o en referencias personales se esta’ a las puertas de la descalificación del discurso cometiéndose un error , el peor de la discusión dialéctica.

Cuando se consideran los únicos poseedores de la verdad desde sus pequeñeces arguméntales y ascienden a la cima del monte Fócida cual oráculos de Delfos , cuando tienen mucho que aprender, demasiado que estudiar para llegar a donde pretenden y además, carecen de trazos definitorios, estamos ante una mezcla de camuflaje pseudo intelectual y de rampantes sofismas.

Los discursos incendiarios están bien para las plazas publicas donde el discurso se embosca en fraseologías mitineras , donde todo cabe y las soflamas alargan sus alas confundiéndose con las brumas del deseo .En los actos mitineros que muchas veces se acompañan de los programas electorales de los que compiten a unas elecciones se descargan un sin fin de palabras y de frases enaltecidas que el personal expectante asume como suyas , como si bajaran del altísimo , creyéndose todo fervorosamente porque el que es hábil sabe como introducirlas en la conciencia de la multitud.

Banner veterinaria pie

Pero cuando se pretende elevar el nivel hay que dejar atrás como rastrojos inservibles palabras ampulosas, gestos grandilocuentes, y ser capaz de armarse con el mejor de los discursos que es el ribeteado de elegancia . Y recordando a Azorin la mejor recomendación para la elegancia es la sencillez. De la que carecen muchos adalides de la política, que no se percatan del desperdicio de sus palabras que solo argumentan una definición sobre si mismos, mirándose el ombligo como si fuera el único que fuera redondo Pero eso si, cuentan con la admiración de los que como curia encandilada van tras ellos , les aplauden y le dan palmaditas en la espalda diciéndole lo bien que lo hace y los estupendo que es.

En el ámbito parlamentario no solo es necesario hablar sin papeles, ser un buen orador, con el énfasis y prosopopeyas adecuadas dándole a las palabras su sentido significante y lógico sino poseer la capacidad de convencimiento , no a los suyos porque estos lo están, diga lo que diga , sino al resto que pueden quedarse desconcertados al comprobar como es posible que palabras que transitan por los huecos vacíos del pensamiento sean capaces de llegar a muchos y ser recogidas como novedad del decir nada, y de abundar en lo viejo vestido con los ropajes de una frustrada personalidad. Discursos pues de vuelo raso que nos envuelven como si fueran aciagos demiurgos y que ante las dificultades de un nuevo paradigma social no solo andan despistados sino que seguramente serán engullidos por sus propias carencias que le cantan al oído, y no se enteran , ya que siguen considerándose imprescindibles e irrepetibles. Lo que no deja de ser un mal asunto.

En estos días donde se ha llevado al parlamento nacional el decreto de una nuevo estado de alarma aunque se disfrazara con el eufemismo de “restricción de movilidad nocturna” se ha podido comprobar como los discursos no han mejorado , dado que hay partidos políticos que defienden con una exaltación supina el disparate de este decreto pero al momento abandonan la coherencia de su discurso y optan por la contradicción de instalarse en la abstención; así como otros que son imprescindibles para la gobernabilidad del estado han elaborado un discurso romo, monosilabito, sin ideas, plagado de sofismas, pero haciéndole gestos al gobierno que van a apoyarlo pero que a cambio hay que negociar lo que llevan tiempo poniendo en el tapete de la discusión y que de no asumir sus apetencias dejaran caer al gobierno.

Ante esto se hecha de menos aquellos políticos-.oradores que eran poseedores de un bagaje intelectual de altura, en que sus proclamas eran ejemplarizantes no solo en el escenario de su política sino en el de una oratoria pulida y certera. Y mas aun cuando el insulto personal aparecía lo hacia también la elegancia.

Ante el borbotón de palabras vacías, huecas que acompañan a los discursos incendiarios se hecha en falta la inteligencia política capaz de encontrar la solución a los problemas que nos acucian como son el sanitario y el económico. Y esto si que debe ser una preocupación universal y más aun cuando se observa que los personajes de altura están tardando en llegar porque los que tenemos ahora no dan la talla.