Por Juan Jesus Ayala.

La villa de Santa María de Valverde, antes  Amoco , prácticamente se  encuentra perforada por barrancos  poco profundos que corren muchos de ellos paralelos uniéndose en el Barranco de Santiago, también llamado de” los muertos”, así como el pico y montaña del mismo nombre porque   en los aledaños  y plaza de la ermita   se encontraba el antiguo cementerio Pues bien uno de los barrancos en cuestión y que se derrama por las llanuras deArema es el del Consejo.

Barranco que  influyó de una  manera u  otra en la vida de los  habitantes de Valverde por curiosas circunstancias. Puedo suponer sin tener datos contrastados que su nombre obedece a que en  momentos de la historia de la isla en sus márgenes  se asentó  alguna  institución político- administrativa .Si sabemos   que cuando el ayuntamiento de Valverde   fue destruido por un incendio en 1898  se habilitó unas habitaciones en el domicilio del  secretario, Graciliano Ayala, para desarrollar las tareas del consistorio hasta 1911, donde posteriormente   en  el tiempo del alcalde, Mario Barrera Afonso, se alquiló una casa cerca del barranco del Consejo.¿Pudiera  ser  que por esta circunstancia se comenzara a llamar a este barranco como tal o tal vez se denominaba así mucho antes?.Allí estuvo el ayuntamiento que se llevó a la calle Licenciado Bueno y hasta el año 1940 en casa de Armando Padrón Casañas, donde ya en ese año  se traslada al nuevo ayuntamiento, que buen parte es como se conoce hoy durante la alcaldía de Sebastian Ayala.

Este barranco tenia una particularidad muy especial y era  que permanecía gran parte del año  sin ningún tipo de alboroto geológico pero en un momento concreto sus aguas empezaban a discurrir por su estrecho cauce y era la señal  que decía que ya se podía comenzar a comer los higos pasados que la mayoría de las casas de Valverde guardaban como un tesoro alimenticio de primera necesidad. Y como la tradición que estaba en la memoria colectiva del pueblo mantenía que estos no se deberían  comer hasta que no corrieran los barrancos  y como el del Consejo era el primero que lo hacia, cuando llovía suficiente, allá a finales de octubre y principios de noviembre se estaba muy pendiente que ocurriera ese fenómeno atmosférico .

Otra circunstancia de la historia de ese barranco era el  camino que terminaba en la vereda de Santiago que  conectaba con  la carretera de tierra que estaba enfrente de la ermita y que concluía en La Peña .  No se iba con los animales de carga o para realizar labores en el campo con dirección a la Cruz del Calvario, Pinto o  al Mocanal   que no fuese por un trayecto determinado y fijo ya que  la “calle” era para los pocos vehículos que había en la villa en esos tiempos.

Joyeria Bazar Elvira pie

En nuestro caso  se salía  por las cuadras que estaban al lado de otro barranco que venia desde Tefirabe y por una sinuosa vereda se dejaba atrás los domicilios de Tomas García, y la familia Fonte donde ya se avista el barranco que una vez que  se bordea pasando las viviendas de la familia Gutiérrez Padilla se continuaba el trayecto hacia el hospital viejo, las casas de la familia de Rodolfo, de Juan León, Federico Padrón, Reboso , Juan Hernández, Hildebrando, la  de Lalo  Elviro e Inés Delfina, entre otros para desembocar  en la carretera de tierra que  guiaba al destino concreto .

Alguna que otra vez no era para trasladarse a las faenas del campo sino que se  bajaba hasta la Esquina Romera para ir a la maquina de Pepe Reboso que moliera el millo, el trigo o la cebada  para que se convirtiera en el gofio que había que recoger pasados dos o tres días.

En fin, vicisitudes de la viejas historias de la isla, concretamente en este caso de Valverde, y que al recordarlas  nos llena de satisfacción porque  hace que el tiempo se detenga en nuestra memoria; aunque hoy como muchos de los barrancos de la isla se encuentran ciertamente desfigurado por la escasez de lluvias motiva cierto desazón al ver sus cauces llenos de matorrales, pero, seguro, que  mejores tiempos les darán vida, y el del Consejo volvería a marcar el  día en que hay  que desclavar el cajón de los higos pasados, con los que nos llenábamos los bolsillos como  el mejor manjar para las meriendas de la tarde.