Por José Francisco Armas

He querido dejar pasar unos días desde el fallecimiento de Don Juan Ramón Padrón Pérez, para que la tristeza no me embargue de nuevo y relatar una de sus tantas historias que me contó una tarde de tertulia, ¡que pocas fueron!, sin caer en el deseo de hablar de él como médico, como profesor, como consejero y amigo como hombre de bien, que lo era y mucho, porque todo esto lo sabemos muy bien los herreñ@s.

Como tertuliano, Don Juan Ramon también era único. Un día hablando de lucha canaria, deporte que le apasionaba y al que también estuvo vinculado durante toda su vida, me contó como tiró dos veces a don Benigno Morales, conocido por el “Canasta Tunos” en las fiestas del Golfo.

Estaba en el corro su hermano Federico que había tirado al contrario y le salió Don Benigno, hombre conocido por su gran poder, bragado de espalda y brazos quien salió victorioso en la contienda, y por aquello de salir por el hermano, Don Juan Ramón se tiro al corro para dejar bien alto el orgullo deportivo de la familia, era época de lucha corrida. Tardó más en tocar el pito el árbitro que dar en tierra con el robusto cuerpo de Don Benigno, éste se levantó rápido y furioso reclamando: ¡este muchacho me hizo trampa!, gritaba. Don Juan Ramón se escabulló en medio del lio para evitar ser alcanzado por la embestida de su rival. La cosa pasó así durante un tiempo y ya había olvidado el incidente, pero en otra luchada que se celebró en Tigaday, salió don Juan Ramón y cuando levantó la vista se encontró preparado a Don Benigno en tono desafiante que buscaba la revancha, como todo buen luchador.

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Ante esta situación, y temblando de miedo por la furia que don Juan Ramón aprecio en el rostro del hombre herido en su honor, intentó escaparse entre los asistentes, cuando Don Ramón Méndez, vecino de su abuelo en Las Lapas, lo agarró del brazo y le dijo: “muchacho, un luchador nunca huye, salga y túmbelo, carajo”. Con el miedo en el cuerpo ante el posible talegazo que iba a recibir, al toque de pito don Juan Ramón hizo un movimiento rápido para tirar la mando en la arena y darse por caído cuando la sorpresa fue que antes que él, el cuerpo de Don Benigno estaba tulando por el terrero. “No sé yo si con el miedo y el deseo de tirar la mano me salió un desvió que, con la fuerza del contrario, aquel pobre hombre salió volando” me dijo D. Juan Ramon.

Estuvo yendo Don Benigno a todas las luchadas que se celebraban en la isla buscando entre los luchadores aquel hombrecito menudo que lo tiró dos veces, sin saber cómo, y más nunca lo vio. Quería apretarle bien las costillas desde que tocara la arena porque le reconcomía su orgullo de hombre que conocía el oficio. ¡quería la revancha! Don Juan Ramón no luchó más en las fiestas de los pueblos.

Ya establecido en el Hierro como médico, lo llamaron de Guarazoca para asistir a un enfermo y allá fue. Se acercó al hombre y se dijo: “este es el hombre de la luchada”. Cuando terminó de observarlo y mandarle los remedios, le pregunto;

- ¿No me conoce usted Don Benigno?
-Pues no tengo el gusto, sé que usted es el médico de la Villa
- No recuerda usted dos luchadas en Frontera en que un muchacho le tiró
- Como cree usted que me olvide. Lo estuve buscando durante tiempo para volver a agarrar con él, pero desapareció, con esa pena muero, dijo todavía en tono desafiante mientras se intentaba sentar en la cama
- yo soy el que le tumbó
-¿usted?, ¡no puede ser!
-Pues si, y le voy a confesar una cosa, la segunda luchada usted cayó antes, pero en la primera le hice trampa. No le tiré la mano a la espalda
- ¡bien me parecía a mí!, ahora ya salí de mi duda y puedo morir tranquilo
Don Benigno vivió unos años más y fueron buenos amigos.

José Francisco Armas