Por Armando Hernández Quintero
El Pinar de El Hierro, 10-04-2020

Hace unos días los noticieros divulgaron, con gran profusión, las declaraciones del ministro de finanzas holandés Wophe Hoekstra, en las que opinaba, se entiende que expresaba la postura de su gobierno, sobre las ayudas, realmente sobre la proposición de la creación de los eurobonos, que han solicitado los países de la Unión Europea que han sido fuertemente afectados por la crises del coronavirus. Pues bien, el señor ministro no tuvo el menor empacho de aprovechar la oportunidad para, desde la torre de marfil de su supremacía calvinista, disertar y dar lecciones de ética y moral a los países del sur que solicitaron dicha creación, concretamente Italia y España, acusándolos de no haber sido estrictos en el manejo de las cuentas públicas, y de haberse gastado los dineros en copas y mujeres. Por supuesto, sin nombrar a nadie en particular, lo que es peor, ya que mete a todos los dirigentes y ciudadanos de la Europa meridional en el mismo saco.

No vamos a negar que los recelos, y algunas de las observaciones que el señor Wolphe hizo, estén basadas en hechos incuestionables, quién puede negar que en España e Italia ha habido corrupción, o quién va a desmentir que en esas naciones los encargados de administrar los dineros públicos, en muchas oportunidades, se han comportado como una horda de ladrones y rufianes. En eso se puede estar de acuerdo, pero lo que sucede es que nadie le ha dado la autoridad legal y mucho menos moral, a ese señor, para criticar y referirse a los ciudadanos de otros países de esa manera. Ahora bien, si lo que quería era resaltar la supremacía moral de él y de su gobierno, y que todo el mundo se enterara que están luchando a brazo partido para acabar con los pillos, lo primero que tenía que haber hecho es, como dice la conseja, comenzar por casa, quitarse los dedos de los ojos, levantar la vista y ver a su país.

Por supuesto, su mirada no se ha detenido, ni se va a detener, en los negocios que se realizan en su entorno, donde las empresas actúan protegidas por leyes que han convertido a Holanda en un inmenso paraíso fiscal dentro de la Unión Europea, lo que ha hecho que muchas multinacionales del automóvil, del petróleo y de las finanzas, hayan mudado sus sedes corporativas, desde sus países de origen, para allí, con el loable propósito de evadir los impuestos que deberían pagar en los territorios donde operan y producen. Un país que no contento con succionar los recursos que los demás han producido, sirve además de refugio a los dineros habidos y mal habidos.

Muebles El Placer Pie

Demás está decir que tampoco la vista le da para ver otras cosas que suceden en su nación, donde las mujeres son cosificadas, y como tal, expuestas en las vitrinas como si de un objeto o una mercancía más se trataran. País en el cual el comercio de la trata de blancas, fundamentalmente de mujeres latinoamericanas, del este europeo y africanas, actúa con total impunidad, como si todavía estuviéramos en la época de la esclavitud. Y el proxenetismo está convertido en una actividad comercial de la cual se puede hablar como si se tratara de una quesera o de un cultivo de tulipanes, y no de una actividad delictiva, y como si eso no fuera suficiente a los ancianos se les trata como si fueran objetos inservibles y por lo mismo desechables. Sin contar el negocio montado con el lavado de dinero, habido y mal habido, proveniente de la prostitución y la trata, y del mundo de las drogas, que allí se blanquea y refugia.

Las palabras discriminatorias e hipócritas, del funcionario neerlandés, aparte de que no ayudan en nada, contradicen los principios fundacionales de la Unión Europea, que tienen como base fundamental la defensa de la justicia y la solidaridad entre sus miembros, sobre todo en caso de catástrofe natural. Y lo más triste, es que países como Irlanda, también convertido en un paraíso fiscal, que ha sido el más beneficiado por las políticas europeas, y otros como Alemania, Austria y Finlandia, han apoyado ese posicionamiento.

Esa avara conducta ha sido rechazada por algunos destacados europeístas como Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea entre 1985 y 1995, quien alarmado le ha salido al paso, ya que, con toda razón, ha visto en ella un peligro para el futuro de la Unión.

Los argumentos utilizados para negarles la ayuda a los países, que en estos aciagos momentos la necesitan, no son otros que los basados en el egoísmo y la injusticia social. A finales del siglo XIX el gran novelista Máximo Gorki, como buen observador que fue de la sociedad, ya se había dado cuenta de que ese era un comportamiento propio de los poderosos, y que lo utilizaban como escusa para justificar su carencia de sensibilidad, compasión ante los débiles, y su egoísmo “no es que falta dinero sino que sobra la maldad, la avaricia y la mentira, los tres monstruos que han socavado y amedrentado al mundo con la fuerza de su cinismo”. Parece que las cosas no han cambiado tanto desde entonces. Y que aunque muchos dirigentes, como la señora Ángela Merkel, se llenan la boca hablando de europeísmo, esas palabras no son sino una cortina de humo para ocultar su profundo y egoísta nacionalismo. Sin darse cuenta o a lo mejor dándose, lo que sería muy lamentable, que con sus palabras y comportamiento están destruyendo la idea de la Europa que los padres fundadores, horrorizados por la matanza que ocasionó la Segunda Guerra Mundial, se empeñaron en construir para que funcionara como un antídoto contra los nacionalismos populistas y las guerras.

Las palabras y comportamientos como los del ministro, han llevado a que muchos ciudadanos del sur de Europa: italianos, franceses, españoles, portugueses y de otros países, digan, unos a sotto voce y otros a todo pulmón, que con una Europa como ésta, el amor si es de lejos es mejor, y cada día que pasa no deja de aumentar la percepción, de que entre más cerca se está de ella menos motivos hay para apreciarla, quererla y amarla.

Lo más probable es que los dirigentes europeos lleguen a un buen acuerdo, por lo menos ese es mi deseo, ya que de no ser así, el estropicio que causarían sería casi irreparable. La situación no está para filigranas ególatras, cuestionamientos ni juegos dialécticos, ante el dolor y la muerte no queda otra cosa que ser compasivos, solidarios y arrimar el hombro