Por Juan Jesús Ayala.

Nos llena de satisfacción volver a recordar a Felipe Benítez cuando hemos leído en la Gaceta del Meridiano queel área de Patrimonio Cultural del Cabildo de El Hierro y por medio del consejero, Emilio Hernández, ha recuperado una colección de 16 diapositivasde Felipe con el que editó una serie de postales de paisajes herreños  parte del archivo que se encontraba descatalogado y a punto de desaparecer.

Aunque si se conoce qué gran parte de su trabajo está en álbumes familiares de la isla, donde hay imágenes que contienen instantes de la historia insular, que junto con otros materiales componen la base y el germen del Archivo Histórico Insular donde se unirá a otro pequeño fondo que ya  pose la Institución, como comenta el Consejero, Hernández.

Felipe Benítez es una de esas personas que de pronto te sorprenden por la cantidad de conocimientos y de valores culturales y políticos que desconocía;  peroque me llamaba la atención cuando durante el día pasaba delante de su tienda de Valverde en cuyo alrededor se montaban debates  entre los que no faltaba su acerada opinión junto a la de José Padrón Machín y la de mi tío Pedro, entre otros.

Tan es así que despertó en mí una curiosidad insospechada, sobre todo, cuando hablábamos de las fotografías que realizaba con gran empeño los domingos que se iba de excursión al monte, cuando el restobuscábamosel mar, ir a las playas; cuestión  que también abarcaba ocupándose de sus casas de La Caleta y el Pozo de la Salud, así como la de tener a punto el “Brillante”, su barco de remo.

Uno de mis primeros artículos publicado en el periódico “La Tarde” dirigido por don Víctor Zurita desde Santa Cruz de Tenerife, en 1963 desde laAcadémica Salamanca donde cursaba estudios de Medicina hacía referencia al “Tamaduste, mar y lava” a él se lo dedique porque en sus fotografías nunca dejó atrás  ese rincón tan significativo no solo  por su grandeza paisajística sino porque que Felipe,  era  verdaderamente un enamorado de su isla herreña.

La afabilidad de Felipe en el trato, era ilimitada a la vez que  la acompañaba alguna que otra vez con una fina ironía que le daba la experiencia de una  vida ciertamente curiosa y siempre, para mí, expectante.

Felipe Benitez, es una de esas personas para la memoria, para que se haga infinita, a la que deseas encontrar al lado, para dialogar, para que te muestre en su estudio los cuadros de los alcaldes de la isla, donde te contaba viejas historias de los mismos. Traerlo a la memoria, una vez más, es un buen ejercicio de reconocimiento y muy gratificante, el cual no debemos eludir. Y más  en momentos políticos de confusión, de incertidumbre, donde como dice Bertolt Brecht en  uno de su poema, al mencionar el precio del pan, del trigo, ¿y el hombre  qué precio tiene? Se tiene la sensación que el surrealismo no nos  deja ni a sol ni a sombra. De ahí que disfrutar de la gente, como Felipe Benítez, de sus distancias que abarcaba con amplitud y si ahora se logra revivirlas  mediante esos documentos que se intentan completar, no cabe duda, que se abriría una página desconocida para muchos de la historia de la isla, tanto la cultural, política como antropológica, por lo que la labor que se ha  empeñado el Cabildo herreño a través de la Unidad  Patrimonio Cultural no solo es encomiable sino acertada.