Por Juan Jesús Ayala.

Existe en el genuino vocabulario de cada isla referente a cuestiones que estando contempladas en el diccionario de la Real Academia de la Lengua  se mantienen en el tiempo de una manera espontánea  incorporándose al lenguaje  de forma insistente.

Ejemplo de esto es el vocablo “trastada” que me da la impresión que es  natural en la isla de  El Hierro ,y que se aleja  del  de “trasto” que lo dejamos lejos de la concepción de una cosa vieja, desvencijada sino que abarca un significado mas contundente y clarificador, sobre todo, cuando alguien tiene un comportamiento desleal, imprevisto o ha fabricado en su imaginario hacer algún tipo de ruindad  a personas o a objetos.

Ser un “trasto” no es lo mismo que hacer una “trastada”. El primero es como más dulcificante, además, se acepta  por el que recoge esa denominación dado que tiene  hasta una carga  de humor y complacencia ya que no conlleva la motivación de herir o hacer daño personal .Es un concepto simpático que abarca cualquier espacio de la historia vital de cada uno, pero la “trastada” posee una carga dura, afilada y se dice con seriedad, no con  la delicadeza  que se es o no un” trasto”.

Hacer una “trastada” es vejatorio, es una sentencia ajena que desde el cabreo o las malas formas se desajusta de la integridad de una persona que se considera no transita por el camino correcto en determinada acción, desde la política hasta las relaciones familiares y sexuales. Y claro, cuando esta palabra se deposita en los labios la boca se desinfla de toda parafernalia y  se emite a plena de saliva, que hace no se moje entre las cuerdas vocales y de estampida choca como un impacto demoledor en la persona que se le comunica ese calificativo. Y acontece el efecto circular que según la categoría dada  permanecerá tiempo en la memoria colectiva sin apenas un resquicio de una amnesia reparadora, siempre dispuesta a estamparse en la cara o tenerla guardada para posibles contactos que se puedan tener y volverse en contra insistentemente.

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La “trastada” rompe lo linderos hasta la de una discusión acalorada donde el tono se puede subir, pero de la misma manera que se establece en un alto  numero de decibelios en un momento determinado estos bajan y tras el reconocimiento de que algo se ha hecho mal, la conversación y la convivencia  continuan como si nada hubiera pasado; pero la “trastada” es consumidora de silencios, de meditación y de una nueva estrategia para desarrollar las posibles tretas y agachadillas. Porque el duelo personal no se extingue, continúa en el tiempo.

La “trastada” en la vieja historia de la isla se ha vinculado muchas veces a determinadas acciones políticas  que pudiendo derivar en un posible resultado satisfactorio donde todo el mundo pudiera estar de acuerdo, se separa de ese acuerdo y deja a más de uno en la estacada, apareciendo la “trastada” en todo su esplendor.

Hago este simple comentario  porque siendo en el ámbito de la política donde quizás se desarrolle con más pujanza este vocablo que indica un determinando tipo de conducta estemos ahora en el tiempo donde afloran las apetencias políticas y  en situaciones donde puede tomar presencia, esperemos que no.

Mejor lo de “trasto” con el que muchas veces nos referimos al amigo, al conocido dado que lleva implícito cariño y consideración y dejemos lo de “trastada” en el baúl de los recuerdos   para evitar  no  tenga que resurgir  a flor de piel.