Por Juan Jesús Ayala.

El cortejo español que aterrizó en Rabat el  1 de Febrero al frente del cual estaba el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, llevaba en  su cartera escrita con letras en grandes arabescos la frase de Julio Cesar “Veni vidi, vici” (llegué, vi, vencí) cuando comunicó al Senado  describiendo su victoria reciente sobre Farnaces II del Ponto en la Batalla de Zela, pero no pudo completarla en toda su extensión dado que el rey de Marruecos, Mohamed VI, que había prometido un par de meses atrás, según información del Ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, Jose Manuel  Albares, que estaría presente en la Cumbre que se iba a celebrar en la fecha señalada no  se encontraba en el sequito de recepción que  esperaba al español, con lo cual no pudo verlo sino que se afanó en una conversación telefónica desde Gabón dónde descansaba en su palacio de las Mil Maravillas.

O sea, que la teoría de la sumisión se confirmó un vez más y en el trascurso  de los dos días que duró la intensidad de la Cumbre no se logró conseguir, sobre todo, para Canarias un espacio para  la tranquilidad y sosiego a los que esperábamos desde la distancia algo más positivo  y clarificador.

Parece que  la teoría central de la mencionada Cumbre es que ninguno de los dos países vaya a entrar  en cuestiones que afecten a sus respectivas soberanías; con lo que se puede deducir que todo aquello que está establecido sobre fronteras, derechos del mar y a los convenios firmados continúan tal cual. Un ejemplo relevante es en lo referente a las 200 millas de la Zona Económica Exclusiva que Marruecos quiere ampliar  los límites de su Plataforma Continental a 350 millas con el consiguiente solapamiento con la española o canaria, según se pretenda, en una zona a 250 millas de la Restinga  donde se encuentra la  riqueza del monte Tropic.

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Esta delimitación de las zonas marítimas marroquíes fueron aprobadas por su parlamento en abril del 2020 siguiendo las  determinaciones de la Ley del Mar de 1982 donde no se considera la mediana sino que es la equidad el elemento fundamental de los procesos de delimitación marítima en la jurisprudencia de la corte  Internacional de Justicia. Y ahí Marruecos sobrepasa todas las condiciones que componen esa equidad por lo que esta cuestión y para no violentar la soberanía que España reconoce a Marruecos del Sahara Occidental como su “provincia autónoma  del sur” y como desde las costas de ese territorio  parten las líneas que configuran sus zonas de demarcación marítima, esta cuestión no hay quien la mueva, y menos el gobierno español por todo lo que ha consentido y firmado sobre   un espacio geográfico de 266.000 kilómetros cuadrados que le  ha sido usurpado al pueblo saharaui.

Y tal como está este asunto, el ministro Albares toma por tontos a los canarios en unas recientes declaraciones donde sitúa en el ámbito exclusivo de la ONU la solución para el Sahara, cuestión que ya se sabe desde el inicio de este conflicto, pero  que el gobierno de Sánchez lo ha opacificado con su sumisión en su toma de decisiones al respecto. E insiste que los derechos del archipiélago son prioritarios en la delimitación de las aguas territoriales entre España  y Marruecos y que se hará de acuerdo a la Convención de Derechos del Mar. Pues ya sabemos lo que dice la Convención a este respecto y la posición de no molestar el gobierno español a Marruecos en aquello que haya acordado  ( lo que ya hemos reseñado).

Así que Pedro Sánchez visitó Rabat, no vio al rey , no venció en ninguna batalla y  la de las zonas marítimas la da por perdida, diga lo que diga su ministro Albares.