Por Juan Jesús Ayala.

Se tienen como especímenes frágiles al niño, a la mujer, a las personas menesterosas sin techo y sin la alimentación que les permita nutrirse de manera adecuada, así como a los inmigrantes, a los mayores que sufren los achaques de la senectud y a todos aquellos que atiborran los pasillos de urgencia de los hospitales sin recibir el trato ni la asistencia que les permita sean considerados como enfermos necesitados de una cama hospitalaria que en un sistema sanitario que presume ser de los mejores del mundo ante estos deplorables  espectáculos suena  como a risa.

Pero la realidad nos dice que todos somos frágiles, nadie escapa de esa posibilidad que no es  buena ni deseable pero que entre mas lejos estén  las malas intenciones ocultas que nos pierden, boicotean y amedrentan, mejor.

Y no digamos si nos adentramos en el ámbito de las emociones y de los sentimientos, del odio, la traición, la envidia y un sinfín de situaciones personales que conviven con el ser humano pondremos comprobar que el campo es ilimitado siendo posible que en el rostro de los que sufren haya mas expresión que en el rostro de los que gozan. Se significa más íntimamente las decisiones diarias que hay que tomar en situaciones embarazosas que los momentos de deleite.

Los investigadores que han estudiado todo lo que concierne a los sentimientos y el despliegue que de ellos  efectúa el ser humano ratifican que la relación con el mundo no es únicamente cognitiva sino que entre el sujeto y el entorno casi siempre cabe hablar de una relación que va desde la búsqueda de la posesión hasta el rechazo mas absoluto.

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Los sentimientos no son mas que modulaciones del deseo y cuando este se frustra a pesar de todo el empeño que se pone en ello se comprueba la fragilidad a la que todos estamos sometidos donde da la impresion que es un camino por donde transitamos situado al borde de un precipicio y que un brote de mala sensación puede empujarnos al fondo del barranco de nuestra desazón.

Y si nos introducimos en el escenario de una vida placentera y de la disposición que tienen muchos para enarbolar su poder, que estiman que pueden lograr todo lo que se propongan, mas de una vez se percatarán de su pequeñez, quedando en evidencia de si mismos dado que el faro que daba una luz rutilante que les conducía a los ámbitos del esplendor se apaga tropezando en los roquedales de su deseo inconcluso que acaba produciéndole sensaciones improductivas que ocasiona su mutilación personal empujándole al tenebroso espacio de la psico-patología.

Y si es la enfermedad la que mal acompaña a millones de seres humanos se comprueba como esta es capaz  de tronchar los mejores impulsos vitales de aquellos que se disponen afrontar tamaña empresa como es la existencia  puesto que las células en una rebeldía constante cambian y transforman en cuchillos afilados su posicionamiento biológico comprometiendo que el futuro no es lo halagador que se pretendía.

Todos somos frágiles; hasta los gobiernos de turno que padecen de una fragilidad ilimitada porque no pueden lograr lo que pregonan cambiando todo sus falsas promesas por la frustración y el engaño siendo estos sus mejores compañeros de viaje que procuran camuflar en la demagogia de sus discursos que por repetitivos, uno y otro día cansan produciendo cierto hastío y una incredulidad lastimera.