Por: Luciano Eutimio Armas Morales

Cuando el 16 de febrero de este año, Pablo Casado dijo en una entrevista por TV que “la presidenta Ayuso podía haber tenido un comportamiento poco ejemplar, porque no se puede contratar con tu hermano y recibir 286.000€ de comisión por vender mascarillas”, estaba firmando su sentencia de muerte política.

Al día siguiente, cientos de afiliados y simpatizantes del PP se manifestaban ante la sede del PP en Madrid pidiendo la dimisión de Casado, que efectivamente, a los cinco días convocó un congreso extraordinario y presentó su dimisión. Y del joven y peleón líder del PP, nunca más se supo.

Isabel Diaz Ayuso, de 44 años, periodista y especialista en comunicación digital, creció políticamente a la sombra de Esperanza Aguirre. En las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid de mayo de 2019, aunque el PSOE obtuvo 37 escaños y el PP 30, Isabel Días Ayuso llegó a la presidencia con el apoyo de Ciudadanos y de VOX.

En mayo de 2021, alegando que se preparaba una moción de censura en su contra, disolvió la asamblea y convocó nuevas elecciones obteniendo una sonada victoria electoral con 65 escaños, mientras el PSOE bajaba a 24 escaños y Ciudadanos desaparecía. En esos dos años, había gestionado la pandemia del COVID con permanente hostilidad hacia el gobierno de la nación, buscando el enfrentamiento personal con el presidente Pedro Sánchez.

Ante esa victoria electoral contundente, con el asesoramiento en la sombra del rasputiniano Miguel Ángel Rodríguez que tan buenos servicios le había prestado a Aznar, y contando también como asesor con otro peso pesado de la caverna como Enrique López López, con dilatado curriculum en el mundo judicial, Isabel Diaz Ayuso se plantea que, si ya conquistó Madrid y dicen que “de Madrid al cielo”, pues el cielo para ella sería la próxima meta: El palacio de la Moncloa.

El recelo de Pablo Casado ante ese fulgurante ascenso de Isabel Diaz Ayuso era evidente, y le daba largas a la convocatoria del congreso del partido en Madrid en el que ella aspiraba a ser su presidenta. Mientras, la presidenta de la comunidad de Madrid seguía marcando distancias tratando de enfrentarse directamente a Pedro Sánchez para restar protagonismo al presidente de su partido, cuando de pronto saltó la chispa de las comisiones por las mascarillas. Se produjo un incendio mediático, y Pablo Casado despareció del mapa político.

Pero a pesar de los muchos apoyos con los que contaba, la muchacha del barrio de Chamberí era consciente de que aún era joven y no era el momento de plantearse la subida al cielo de la Moncloa, y quizá pensaría: “Debemos buscar a alguien un poco mayor, al que yo pudiera relevar en su día, que tenga una buena imagen como gestor, que tenga una aceptación mayoritaria de los de mi partido e incluso de los españoles en general, y que se deje asesorar por los nuestros”. Y al pensar en “los nuestros”, pensaba obviamente en el clan de la caverna.

Y así sería como Ayuso le propondría a Alberto Núñez Feijoo que se incorporara a su camarilla en Madrid, que contaba con su apoyo, el de Juanma Moreno y el de todo el equipo cavernícola. Y el bueno de Alberto Núñez Feijóo le habría contestado a Isabel: “Si tu me dices ven, lo dejo todo”. Y efectivamente, el presidente de la Junta de Galicia desde el año 2.009, dejó su entrañable Galicia, dejó de disfrutar los sábados en Beluso de xoubas regadas con ribeiro o de papas fritas con huevos camperos, y se mudó a Madrid.

La imagen de un político con dilatada experiencia en su comunidad, con aspecto de bonachón, y con un talante presuntamente dialogante y constructivo, alentó las expectativas de una próxima victoria electoral del PP en los comicios previstos para diciembre de 2023, y así lo reflejaban las encuestas de opinión.

Pero pronto, el expresidente gallego, comenzó a desafinar. Cometió algunos errores de bulto manejando cifras o datos, y su tono dejó de ser dialogante y constructivo como había prometido. Se le notaba cuando en sus intervenciones decía una cosa, porque así se lo había redactado el “prepara-discursos”, pero su rictus y su expresión decían otra cosa diferente, como si él mismo no estuviese de acuerdo con lo que decía.

Y en esto, llegó la propuesta de renovación del poder judicial: CGPD y del Tribunal Constitucional, que, tras la dimisión de Lesmes, se convirtió en inaplazable.

Tras cuatro años de intentos infructuosos de llegar a un acuerdo que permitiera renovar CGPD, con pueriles excusas en alguna ocasión, como la de un WhatsApp de un senador del PP que reventó un acuerdo ya ultimado, y ante las presiones incluso del Consejo de Europa y la dimisión de su presidente Carlos Lemes, el presidente del gobierno y del principal partido de la oposición, se proponen acabar con esta oprobiosa situación que duraba ya cuatro años.

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En realidad, la renovación se ha ido bloqueando por parte del PP en estos años, porque se negaba a reconocer la legitimidad democrática surgida tras las elecciones que perdieron, y pretendían seguir ostentando un poder que las urnas no les otorgaron.

Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena. Y tras unas intensas negociaciones, en las que cada una de las partes cedieron en algo, estaba al final listo para firmar el anhelado acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno y responsable de los nombramientos de los Jueces, piedra angular de una democracia.

Pero alguien tenía la última palabra. En la última semana, una intensa campaña mediática y otra soterrada, en la que personajes como Federico “El Santo” tendrían mucho que contar, cuando ya se iba a descorchar la botella para celebrar la firma del acuerdo, de pronto aparece un whatsapp en la pantalla del móvil de Albert Núñez Feijóo: “Oye… ¿Tú has hablado con Juanma? Llámalo para oigas lo que te dice.”

Al pobre Alberto Núñez Feijoo le tiemblan las piernas, y al puro estilo gallego indeciso que no dice que si, ni que no, ni, todo lo contrario, habla con unos y con otros, y hasta con algunos magistrados. No se encuentra con fuerzas para resistir el envite, y la final dice: “Bueno, aunque yo había quedado con el presidente para el miércoles, hagan el comunicado”.

Y ese comunicado lo hacen y lo publican mientras el presidente viaja en avión desde Sudáfrica, después de haber hablado con Feijóo y haber quedado citados para reunirse el miércoles y dar visto bueno al acuerdo.
Donde decían digo, dijeron diego, y como había que buscar un pretexto y echarle la culpa a alguien para quedar bien, y no podían hacer responsable del desastre al cambio horario o a la guerra de Ucrania, optaron por echarle la culpa a los catalanes, que con eso siempre quedan bien ante los suyos… bueno, más que a los catalanes, a Pedro Sánchez, si, al presidente del gobierno, que le está dando tanta cancha a esos separatistas que quieren romper España.

La propia Cuca Gamarra, portavoz del PP, había dicho que la propuesta de la reforma de la ley para reducir las penas no puede vincularse con el asunto de la reforma del CGPJ, porque son cuestiones y ámbitos diferentes. Pero nada de eso importaba, los incendiarios seguían gritando: “¡Fuego al ocho que se quema el siete!”.

No les importaba tampoco el gran daño reputacional que se le hace a España como país y a la propia democracia, cuando un partido con vocación y tradición de gobierno actúa en contra de principios democráticos y de la propia constitución que pregonan defender.

Ocurrió que cuando Zapatero era presidente, y TVE era de las televisiones con mejor reputación e índice de audiencia de los países europeos, el presidente de Radio-TV se elegía en el Congreso por mayoría de dos tercios, lo que exigía un consenso entre los dos grandes partidos. Pero cuando Rajoy ganó las elecciones quería el control de la TV, y entonces tramitaron una ley para que el presidente de Radio-TV se eligiese por mayoría simple y así poder actuar a su antojo o conveniencia, comenzando entonces la decadencia de la TVE. ¿Con que legitimidad moral se oponen ahora a que, dado el inconstitucional bloqueo al que han sometido a las instituciones, se elija de forma transitoria, la vía de modificar la ley para que por mayoría simple se puedan nombrar los consejeros del CGPJ en esta ocasión extraordinaria?

Pero Feijóo sigue bajando peldaños: “Contigo no me junto más”, dice parodiando a los niños pequeños que en el recreo se refunfuñan porque no le prestan la pelota. Dijo que no negociaría más con este PSOE, porque no solo quieren elegir a sus propios dirigentes, sino que también pretenden legitimar o deslegitimar a los dirigentes de otros partidos como interlocutores. Es como si les dijera a los casi siete millones de votantes del PSOE: “Ustedes han elegido mal, elijan a otro porque yo con este tío no quiero hablar más”.

Pero es que además de pretender elegir a su interlocutor, le exigen que no pueda negociar con otros partidos, como tales como ERC. Pero claro, se olvidan de cuando Aznar hablaba catalán en la intimidad, o cuando decía que, con el Movimiento de Liberación Vasco, entiéndase ETA, había que adoptar una actitud de mano tendida. ¡Que contradicciones!

Y aunque la misma comisaria de la Unión Ursula von der Leyen le reprocha al PP que condicione ahora la renovación del CGPJ a una cuestión con la que no tiene nada que ver, como es la reforma para bajar las penas del delito de sedición hasta los niveles estándar europeos, los del clan del oso cavernario, y que disculpen los neandertales por la comparación, siguen aferrados a su intolerancia y su sectarismo: son los que se consideran defensores excluyentes y exclusivos de lo que ellos laman una España Grande y Libre, y a los que no piensen como ellos, ni agua, porque o son marxistas, o social-comunistas, o terroristas, o separatistas, o masones. ¡Cómo añoran los tiempos en que Él habitaba entre nosotro!

En resumen, que los mismos que mataron políticamente a Pablo Casado, han matado políticamente a Núñez Feijoo, dejándolo en evidencia como un líder carente de autoridad y de sentido de estado, indeciso y desorientado, que actúa al dictado de los de la caverna, que se estarán frotando las manos pensando en que se ha anticipado la hora de la niña de Chamberí, a la que quieren ver como candidata para saltar el próximo año desde el cielo de Madrid al palacio de la Moncloa.

Y ciertamente, toda esta pantomima es mala para Feijóo, mala para el PP, mala para España y mala para construir un proyecto de país en que la convivencia democrática y el respeto a unos principios y valores comunes, basados en el diálogo y la tolerancia, sean los referentes.