Por Juan Jesús Ayala.
Canarias salió a la calle con la fuerza de una clara convicción que es un territorio limitado, que no se estira como un elástico, que crece de manera imparable y alocada, sin control, sin apenas aumentar los recursos para acoger la avalancha de turismo que llega, que debe seguir llegando porque aporta el 40 por ciento del empleo y el 35 por ciento del PIB canario, pero si no se da una voz de alarma, podemos convertirnos en una tierra donde lo que impera es el disparate de la masificación, de la especulación territorial y sometido a una carga poblacional que lo único que podrá conseguir que las islas se desequilibren y estemos pendientes de la emergencia de una nueva isla como la que anunció el volcán Tagoro o que el espejismo de San Borondón, deje de ser leyenda y se convierta en realidad.
Canarias actualmente tiene una población de 2.237.048 habitantes y una densidad de 300 habitantes por kilómetro cuadrado mientras que España en su totalidad con poco más de medio millón de kilómetros cuadrados tiene una densidad poblacional de 94 habitantes por kilómetro cuadrado que no tiene nada que ver con el aumento poblacional en Canarias que empezó 2024 con 22.997 habitantes más que en 2023, alcanzado la cifra total antes reseñada donde los residentes nacidos en el extranjero ya son 314.523; (el 15 por ciento de la población). Y si los nacimientos tienen una caída muy intensa solo 11.854 nacimientos en 2023 con un descenso de 2,3 por ciento del año anterior cuando se llegó a tener años atrás una cifras de 19.000 nacimientos, ya podemos intuir lo que nos espera, no solo desde una aculturación galopante la identidad canaria habrá que detectarla con un objetivo de gran aumento, sino que acontecerá lo que la UNESCO predice en territorios con una carga poblacional como Canarias que se convertirán en una olla a presión puesta a reventar en cualquier momento.
Y si a esta carga poblacional le sumamos los 14 millones de turistas que llegan al año podremos estar a las puertas de un territorio dislocado, donde la población crece y los recursos de todo tipo se mantienen igual y la degradación del medio ambiente se acelera de manera vertiginosa que hay que evitar de manera urgente sin tiquis ni miquis por lo que nos parece bien que apostemos por un desarrollo sostenible y equilibrado, que abarque un nuevo modelo económico, huyendo del turismo masivo y depredador.
Desde hace años, una y otra vez se ha venido hablando que habría que diversificar la economía canaria para que no estemos sometidos casi plenamente al turismo, pero ha sido un pretexto y un alegato estéril de los gobiernos de turno que no pasa de ahí; las palabras como siempre si, además, se enfatizan en épocas preelectorales se las lleva el viento porque suenan huecas y de poca consistencia.
Por lo que nos parece muy bien que se salga a la calle y se esté alerta de los especuladores del territorio que amparándose en no se sabe que poderes ocultos los favorecen; y no digamos ahora con la propuesta de promover a las islas más despobladas, tales como La Gomera y El Hierro, que los que trabajan a distancia que puedan llegar desde cualquier parte del mundo ayuden a la economía de esas islas mediante los gastos que puedan ocasionar durante su estancia de años aumentado, además, la población de las mismas; eso si con los mismos servicios.
Por eso se hace necesario que se tome de una vez conciencia del problema y no por determinados políticos que duermen una siesta que dura años, por lo que las manifestaciones del día 20 suenen como un aldabonazo para que vayan desentumeciéndose de sus modorras y quietismo porque está en juego ni más ni menos que la supervivencia colectiva. Y esto no es una broma ni un tremendismo calculado, es una realidad palpitante.